Pablo Román, el joven de 19 años que fuera detenido por el brutal asesinato de su padre en una vivienda del barrio San Juan de esta ciudad, apareció muerto en la celda de la cárcel de Batán donde aguardaba el juicio.

La muerte de Román fue descubierta esta madrugada durante el recuento habitual efectuado por personal del Servicio Penitenciario de la Unidad 15 de Batán. Así lo confirmaron desde las oficinas administrativas y del área de prensa del complejo carcelario.

Román se hallaba detenido desde fines de enero cuando personal de la DDI lo descubrió oculto en la casa de su madre. Entre ese y otro domicilio del barrio Cerrito había pasado el mes y medio posterior al asesinato de Carlos Alberto Román (56), su padre.

Esta madrugada los agentes del Servicio Penitenciario se dirigieron a la celda que Pablo Román ocupaba en el pabellón de Separación de la UPNº15 y lo hallaron ahorcado. Según pudo saber LA CAPITAL, Román habría utilizado una sábana que ató a un saliente de una ventana.

Una vez que los médicos determinaron que el interno estaba sin vida se puso en conocimiento del hecho al fiscal en turno Fernando Castro, quien dispuso una serie de diligencias para verificar que todo haya sucedido tal como lo relató el servicio penitenciario. De todos modos, se trata de una acción de protocolo ya que no existirían dudas respecto al suicidio.

El homicidio

El crimen fue el desenlace de una discusión entre los Román, padre e hijo. El 7 de diciembre en horas del mediodía el olor a putrefacción que emanaba del domicilio de Castelli 4040 obligó a los vecinos a pedir ayuda. Sospechaban algo extraño porque hacía unos días que no veían a Román (56) y cuando la policía llegó corroboró todas las sospechas.

Dentro de la vivienda, en una de las habitaciones, se hallaba el cuerpo de Román, cuya muerte aparentó en un primer momento haber sido producida por causas naturales.

Sin embargo, posteriores informes forenses determinaron que había sufrido un fuerte golpe en la cabeza. El análisis de la escena del crimen permitió establecer que a Román alguien lo había golpeado con el monitor de una computadora y el hallazgo de prendas de vestir pertenecientes a su hijo de 19 años dieron un rumbo decisivo a la investigación.

El análisis de la escena del crimen permitió establecer que a Román alguien lo había golpeado con el monitor de una computadora y el hallazgo de prendas de vestir pertenecientes a su hijo de 19 años dieron un rumbo decisivo a la investigación.

La reconstrucción final del hecho la completó el testimonio de vecinos que aseguraron al fiscal Juan Pablo Lódola haber visto salir el día 3 de diciembre al joven.

Lódola reunió prueba suficiente para imputar a Román, quien tenía una mala convivencia con su padre, con frecuentes discusiones. La situación se agravaba por la condición de consumidores de estupefacientes de ambos. Para los investigadores, el hijo llegó a la casa de la calle Castelli con la intención de robar 30.000 pesos que estaban guardados -dinero que nunca apareció- y tras el ataque escapó en un automóvil también perteneciente a su padre.

La policía de investigación descubrió que Román vivía en la casa de su madre, en Bosch al 2900, y que usualmente utilizaba un segundo domicilio en Cerrito entre calle Tripulantes del Fournier y Rosales.

El operativo policial permitió aprehender a Román en la casa de su madre y secuestrar algunos elementos de importancia para la causa.

Una vez detenido, Román fue trasladado a la Alcaidía Penitenciaria de Batán y tras negarse a declarar quedó alojado en dicha dependencia penitenciaria. Luego fue reubicado en la Unidad N°15 y diversos conflictos internos hicieron que le asignaran una celda en el Pabellón de Separación donde finalmente fue hallado muerto hoy, colgando de una soga.