Quienes no creen en la justicia deberían observar el caso de Ratko Mladic, un general serbobosnio condenado a cadena perpetua por el asesinato de miles de musulmanes durante la Guerra de Bosnia, entre 1992 y 1995.
El juicio internacional contra este criminal en La Haya, Holanda, ha revivido una de las peores masacres ocurridas en Europa después de la Segunda Guerra Mundial.
Su nombre se inscribe ahora en la larga lista de genocidas, entre los que también se encuentra su compatriota, Radovan Karadzic, sentenciado a 40 años de cárcel en 2016.
Nadie objetó la condena a cadena perpetua contra Mladic, llamado el “Carnicero de Srebrenica”, salvo el gobierno ruso de Vladimir Putin.
Moscú dijo que su proceso se basa en una interpretación antiserbia de la realidad que “mina el proceso de reconciliación de los Balcanes”.
Por cierto, Mladic no fue el único responsable de esas masacres que conmovieron al mundo en la década de 1990, tras la disolución de Yugoslavia, la federación comunista creada por Josip Broz Tito.
El 11 de marzo de 2006, el ex presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, fue encontrado muerto en su celda de la prisión del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), en La Haya.
Tras ser detenido en abril de 2001, Milosevic estaba siendo juzgado desde febrero de 2002 por genocidio y crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos durante las guerras en Croacia, Bosnia y Kosovo (1998-1999).
Mladic, por su parte, fue uno de los principales responsables del sitio de 44 meses de la ciudad de Sarajevo, pero se lo recuerda especialmente por la masacre de Srebrenica.
Allí, un total de 8372 personas de la etnia bosnia musulmana fueron masacradas durante la Guerra de Bosnia.
Paradójicamente esa zona había sido declarada “segura” por las Naciones Unidas, ya que era custodiada por 400 casos azules holandeses.
Al respecto, merece recordarse la sentencia del TPIY que condenó al general Karadzic, presidente de la república de Srpska, de Bosnia (apoyada por Serbia).
Según el juez que presidió ese tribunal, Theodor Meron, las tropas serbobosnias seleccionaron para su exterminio a 40.000 musulmanes.
Primero los despojaron de sus pertenencias e identificaciones, tras separarlos de las mujeres y los niños, y después los exterminaron con un plan metódico de genocidio.
La matanza horrorizó al mundo y provocó la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que luego de tres meses de ataques contra los serbobosnios puso fin a la guerra, en diciembre de 1995.
La paz quedó sellada durante una cumbre realizada en la ciudad estadounidense de Dayton, en la que participaron los líderes de Bosnia, Serbia y Croacia.
Alejandro Simonoff, profesor de Historia contemporánea de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), dijo a Télam que la condena de Mladic “es una evolución para el sistema jurídico internacional que continúa lo iniciado por el tribunal de Nuremberg al finalizar la Segunda Guerra Mundial”.
“Esta sentencia puede ayudar a disuadir este tipo de actitudes criminales. El caso Mladic se relacionó con un concepto de limpieza étnica que abarcó a todos los bandos en disputa. Tuvo como contraparte las matanzas que los serbios llevaron a cabo contra otros pueblos”, afirmó Simonoff.
En su sentencia, el TPIY encontró culpable a Mladic de diez de los once cargos presentados, incluido el objetivo criminal de exterminar a los musulmanes.
“Los crímenes cometidos se encuentran entre los más atroces conocidos por la humanidad”, dijo el juez Alphons Orie durante la lectura del veredicto.
El fallo sienta un precedente para los procesos civiles, ya que las víctimas de guerras podrán exigir compensaciones y denunciar penalmente a sus agresores.
Durante los 24 años que duró el proceso, Karadzic y Mdalic no fueron los únicos acusados en el TPIY, dado que se presentaron cargos contra 161 personas, desde soldados de bajo rango, hasta importantes miembros del ejército, la policía y el gobierno de la ex Yugoslavia.
“Mladic es la personificación del diablo y el juicio contra él es el paradigma de lo que representa la Justicia internacional”, dijo Zeid Ra’Ad Al Hussein, alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.
No fue fácil capturar a Mdalic, de 74 años, quien se escondió durante diez años antes de ser detenido en Serbia en mayo de 2011.
Si el general serbobosnio creía que podía demorar el proceso judicial en su contra, indudablemente se equivocó en su apreciación, tras recibir el apoyo del nacionalismo serbio que lo considera un “héroe” de guerra.
Hoy, cuando se discute la acción de la justicia (debido a su lentitud en muchos países), el nombre de Mdalic adquiere notoriedad mundial.
Y su caso puede ser asociado al de otros genocidas como el alemán Adolf Eichmann, arquitecto de la “solución final” contra los judíos, o el argentino Jorge Rafael Videla.
Télam.
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