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Deportes 27 de abril de 2022

Robles se va de Peñarol y deja un vacío difícil de llenar

El dirigente le comunicó a sus pares de Comisión Directiva que dejará el cargo en los próximos días. Durante veintiún años condujo el club y su apellido quedará ligado a los momentos más felices en la historia del deporte marplatense.

Por Sebastián Arana

 
Hacía tiempo que se especulaba que esta decisión podía llegar de un momento a otro. Por un motivo u otro, el protagonista de la historia siempre la pateó para adelante. Siempre pensó que algo más había por hacer.

Probablemente alguna cosa haya quedado dentro del tintero, pero esta vez resolvió que había llegado el momento. El último martes Domingo Robles reunió a sus pares de Comisión Directiva de Peñarol y les comunicó que se alejará de la presidencia ni bien se cierren y se presenten los últimos balances. Es cuestión de semanas.

Terminó un ciclo. Cuando “Mingo” dejó las discusiones de café en las que brillaba con sus ocurrencias y se hizo cargo del básquetbol profesional de Peñarol, allá por noviembre de 2001, un peso valía un dólar, Fernando De la Rúa presidía el país, Eduardo Bazzi la Asociación de Clubes, Horacio Muratore la Confederación Argentina, la Liga Nacional se jugaba viernes y domingo según un calendario regular, el aporte de la televisión cubría más de la mitad del presupuesto de los equipos, no había redes sociales y sus hijos Agustín y Sofía estaban por ingresar a la adolescencia.

Peñarol estaba en un momento económico delicadísimo, el “Américo Gutiérrez” era la casa del básquet formativo, el “Negro” Romano el entrenador de la Liga y los dos extranjeros del equipo, Jared Prickett y Josh Pittman estaban a un mes de alejarse de un club que no les podía pagar y de un país que daba miedo.

 

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Pasó mucha agua bajo el puente. Robles, empeñoso y vivo, hizo un curso acelerado de dirigente. Cayó simpático, buscó rodearse bien, apuntó a mejorar la recaudación publicitaria y a potenciar las formativas.

Tuvo las ideas correctas de movida para levantar el básquet profesional primero y al club después. Y no eran pocos los que se alineaban detrás de su entusiasmo peñarolense. Su labor en sus primeros años de dirigente fue titánica.

Paradójicamente, el gran reconocimiento le llegó más tarde, cuando aparecieron los éxitos deportivos dentro de una cancha. Esos que consiguen casi exclusivamente los basquetbolistas, ayudados un poco por los entrenadores. Y en los que la injerencia de los dirigentes es nula.

Robles tenía claro sus propios límites. “Cuando se empieza a jugar, de lo único que podemos ocuparnos los dirigentes, que no es poco, es de conseguir la plata para pagar los contratos y mirar al extranjero, que es lo único que se puede cambiar. Lo demás es cosa juzgada”, dijo alguna vez.

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Sin embargo, es inevitable asociarlo a la conquista de dos Ligas de las Américas, cuatro Ligas Nacionales, una Copa Argentina, tres torneos Súper 8 y dos Interligas. A la proyección de dos jugadores como Facundo Campazzo y Nicolás Brussino que llegaron a la NBA. Y al momento deportivo más glorioso que cualquier club marplatense haya tenido en la historia.

Peñarol no pudo sostener un perfil tan alto como el que tuvo entre 2006 y 2014. El paso del tiempo, siempre invencible, fue desgastando al experimentado líder. Pero Robles no dejó de ponerle el cuerpo al club. Pese al creciente desinterés que suscitaba su amado deporte, las menores recaudaciones publicitarias y en cancha, la desaparición del gran clásico con Quilmes, la pérdida de Alfredo Miño, su más estrecho colaborador y gran amigo, y un año de pandemia jugando en escenarios extraños y estadios vacíos.

Durante sus veintiún años de gestión pasaron nueve presidentes de la Nación, tres en la Asociación de Clubes y cuatro en la Confederación Argentina y trece entrenadores por su equipo de Liga Nacional. El dólar, moneda vital en este deporte que contrata usualmente extranjeros, pasó de 1 a casi 220 pesos. Al básquet profesional pasó a jugarse cualquier día y el aporte de la televisión, otrora importante, perdió mucho peso. Ya no se puede vivir sin redes sociales y Agustín y Sofía son adultos y tienen su vida encaminada.

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Robles, todavía anotando ingresos y egresos en un cuaderno con espiral que guarda celosamente en su propio comercio, surfeó arriba de todas esas transformaciones intentando comprenderlas y maniobrarlas. Y desgastándose en el intento.

El tiempo también pudo con él. A sus 64 años se va reconocido por muchos. Con la aureola de uno de los grandes dirigentes de la historia del deporte marplatense. Innegablemente, Peñarol hoy es un club mucho mejor en relación a cuando llegó. Con una sede moderna, funcional, con un microestadio impecable y con un predio deportivo que no tenía.

Muchos se preguntan ahora quién se quedará con su sillón. Será tema para las próximas horas. Hoy es más noticia quién se va. Y que en Peñarol queda un vacío muy difícil de llenar.



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