Juan Martín Tapia trae un espectáculo y un taller sobre cuentos populares argentinos
Reconocido narrador oral estará en Mar del Plata para contar relatos recopilados por Berta Vidal de Battini, una figura que ha dejado un legado en nuestro país “inmensamente rico e injustamente olvidado". En charla con LA CAPITAL, Tapia explica quién fue esta investigadora de la cultura popular y qué importancia tiene volver a escuchar historias en comunidad.
Juan Martín Tapia es profesor de Filosofía (UBA), narrador oral profesional, discípulo del maestro Juan Maciel Moreno.
Por Rocío Ibarlucía
Cuando tenía 15 años, Juan Martín Tapia asistió casi por casualidad a un taller de narración oral en su escuela secundaria. Su maestro, el reconocido Juan Marcial Moreno, dejó un cuento inconcluso al final de la primera clase, lo que despertó en él un deseo irrefrenable por contar historias. Desde entonces, Tapia se dedicó profesionalmente a la narración, especializándose en relatos populares argentinos. Hoy es uno de los referentes de esta disciplina en el país.
Este domingo 24 de noviembre, a las 20.30, subirá al escenario de Mar de Fuegos (La Rioja 1208) para presentar “Cuentos de hadas argentinos”, espectáculo en el que cuenta dos historias originadas en San Luis y La Rioja. Una de ellas, “Pompeira el valiente”, tiene como protagonista a un joven con una fuerza descomunal que lo lleva a luchar contra los monstruos de la pampa hasta llegar a las profundidades de la tierra, donde “se enfrenta al gran villano del cuento popular argentino: el diablo”. La otra historia, “Anselmo y Maclovia”, narra un amor perseguido que evoca a las viejas baladas medievales, el mito de Píramo y Tisbe, e incluso a “Romeo y Julieta”.
El lunes 25, a las 19, Tapia también ofrecerá la charla “El cuento popular argentino: voces, símbolos y senderos de nuestra imaginación popular” en la 19ª Feria del Libro, que se está realizando en el espacio Comunidad y Energía (Mendoza y Garay). Este encuentro será una introducción al vasto universo del cuento popular argentino, abordando sus características distintivas, los criterios para seleccionarlos y estrategias para narrarlos en contextos escolares urbanos.
El taller, organizado por el Departamento de Letras de la Facultad de Humanidades de la UNMdP, y moderado por la profesora y formadora de docentes Marinela Pionetti, es libre y gratuito, aunque requiere de inscripción previa en este formulario.
En diálogo con este medio, Tapia define la narración oral como “la comunicación estética y afectiva más primordial que se puede hacer con palabras; es uno de los usos más tiernos, bellos y necesarios del lenguaje humano. Antes del escenario, antes de la literatura escrita, ya estaba ahí la palabra contada”. Además, asegura que para él, contar cuentos es más que un oficio: es una forma de viajar a través de las palabras y hacer viajar a quienes lo escuchan.
Actualmente, Juan Martín Tapia trabaja junto a Lucas Gómez La Rosa en Lengua Viva, una productora dedicada a la creación de contenidos de narración oral escénica, música y cine.
En diálogo con este medio, Tapia destaca que los cuentos populares que forman parte de su repertorio fueron recopilados por Berta Vidal de Battini (1900-1984), pionera en los estudios de la dialectología argentina, por su investigación del habla de nuestro país, con la que recorrió el territorio nacional documentando no solo el decir de las personas sino las historias de cada región, para preservar la riqueza cultural de las narraciones tradicionales.
-¿Qué aportes realizó Berta Vidal de Battini a la cultura popular argentina?
-Berta Vidal de Battini fue una investigadora importantísima que dejó un legado inmensamente rico e injustamente olvidado. Fue poeta, maestra y después empezó a trabajar como lingüista en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Estudió con Amado Alonso, fue discípula de Ricardo Rojas, es decir, investigó con esa generación de Letras de las primeras décadas del siglo XX. Ella decidió, a partir de un trabajo que había hecho estudiando el habla de los campesinos de su provincia que era San Luis, hacer un trabajo imposible, de pura oreja: recorrer todo el país escuchando cómo hablaba la gente para detectar cuántos españoles se hablaban en Argentina. De ahí escribió “El español de la República Argentina”, que le llevó casi 30 años de recorrer el país escuchando.
Paralelo a esta obra, ella empezó a hacer la recopilación de los cuentos y leyendas populares en Argentina, que no es la primera recopilación que se hizo en Argentina pero sí es la más grande, la más voluminosa y la que está metodológicamente mejor hecha.
