Corren de aquí para allá. Se sientan al lado del paciente. Lloran, desesperan con él. Piden por Dios con él o ella. Escuchan de primera un sentir muy profundo de la vida de las personas. Pasan largas horas en la trinchera de la enfermedad. Salvan vidas y pueden ser parte de la cura con dos cosas: el cuidado y el vínculo. Son los enfermeros y enfermeras.
Son los pies, las manos, los ojos, el pensar, las palabras y el sentir de aquellos que están sufriendo, padeciendo y doliendo su cuerpo. Su profesión es una artesanía con múltiples técnicas que desplegarán como artistas de lo posible e imposible porque cada persona es un mundo que va descubriéndose ahí, en el devenir, en segundos, en minutos.
Manuela, sacando cintas y papeles al viento en un Centro de Salud para comentarle a su grupo de diabetes: “Ayer eran ustedes, hoy también, pero son otros, lo aprendido acá, en el grupo, les sirve para que los pequeños cambios del día a día hoy les permitan vivir como cualquier persona y replicar la experiencia”, o Laura en la guardia del Hospital Público hablando uno por uno y viendo cómo sumar a su estrategia de atención rápida e integral comprometer a uno de los pacientes presentes para colaborar con otro que quizás tenga un cuadro más grave. ¿Por qué esto? No es nueva la noticia, pero se necesitan más enfermeros y enfermeras. Miles.
Me atrevo en intentar llamarlos saluteros y saluteras. Por dos motivos: son el sostén de un sistema de salud basado en la enfermedad y es clave que sus acciones puedan enfocarse en la prevención, la promoción y la educación. Qué mejor que toda su experiencia volcada a que no nos enfermemos. Alguien alguna vez me dijo en una guardia: “Con un comando de saluteras las cosas darían un gran vuelco a la realidad sanitaria”. Con los años lo entendí. Hacen también esa tarea. Que parece invisible y oculta, pero que bucea para llegar a la raíz y sobre todo por la calidad humana y compromiso concreto de la persona en su salud.
Como personas y nuestra relación con la salud estamos alejados de ser saluteros, más bien somos como enfermeros. En el sentido de que hemos esperado mucho.
(¡Pacientes!) y entonces llega la enfermedad. Nos descuidamos, tenemos conductas de riesgo, esperamos límites, aceptamos daños ambientales, la vivimos como una cuestión solo individual y hemos dejado mucho poder a saberes que a veces no concuerdan con nuestras necesidades de acercarnos a lo que hoy se conoce como “buen vivir” o el mejor estado posible de desarrollo en salud.
Los enfermeros y enfermeras merecen ser saluteros y saluteras aún más, para ellos como profesión posible y digna y para nosotros y nosotras claves en una construcción necesaria para nuestras vidas. Para vivir lo más plenamente posible.
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Mirar como si fuera la primera vez lo cotidiano de nuestra ciudad y su gente. Con ese fin nacieron estos escritos, que se desprenden de los micros radiales “Acercando a Mar del Plata”. Son voces barriales desde la salud, la comunicación y la integración comunitaria.
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