Preocupa a especialistas la “nula” gestión en la ciudad en materia de arbolado urbano
Profesionales vinculados al paisajismo insisten en la necesidad de "modernizar" las normativas actuales que desligan la responsabilidad del manejo forestal al frentista.
Poda selectiva: algunos árboles sí y otros no. ¿El criterio? Quizás el deseo de un frentista.
Una buena gestión de arbolado urbano tiene un impacto directo en la calidad de vida de quienes viven en la ciudad y la transitan todos los días. Esa es la afirmación que más repiten especialistas en la materia y, también, el argumento que utilizan a la hora de demandar al municipio una “modernización” en las normativas locales vigentes que, actualmente, transfieren la responsabilidad a los frentistas y genera, entre varios errores, la plantación de especies no adecuadas, podas con técnicas incorrectas y en momentos innecesarios, y la colación de ejemplares en lugares poco estratégicos que no hacen más que tapar canales de agua y obstruir luminarias, entre otras consecuencias.
Basta con recorrer las calles de la ciudad para advertir una falta de planificación. A calles con árboles altos y frondosos, las siguen otras arterias casi desprovistas de ejemplares. También abundan en las zonas urbanas especies con copas “bajas” que no dejan pasar la luz de la luminaria municipal que vecinos pagan, pero no utilizan. La mutilación por la abundancia de cableado también es recurrente. Pero si bien la lista de irregularidades parece larga, la misma es encabezada por la poda que, según señalan los especialistas, se ejerce sin control, con técnicas inadecuadas y fuera de las estaciones recomendadas.
Es que el interés y las políticas públicas orientadas al cuidado de los árboles no sólo se basan en una mera cuestión estética y ornamental, que de todas maneras no son menores si se tiene en cuenta el impacto turístico que esto generaría. Sino también en el efecto que la gestión del arbolado urbano tiene en la calidad de vida y las economías locales y regionales: los árboles, además de purificar el aire, reducen la contaminación, regulan la temperatura y la polución sonora, brindan sombra y, también, son el soporte de vida de distintas especies de la fauna local. La falta de control de la conducta de los frentistas, entonces, priva a toda una población de las bondades que una planificación integral podría generar.
A contramano
Para profundizar en el tema, LA CAPITAL dialogó con especialistas de arbolado urbano, quienes brindaron un panorama detallado y sumamente crítico sobre la situación que atraviesan Mar del Plata y Batán.
Nicolás Antoniucci, reconocido paisajista local y dueño del vivero homónimo, aseguró que “es notable cómo a contramano de la tendencia mundial de preservación del arbolado público, nuestro estado municipal ha hecho total abandono de sus obligaciones en esta materia”.
Si bien reconoció que “ninguna gestión municipal ha hecho esfuerzos en materia forestal”, Antoniucci encuentra en el panorama actual “un esfuerzo y/o gestión totalmente nula”.
“No se trata de un lujo o decoración. Es una necesidad fundamental para el bien común. Su costo de gestión es económica a cambio de un servicio enorme a la comunidad. En el mundo es común y en la Argentina existen ciudades con las mismas problemáticas sociales que, aún así, pueden llevar a cabo esta tarea eficientemente, con buenas ideas y sin excusas”, señaló. Los ejemplos que señalan van desde Mendoza y Vicente López hasta la Capital Federal, que en los últimos años ha dado muestra de las consecuencias positivas que tiene designar presupuesto a una planificación en gestión forestal.
En la misma línea se pronunció el licenciado en Paisajismo de la Universidad de Buenos Aires, Walter Palauro, quien señaló que las “consecuencias de una mala gestión están a la vista”.
“Es cuestión de caminar unas cuadras por la ciudad para encontrarse con arboles mal podados o directamente mutilados; especies que no corresponden, como arbustos que no pasan la altura de la luminaria generando un cono de sombra sobre la calle; especies ubicadas en las ochavas de las calles dificultando la visión de los autos; canteros inexistentes en donde los árboles crecen desde el cemento, tapando completamente el ingreso de agua o el intercambio de oxigeno de las raíces. Esto genera la pérdida de anclaje del ejemplar y las tan temidas caídas en días de tormenta”, agregó.
La “raíz” del problema
La falta de planificación en lo que respecta a la gestión del arbolado urbana tiene su “raíz” en el cambio de una ordenanza que tuvo lugar en la década 90 y que, hasta ese momento, obligaba al Estado, mediante el cobro de una tasa municipal, mantener las condiciones de forestación.
