Reinaldo, el puño que desafió a dos dictaduras
Detrás de un festejo, un símbolo de los años de plomo. La historia del goleador que molestaba a los militares. Y de cómo terminó el Mundial para él.
Gol de Reinaldo ante Suecia. Foto archivo LA CAPITAL.
Por Sebastián Arana
El paso de Brasil por Mar del Plata durante el Mundial 1978 estuvo marcado por recordados episodios anecdóticos. Por caso, aquel agónico gol de Zico a Suecia, anulado cuando la pelota venía en el aire, y la quema del “muñeco” que representaba al DT Claudio Coutinho por parte de hinchas enfurecidos con la actuación del “scratch”.
Hubo otro, sin embargo, inadvertido para el gran público, que simbolizó aquellos años de plomo para casi toda América del Sur. Lo protagonizó el delantero brasileño Reinaldo, una de las grandes esperanzas de la selección de su país en la previa del Mundial, en el mismísimo estadio marplatense y durante aquel partido ante Suecia. Y poco menos que “le cortó las piernas” en Argentina ’78.
Poco se ha escrito del tema. El periodista Gustavo Veiga, cuándo no, lo rescató del olvido hace unos años en un artículo para Página 12. La biografía del propio Reinaldo, “Punho cerrado: a Historia do Rei”, escrita por su hijo Philipe Van R. Lima y publicada hace dos años, terminó de arrojar luz sobre el asunto.
José Reinaldo da Lima, todavía hoy goleador histórico de Atlético Mineiro con 255 goles en 475 partidos, máximo artillero de la temporada 1977 del fútbol brasileño e indiscutida figura del torneo nacional de ese país, contaba con 21 años al momento de venir a Mar del Plata y todo el desenfado de esa edad. Dentro de su cabeza, cómo no, había sueños de fútbol. Pero también una clara conciencia social y de la realidad de su país, que se dolía bajo las botas.
Un gesto caracterizaba la rebeldía de Rei, como lo llamaban los hinchas del Galo, el gran Atlético Mineiro. Cada vez que marcaba un gol salía corriendo con el brazo extendido apuntando hacia el cielo y el puño cerrado. Un símbolo del movimiento de las Panteras Negras, una organización nacionalista negra, socialista y revolucionaria que luchaba contra el racismo en Estados Unidos.
El puño cerrado de Reinaldo molestaba a la dictadura militar que conducía Brasil desde el golpe de Estado de 1964. Hacía muchos años que la selección estaba siendo utilizada como un instrumento de propaganda del régimen, que quería apropiarse de esa pasión nacional. Y la comisión técnica que conducía la “canarinha” estaba militarizada desde el Mundial de México 1970.
La nueva conducción del fútbol brasileño propiciaba nuevos métodos de trabajo. Según ellos, el futbolista debería ser un atleta subordinado. No podía opinar de política y sólo debería seguir las coordenadas del entrenador. El propio DT Claudio Coutinho era militar, capitán de artillería. André Richer, jefe de la delegación en Mar del Plata, encargado de fútbol en la Confederación Brasileña de Deportes, era coronel. Y el presidente de la CBD, Heleno Nunes, hombre de entera confianza del gobierno, era almirante de la Marina.
Tanto como los festejos de Reinaldo alarmaban a la comisión técnica sus declaraciones públicas. El diario opositor El Movimiento publicó el 6 de marzo de 1978 una entrevista con el título: “Reinaldo, bueno con la pelota, bueno con la cabeza”. En ella el goleador sostuvo, a diferencia de Pelé -considerado por los medios alternativos como una “marioneta” de los militares- que “el pueblo sabe votar”.
“Es hora de acercar a todo el mundo a las decisiones políticas. El pueblo tiene su propia opinión y esa opinión debe ser respetada. La amnistía tiene que venir tarde o temprano. En todo debe haber oposición, pues es así como surgen nuevas ideas y caminos diferentes”, sostuvo.
Con los años, el propio Reinaldo confesó por qué dijo lo que dijo. “La entrevista que di hablando de política fue en cierta forma una respuesta a la crítica de algunos intelectuales. Entre los jugadores también había personas conscientes”, afirmó.
Entonces la convocatoria de Reinaldo -futbolísticamente, indiscutible- se puso en duda. El propio Heleno Nunes “ventiló” los problemas físicos que el jugador sufría en una de sus rodillas y dudó de que pudiera estar a la altura de la gran competencia.
