Desde Moscú, Rusia
Pocos sonidos seducen más que el del golpe seco y lleno de la parte interna de un pie prodigioso a la pelota. Al borde del campo, en el sector privilegiado de prensa que se otorga a este medio en el estadio de Spartak, cautiva ese sonido. Pese a todo el ruido de alrededor, pese al clima ensordecedor y festivo de cada partido, aquí en este estadio se escucha el fútbol.
Un homenaje, en este escenario, al legendario periodista Diego Lucero, autor de su famoso libro Siento ruido de pelota, quien en vida era quien había cubierto más mundiales en la historia rioplatense.
Pero aquí también se ve, bien cerca, por caso, ahora, en despliegue, todo el abanico de Bélgica frente a Tunez. Un equipo que usa todo el ancho y todo el largo, y que tiene la mejor técnica a la máxima velocidad. El freno de Meunier y el quiebre del pie para meterle el pase a Lukaku para el tercer gol es una obra de arte que, verla desde acá, es un lujo.
Se vio aquí también el orden de Senegal para maniatar y sorprender a Polonia, con menos fútbol africano que disciplina táctica. Y también se padeció, en este lugar, al borde del banco de Sampaoli, la confusión de Argentina ante Islandia, los padecimientos de la dupla de volantes centrales que atrasa, Mascherano y Biglia, y de una Selección sin alma y sin juego, sin abastecedores naturales para Messi.
Cuesta entender la ausencia de Giovanni Lo Celso en los dos primeros partidos ,cuando supuestamente era el jugador elegido por Sampaoli, en prácticas y amistosos, para liberar un poco más a Lío. Quizá ahora no sea su hora, y sea el tiempo de que los “históricos” se hagan cargo de sus responsabilidades, incluído Messi, y se pongan de una vez por todas el equipo al hombro.
El problema es la mochila que se le cargó a Messi en los últimos diez años o algo menos. Este domingo cumple años. También Juan Román Riquelme, el último 10, el que debió haber sido el Iniesta de Messi en, por lo menos, los dos mundiales anteriores, y que era quien de hecho había liberado a Lío en Copa América 2007 y Juegos Olímpicos 2008.
Lo que daríamos por escuchar ese golpe seco y lleno de la pelota, como se lo oye aquí, en la suela de Román. Aunque un par de atrevidos universales, como Hazard, Mertens, Meunier, le hacen honor.
Con Riquelme al frente, verdadero conductor, líder, capitán, Messi hubiera volado en libertad con todo su bagaje de crack, sin mochilas que cargar, en gran parte de los dos diez años anteriores, y hubiera llegado a este Mundial más despejado de peso. Hoy sí, más maduro y con menos explosión, hasta pueda transformarse en el Iniesta o el Xavi en Barcelona. Pero el problema es que ahora la Selección no tiene ni un Iniesta, ni un Xavi ni un Riquelme. Y por ahora, ni siquiera un Messi.
@vitomundial
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