Berta Vidal de Battini (1900-1984) fue investigadora, puntana, viajera, gran escuchadora y dama de honor de la imaginación nacional.
-¿A qué te referís cuando hablás de relatos populares?
-Cuando digo relatos populares, me refiero a pequeñas piezas narrativas, o no tan pequeñas, de ficción que se transmiten de boca a oreja a través de las generaciones. La primera encuesta que se hizo fue en el 21, que mandó a hacer Ricardo Rojas, donde los docentes de las escuelas Láinez que estaban en todo el territorio argentino tenían que hacerle algunas preguntas y relevar material folclórico significativo entre sus comunidades escolares. Esto quiere decir que le preguntaban al alumno, pero también al tío, a la madre, a la abuela por juegos, poesía popular, cocina, medicina y entre otras cosas por cuentos. En esa encuesta Berta Vidal de Battini encontró algunos problemas metodológicos, como por ejemplo que el docente que tomaba la muestra tenía en algunos casos una tendencia a corregir al informante, a normalizar el castellano, acomodar algunas cosas a la historia y a veces a censurar.
-¿De qué hablan los cuentos populares argentinos que recopiló Berta? ¿Cuáles son sus motivos, sus personajes, sus paisajes?
–Hablan de la constitución de nuestro pueblo. Nuestra cultura popular está muy operada por ciertas lecturas creadas en las ciudades. Cuando voy a una escuela a dictar un taller sobre cuentos populares argentinos y les pregunto qué es esto, enseguida me pueden referir relatos de algún pueblo originario. Y este no es el objeto de estudio de Vidal de Battini, no es que no le interesara, de hecho cuando se topaba con algún informante que era de una comunidad originaria, ella se tomaba el trabajo de buscar un intérprete de la lengua, los transcribía en lengua original, era muy respetuosa de ese material, pero a ella le interesaba el cuento popular argentino. Y los profes me dicen que si no son originarios, entonces son europeos. Pero qué pasa con todo ese período de 400 años de una lengua, una fe y una comunidad implantada en un territorio. Pareciera que acá estaban los pueblos originarios, llegaron un par de españoles y hasta que no se inició la República, acá no hubo pueblo.
Ya en el siglo XIX, se impone una cultura popular construida desde la ciudad, con el gaucho y la zona ganadera. Pero en los cuentos populares de Berta aparece un viaje literario extraordinario de motivos, personajes y símbolos. Es verdad que algunos vinieron de España en un barco, pero a España llegaron desde la India, Grecia o Persia. Los que llegaron acá traían mucho cuento asociado a la vida marítima. Capaz se quedaron viviendo en San Luis, donde contaban cuentos sobre sirenas y ahí empezaron a meterse también algunos elementos del folclore nativo americano y la vida de los paisanos.
“Creo que lo más importante del trabajo de Berta, más allá de la magnitud, del rigor metodológico y su carácter pionero, es su interés y amor por este objeto de estudio que es la cultura popular argentina, de una manera no tergiversada desde los intereses de la ciudad”.
-¿Cuándo realizó su investigación y su trabajo en territorio?
–“El español de la Argentina” se lo encomienda hacer el Consejo Nacional de Educación durante el peronismo, en 1954, y claro, es un proyecto que requiere de cierta estabilidad económica y política, por lo menos décadas, te imaginarás. A pesar de todo lo que pasó en el país durante esos treinta años, ella siguió haciéndolo, a veces con el apoyo del Consejo Nacional de Educación, a veces la Universidad de Buenos Aires, a veces el Conicet, que se creó en el 58. Y por los cuentos, ella siguió viajando y recopilando hasta el 71, después hizo todo el ordenamiento, la sistematización y la indexación de esos cuentos. Y la publicación se hizo en el 80 y esto le trajo un problema muy grave, que es una de las causas por las cuales esta obra no se conoce tanto.
El tomo uno y el dos se publicaron durante la dictadura. Cuando abrís el libro, lo primero que dice la primera página es “Presidente de la Nación Teniente General Jorge Rafael Videla”. Pero la compilación empezó a hacerse en la década del 50 y estaba terminándolo cuando empezó la dictadura, o sea, no es un proyecto ni del proceso ni algo que la dictadura le haya prestado mucha atención. Los dos primeros tomos se publicaron en dictadura porque se terminó de hacer en ese momento y los otros ocho ya en democracia. Nunca tuvo reedición ese material.
-¿Ese sería uno de los motivos por los cuales su trabajo no ha sido tan valorado incluso en la actualidad?
