CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Opinión 21 de julio de 2019

Preocupante tensión entre Turquía y el Kurdistán iraquí

Imagen de Osman Kose, el diplomático turco asesinado en Erbil. Foto: EFE.

por Raquel Pozzi

El asesinato del diplomático turco en la región autónoma del Kurdistán iraquí en la ciudad de Erbil profundiza la histórica tensión entre turcos y kurdos. El centro de las acusaciones es el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), incluido en la lista de las organizaciones terroristas del mundo no sólo por Turquía sino también por Estados Unidos y la Unión Europea.

No obstante, la alta tecnología militar de la República de Turquía, el traslado de la lucha armada de los montes de Kandil hacia zonas urbanas y el bloqueo de las rutas utilizadas por los rebeldes kurdos han debilitado la capacidad operativa de los mismos. La relación económica y política cordial que mantienen actualmente ambos gobiernos dificulta la hipótesis que los PKK sean los autores del atraco diplomático. Lo factible de afirmar es que el asesinato de un diplomático turco es letal para la persecución del pueblo kurdo por el régimen de Recep Tayyip Erdogan. Aunque los servicios de seguridad de Kurdistán iraquí hayan anunciado la detención del principal sospechoso del asesinato, la rígida política persecutoria contra los kurdos se acentuará.

El reparto del Kurdistán, una mirada retrospectiva

La debacle de los kurdos contemporáneos en la Primera Guerra Mundial tuvo directa relación con el reparto territorial de Oriente Medio que se realizó a través de la firma del Tratado de Sévres (1920) con el reconocimiento del Estado Kurdo iraquí, que Turquía se encargaría de bloquear años posteriores conjuntamente con los deseos británicos de impedir que Mosul (por recursos petroleros) no sea incorporada por Ankara -reivindicada por Mustafá Kemal Atartürk- como parte de Turquía, sería el Tratado de Lausana (1923) el que eliminara la autonomía de los kurdos y el Kurdistán quedó repartida bajo el mandato francés y británico entre Siria e Iraq por un lado y por el otro repartida entre Turquía e Irán (Persia pro-occidental).

Los cuatro estados-nación donde habitan los kurdos en la actualidad se ubican en: el este y sureste de Turquía; el noreste en Siria; el noreste de Iraq y el noroeste en Irán. En el caso de Turquía, en los alrededores del Lago Van se localizan gran parte de la comunidad kurda; por el lado iraní dependió de la política de ubicación y recepción de las minorías kurdas en las cadenas montañosas de Kopet Dagh o Koppeh Dagh (en persa “montón y montaña”) –este del Mar Caspio- conocida como la cordillera turcomano, específicamente el Monte Quchan –pico más alto iraní- y el Dasht-e-Lut “desierto del vacío” la cuenca desierta más grande del Estado persa.

La negación contemporánea del Kurdistán

La negación contemporánea del Kurdistán se contrapone a la lucha emprendida por la nación kurda en varios frentes, los kurdos en Turquía atravesaron el proceso de laicización que prohibió todo tipo de cofradías religiosas como los sufíes, engendrando de esta forma brazos armados kurdos para repeler las represiones y asesinatos sistemáticos, pero las alianzas entre los estados que se repartieron Kurdistán –Iraq, Irán, Afganistán. Siria y Turquía- inauguraron una nueva ruta dentro de los múltiples procesos genocidas en el mundo.

Al estado laico turco sobrevino la modernización y la occidentalización de Turquía. No obstante la europeización turca trajo la modernización de las estructuras militares y con ello mayor sofisticación en los ataques perpetrados contra el pueblo kurdo, los cuáles se aglutinaron en el partido PDK –Partido Demócrata del Kurdistán- formando luego un brazo militar en los años 60 con el nombre de Komando.

El Estado turco asolado por los continuos golpes de estado posibilitó que el grupo Komando y el partido PDK comenzaron aunar la lucha armada hasta 1991 que se crea de facto el Kurdistán iraquí. Comenzaría una nueva etapa con la creación del PKK y las milicias YPG –Unidades de Protección Popular- consideradas como terroristas por el actual presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan, quién se involucró directamente en la guerra en Siria en alianza con Rusia-Irán contra el Estado Islámico, aunque las intenciones bicéfalas de Erdogan estaban centradas en cortar la raíz del EI y los Kurdos.

El pueblo kurdo iraquí en la era de Sadam Hussein y Masoud Barzani –presidente del Kurdistán iraquí 2005/2017- compartió la idea de co-habitación, lo que pronto se desmoronó por la intensificación de intentos de asesinatos contra Masoud Barzani.

La política del doble juego -negociación y luchas armadas- persistió hasta que la traición contra los kurdos quedó develada en la cumbre de la OPEP en 1975. Hussein y el Shá de Persia como también el abandono de los Estados Unidos en la colaboración con los peshmergas fueron letales para el frente político-militar kurdo ya que se habían transformado en un problema geopolítico.

La guerra del Golfo y la invasión de los Estados Unidos a Iraq cambiaron rotundamente el tablero de ajedrez y los peshmergas abandonados en tiempos de Sadam Hussein por los Estados Unidos, se transformaron en aliados con los norteamericanos en la lucha contra la dictadura de Hussein. hasta la invasión de Iraq en marzo del 2003, sin embargo el abandono actual de los kurdos del Kurdistán, naturaliza la hipocresía de los principios en política exterior en pos de las hegemonías regionales.

El mayor pueblo del mundo sin estado, el pueblo kurdo seguirá siendo considerado como una “cuestión” o “problema” mientras el juego del mal, el de la guerra, se pavonea destilando el peor veneno: la negación del otro, la otredad, mientras fuerzas oscuras se preparan para dominar ese mundo del mal donde pocos sobreviven y muchos mueren en el Kurdistán de los kurdos.

(*): Analista en Política Internacional, Profesora en Historia.