Razones para un festejo
Panorama político nacional de los últimos siete días.

Por Jorge Raventos
El inicio de la nueva política cambiaria del gobierno –flotación entre bandas, fin del crawling peg de 1 por ciento mensual- fue tan auspicioso que explicó el festejo triunfal del Presidente y su equipo económico: los mercados determinaron el lunes 14 una devaluación de alrededor del 12 por ciento que se replegó en los días posteriores al 9 por ciento, con un dólar a 1.140, cerca del borde inferior de la banda de flotación.
La doctrina y la realidad
Como para subrayar su confianza en que el dólar seguirá bajando, Milei ordenó que no se compren billetes estadounidenses mientras la cotización no trasponga ese límite de 1.000 pesos. Por supuesto las órdenes no eran para el Banco Central que, como se sabe, es independiente. Si se quiere, la indicación marcha a contramano del compromiso contraído con el Fondo, que requiere tener acumulados al menos 4.000 millones en reservas notas para aprobar el examen de fin de junio. Quizás el gobierno confía en que esas reservas se acumularán merced a la remisa liquidación de exportaciones del campo. En un esfuerzo por abonar ese confianza, el Presidente lanzó un recordatorio intenso al sector: en junio se volverá a aplicar retenciones.”Avísenle al campo que si tienen que liquidar liquiden ahora”, urgió. Muchos productores quisieron leer ese aviso como una extorsión. El número uno de la Sociedad Rural, de buena relación personal con Milei, procuró hacer equilibrio: “La certeza que puedo dar –dijo- es que el campo no va a liquidar, porque liquidan los exportadores y el Presidente lo conoce bien”.
Aunque el cepo no se liberó plenamente, la consigna oficial sí fue verdad para las personas físicas, que, aunque en efectivo sólo se les admiten compras de 100 dólares, pueden adquirir todo lo que quieran siempre que sea con pesos bancarizados. Los ahorristas se apresuraron a ejercer el novedoso derecho: el lunes 14 se hicieron de 500 millones de dólares; en los días siguientes las compras decayeron ante la evidencia de que la cotización no trepaba, sino que descendía.
Todo parece indicar que, fortalecido por la inyección de reservas que le proporcionaron el FMI y otras entidades del sistema financiero mundial, el gobierno se esforzará por mantener el dólar bajo tratando de que un ascenso inopinado no influya sobre el índice inflacionario. Para la fe económica del Presidente el precio del dólar no tiene porqué incidir sobre los restantes precios. “Si sube el precio de la papa –formuló, didácticamente- ¿eso va a derramar inflación en toda la economía? ¿El precio de la papa? El dólar es un precio más. La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario generado por exceso de oferta de dinero. Acá la condición que cambia es que la cantidad de dinero está fija.”
A Dios rogando…
De todos modos, por aquello de “a Dios rogando y con el mazo dando”, el gobierno se encargó de operar sobre actores importantes e instruyó a grandes supermercadistas para que no convalidaran aumentos de las nuevas listas de precios de grandes proveedores que – tal vez por ignorar los fundamentos económicos que profesa el Presidente- habían empezado a aplicar sobre sus productos incrementos equivalentes a la devaluación sufrida por el peso. Otro tanto hizo el gobierno con las empresas de medicina prepaga que anunciaron un aumento semejante al índice de inflación del mes de marzo.
El gobierno se esfuerza por hacer verdad las conclusiones teóricas del Presidente y evitar que, por la incidencia del flamante esquema cambiario (que sinceró la devaluación que reclamaba el mercado), la inflación de los próximos meses supere el 3,7 por ciento que registró el mes de marzo. No obstante, el fenómeno monetario correspondiente a abril podría ser más alto. Y hay analistas que otro tanto sucederá con el índice de mayo. Para el gobierno, enfocado en las elecciones de octubre -cuando pretende convertirse en primera fuerza nacional, ensanchar su elenco legislativo e implantar los primeros retoños de una estructura territorial-, es imprescindible llegar al tiempo de las urnas habiendo controlado notoriamente el actual rebrote inflacionario que caracteriza hasta ahora lo que la comunicación oficial llama Fase 3 del plan económico. No se trata en modo alguno de una misión imposible. El FMI estimó quizás con un exceso de optimismo que la inflación anual 2025 sería de 18,3 por ciento. Hasta el momento tenemos acumulados 8,39 por ciento en tres meses que, además exhiben sucesivos ascensos: del 2,21 por ciento de enero, al 2,40 de febrero, al 3,73 de marzo. Para alcanzar el índice que proyectó el Fondo habría que tener porcentajes de un poco más del 1 por ciento hasta diciembre. Eso sí parece improbable.
Volver a enero
El último relevamiento de expectativas del mercado que acopia el Banco Central consultando a especialistas arrojó un pronóstico de 27,50 por ciento para el año, después de corregir en 18 puntos el vaticinio anterior a la luz del 3,7 por ciento de marzo. Para que el presagio se cumpla haría falta consumar un promedio de 2,4 por ciento mensual hasta fin de año, recuperando los índices de enero y febrero. No será la panacea del 1 por ciento que a veces aventuran los propagandistas libertarios, pero no parece un mal índice para afrontar el desafío electoral de octubre.
Claro está que una elección no requiere sólo resultados económicos dignos: otros factores se combinan en esa instancia, desde la valoración internacional hasta las características y estilos de los candidatos y la capacidad de generar entusiasmo en el electorado.
Las elecciones constituyentes libradas en Santa Fé el último domingo, con un enorme ausentismo, parecen señalar que entusiasmo no es algo que abunde en el electorado. En ese marco, la victoria del gobernador Pullaro en una puja en la que se dirime la posibilidad de incorporar constitucionalmente la posibilidad de la reelección, indica quizás que los liderazgos siguen jugando un papel: el gobernador es una figura fuerte y cooperativa en la provincia (y en la región Centro, donde suele hacer frente común con mandatarios de otras fuerzas políticas como Rogelio Frigeerio, el gobernador de Entre Ríos y figura del Pro, y Martín Llaryora, el peronista que gobierna Córdoba.
El resultado de Santa Fé arrojó otro hecho que los protagonistas deberán tomar en cuenta: los libertarios, que quedaron relegados a un tercer lugar, pudieron haber alcanzado el segundo si no despreciaban la unidad con la fuerza muy afín que conduce María Granata. La negativa a sumar fuerzas por parte de los estrategas libertarios deparó un pobre resultado. El hecho –que ahora se discute en el seno del oficialismo- tiene importancia para el objetivo libertario de encarar la segunda mitad del período presidencial con más fuerza propia y más aliados que los que hoy tiene para sacar las papas del fuego en la arena parlamentaria. De aquí a octubre hay más pruebas electorales, en las que el oficialismo tiene que decidir si sigue sosteniendo su intransigencia táctica o se inclina por buscar y afirmar alianzas.

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