En una soga vieja
la ropa blanca
se mueve como un títere
que no descansa.
Pero a veces el viento
de la terraza
se olvida que está ella
mirando el alba.
En tanto la camisa
de manga larga
se ha dormido en la soga
como la sábana.
Y en la casa de enfrente
la ropa oscura
desea que esté cerca
por fin la luna.
Pero el viento tampoco
vio que perdura
en la soga vecina
la blusa púrpura. En uno y otro caso
nadie lo duda
que el viento se encapricha
desde la altura.
Cuando cae la noche
nadie sospecha
que repara en la soga
solo una estrella.
Al menos por ahora
la noche entera
tiene un tono de azul
de la acuarela.
Mientras tanto la ropa
parece nueva
es más blanca y más púrpura
en la azotea.

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