Ante la sospecha de su probable marginación, la opinión de amplios sectores del periodismo y de los hinchas y la intervención de los mismos dirigentes de Atlético Mineiro ante Nunes -más la intuición de los propios militares de que tal decisión no les convenía políticamente- “salvaron” al jugador. Y, por supuesto, sus propias buenas actuaciones en los amistosos previos.
Los militares, de todos modos, intentaron “poner en caja” al goleador. Cuenta el libro escrito por el hijo del propio Reinaldo que los jugadores tuvieron un encuentro, antes de la partida a Argentina, con el presidente de la República, general Ernesto Geisel, en Río Grande do Sul. En esa ceremonia, el delantero fue llevado a una sala reservada para ser presentado al dictador.
“El general, con su uniforme verde olivo, dijo que jugaba muy bien, pero que no debería hablar de política, porque de eso se ocupaban ellos. Todo en un tono imperativo y firme. Me estaba dando una orden. Me quedé asustado y no respondí nada”, contó Reinaldo muchos años después.
André Richer reforzó la recomendación del presidente y directamente le recomendó no festejar con el puño cerrado hacia arriba en el Mundial. “Celebre de brazos abiertos, es más bonito”, sugirió el coronel.
Para esa época corría el rumor de que los propios dictadores argentinos le hicieron saber a la CBD su deseo de que Reinaldo no hiciera su clásico festejo: no querían provocaciones revolucionarias en su propia cara.
La cuestión fue que en el debut mundialista, con el represor Emilio Eduardo Massera presidiendo el palco del entonces Estadio “Ciudad de Mar del Plata”, Brasil comenzó perdiendo frente a Suecia. Sobre el final del primer tiempo Reinaldo fue a buscar un pelotazo cruzado de derecha a izquierda, superó a su marcador y con un derechazo también el achique desesperado de Ronnie Hellström, el arquero escandinavo.
El momento de la definición de Reinaldo. Foto LA CAPITAL.
A la hora del festejo, por una fracción de segundos -relata el libro “Punho Cerrado”-, Reinaldo pensó en seguir la recomendación de no repetir su famoso gesto y evitar polémicas, pero decidió no dar marcha atrás y levantó su puño cerrado al cielo ante la vista de los militares brasileños y argentinos.
Tal vez esa haya sido su sentencia mundialista. “No sé medir el impacto de aquel gesto, pues estaba aislado en la concentración de la selección. El foco estaba puesto en el fútbol. Aun así, fue un acto muy osado, pues yo había sido advertido de no celebrar de esa forma, incluso por las autoridades argentinas”, contó Reinaldo con los años.
Unos días más tarde, con el goleador en cancha, Brasil ofreció ante España una imagen todavía más lastimosa que frente a Suecia y su clasificación quedó en riesgo tras un cero a cero indigerible.
Fue el momento de Heleno Nunes, quien entonces “bancó” públicamente al cuestionado Coutinho, pero “metió la cuchara” en la integración del equipo. Y en lugar de Reinaldo -cuya rodilla no estaba al cien por ciento- el Almirante colocó a Roberto Dinamita, el goleador de Vasco da Gama, equipo del que era hincha.
Brasil clasificó venciendo 1-0 a Austria y el gol lo hizo el propio Roberto Dinamita, quien anotó dos veces más en la segunda fase. El Mundial se había terminado para Reinaldo, quien apenas jugó unos minutos más en el partido por el tercer puesto ante Italia.
¿Terminado? Sólo deportivamente. Su gesto llamó la atención de grupos opositores a los totalitarismos del continente. Días más tarde, en la concentración del Hotel Benedetti de esta ciudad, el crack del Mineiro recibió un sobre misterioso desde Venezuela, sin remitente.
Con el contenido se llevó uno de los más grandes sustos de su vida. Se trataba de un informe sobre el Plan Cóndor, la alianza político-militar de los regímenes militares de América del Sur con la CIA de Estados Unidos para combatir el comunismo en esta parte del continente. Los documentos revelaban entre otras cosas la trama secreta del asesinato de políticos opositores como el chileno Orlando Letelier y afirmaban que el accidente que causó la muerte del ex presidente brasileño Juscelino Kubitscheck fue el resultado de un sabotaje.
“El documento estaba en español, no pudo entender todo lo que estaba escrito. Me quedé aterrorizado, estaba con una bomba en mis manos, no sabía cómo manejarlo. Guardé el sobre en el fondo de mi maleta y no lo mostré a nadie. Cuando regresé a Brasil lo dejé con el músico Gonzaguinha que estaba conectado a movimientos de izquierda. Y nunca más volví a este asunto”, cuenta en su biografía Reinaldo, la voz que molestó a dos dictaduras. Y que hicieron callar durante muchos años.
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