-Hay otros. No hay que pasar por alto que las personas que le contaban cuentos a Berta en su gran mayoría eran mujeres, campesinas y pobres, niñas y viejas generalmente. No son voces que hayan importado mucho en la cultura argentina. No hay muchas investigaciones donde se pueda escuchar la voz de esas personas, entonces no es llamativo que eso haya pasado de largo. Sin embargo, es un tesoro extraordinario.
Juan Martín Tapia presenta espectáculos en teatros, escuelas, salas y festivales. Fue miembro fundador de la compañía de cuenteros “El viajecito de Felipe” (2007).
-¿Qué temas vas a abordar en el taller y a quiénes está dirigido?
-El taller tiene el objetivo de presentar esta antología de Berta Vidal de Battini. Como tiene diez tomos, la idea es dar una especie de GPS para ver cómo te podés orientar en la antología para encontrar aquello que te puede interesar. También daré algunas pautas sencillas de cómo montar un dispositivo de escucha en un colegio secundario. Voy a presentar el peor escenario posible, el de devastación total, para partir de esta situación, y ver de qué modo hacer para que los chicos se queden con ganas de escuchar cómo termina el cuento aunque suene el timbre. No es exclusivamente para docentes, también está abierto a cualquier diletante que se quiera dejar llevar por esta literatura.
Yo siempre digo que el cuento popular argentino es como Vaca Muerta. Es un recurso natural, es la posibilidad de hacernos ricos y al mismo tiempo, si no lo sacamos, no vale nada. Y es como un estigma y una condena de se están muriendo de hambre y tienen todo eso ahí. Bueno, la compilación de Berta Vidal de Battini es como el Vaca Muerta de la cultura popular argentina. Mientres están ahí estos PDF dando vueltas y nadie los lea, no sirve para nada. Pero si uno empieza a explorar ahí, no solo un cuentero, una persona que hace cine, una persona que dibuja, una persona que hace teatro, un pibe que quiere ser youtuber y necesita contenido, ahí hay un montón de historias que son extraordinarias.
Si insistimos con estos cuentos, ponele que la ruta 2 se tendría que llamar Dibu Martínez pero a la Ruta 7 le podemos poner Berta Vidal de Battini. Si logramos ese nivel de penetración en la cultura, capaz dentro de 35 años un nene en Corea del Sur o en Santiago de Chile se levante a la mañana y cuando prenda la tele o la cosa que prenda, así como mis hijos hoy ven una serie japonesa, va a poder ver una serie basada en Pompeira el valiente, José de los Santos y en un montón de personajes de nuestra narrativa popular.
-¿Qué impacto creés que tiene escuchar los cuentos populares argentinos en comunidad?
-Mirá, las cintas que Berta grababa con un viejo magnetófono están en unas 45 cajas de zapatos en un primer piso de una oficina del Departamento de Lingüística de la Universidad de San Juan. Ahí hacen un trabajo muy interesante de puesta en valor, orden y curaduría de los textos de carácter lingüístico, pero todavía no le han prestado demasiada atención a los cuentos. Ese archivo sonoro con las voces de reseros del sur de Córdoba, arrieros del Norte, hilanderas, niños de Catamarca, viejos de Neuquén, desde que Berta se murió en 1984 se metió en esas cajas de zapatos y nunca fue escuchado. En mayo de este año, conseguí la máquina y me fui a escuchar esas cintas.
Y una de esas voces era la de Julián Aguilera, un señor que en la década del 60 tenía 80 años y vivía en San Luis, un cuentero extraordinario. Berta le pregunta de dónde conoce estas historias y este viejo le dice: “Mi mamá me las contaba de noche, hacíamos una ronda abajo de la luna y nos sentábamos arriba de osamentas de vaca y la escuchábamos contar mientras desgranábamos el maíz”. Berta se quedó con esto del esqueleto de una vaca y el paisano le explica “porque no teníamos recursos para sillas”.
¿Qué tiene de lindo contar estos cuentos en comunidad? Que por un segundo estando en una ciudad con la cabeza en dejé el auto mal estacionado, no me depositaron el medio aguinaldo, se me pinchó el termotanque, volvemos a ser ese nene sentado en una calavera de una vaca en el medio del campo bajo la luna escuchando a una señora contar cuentos. Volvemos a ese estadío por un rato y eso nos da alegría, simplemente. Aunque el cuento sea triste, hacer ese viaje nos pone livianos, contentos, nuestro cerebro empieza a trabajar en otra frecuencia. El lenguaje, que a veces nos atrapa en pensamientos que nos lastiman, ahí todo eso trabaja de otra manera y adquirimos un estado de libertad y de inocencia.