Después de una emergencia por un fuerte temporal, en el que la caída de algunos árboles generaron inconvenientes en casas de familia, la Municipalidad impulsó la modificación de la normativa, pasando la responsabilidad del cuidado de los árboles al propio frentista.
Entonces, hoy, el ciudadano marplatense es el responsable de reconocer, primero, cuándo debe podar un árbol y luego, solicitar la inspección para la poda. En la página actual del área de Arbolado de la comuna, también se puede acceder a una lista de podadores artesanales habilitados y especies recomendadas para plantar en veredas. Pero a juzgar por un recorrido por las zonas más arboladas, para los especialistas hay un control que no se está haciendo.
“El solo hecho de cederle el mantenimiento de cada especie al frentista correspondiente indica la grave falta de interés que tiene la Municipalidad sobre dicho tema. De esta manera las personas pueden elegir no solo qué especie poner, sino también cuándo y cómo podar”, indica Palauro, quien también destaca que hay “errores” en los listados de especies aptas que entrega la comuna.
“La gente termina eligiendo la especie por una foto que vio y le gustó en internet. Además, no solo en listado que da la Municipalidad hay especies que no son propias para el arbolado, sino que la falta de control posterior le permite a la gente colocar la especie que quiera”, agregó.
En este sentido Antoniucci destaca una actitud que fue muy visible hace algunas semanas: la poda previa al otoño en lugar de esperar al invierno solo para evitar las hojas.
“Vecinos se apuran a podar antes de la caída de hojas otoñal con la egoísta excusa de no tener que barrer las hojas del piso y canaletas. La poda es en invierno, en ausencia de hojas porque antes del ciclo de hibernación el árbol retira los nutrientes de las hojas y los acumula en sus distintos órganos. Si realizamos una poda de trasmoche (donde estamos retirando gran parte del área verde del árbol) en otoño temprano le estamos impidiendo al árbol el almacenaje de recursos para brotar en primavera”. Si bien el paisajista reconoció que esta práctica no los mata, sí aseguró que les quita años de vida.
Lo esencial para la gestión
Ambos especialistas consultados coincidieron en que resulta inevitable un cambio en la legislación local para avanzar hacia una pronta “modernización” de la gestión forestal.
En este sentido, aseguraron que la ordenanza actual es “antigua” y “poco específica” con las obligaciones tanto del Estado como de los contribuyentes y que sería necesario contar con herramientas más actuales, como por ejemplo, un mapa virtual como consecuencia de un “censo” de ejemplares. En el mapa se enumeraría y localizaría cada árbol de la ciudad, lo que permitiría, por ejemplo, auditar la desaparición de un ejemplar en caso de extracción ilegal o verificar la poda indebida e ilegal.
La planificación es otro de los puntos considerados por los paisajistas como “fundamentales”: aseguraron que luego de una evaluación general se puede verificar la problemática y “trazar un plan de acción con proyección a futuro”.
Plan que podría desembocar en otros de los ejes puestos a consideración: la gestión ambiental del residuo de poda. Antoniucci destacó que en la actualidad se llevan al colapsado predio de residuos domiciliarios toneladas de ramas como basura, “cuando podrían aprovecharse como energía limpia y a muy bajo costo”. Este punto, sin embargo, está considerado en el plan de trabajo de Ceamse, la empresa que se hizo cargo del predio de disposición final desde junio de 2018.
Responsabilidad del Estado
Si bien la capacitación e interés por parte de los frentistas es necesaria, tanto Antoniucci como Palauro señalaron que el arbolado urbano es un “patrimonio estatal” en tanto implique una vinculación con otros aspectos de la vida pública como la iluminación de una cuadra, el mantenimiento de los semáforos y la buena circulación tanto vehicular como peatonal.
“Hay poderosas razones por las cuales es el municipio quien debe afrontar el mantenimiento, pero una de ellas es, por ejemplo, que contratar un experto en forma particular es muy caro en comparación de lo que le costaría al estado el mantenimiento a gran escala”, señaló, y evidenció la necesidad de que el gasto corra por cuenta del Estado si ello representara un “riesgo civil”.
Los árboles del paseo de Diagonal Pueyrredon representarían un buen ejemplo de la altura que deberían tener las especies para no obstruir el paso de la luz vial.
En la lista de argumentos para “estatizar” la gestión forestal están los beneficios comunes que una planificación estratégica trae para la población: los árboles disminuyen la contaminación acústica y atmosférica, son amortiguadores térmicos y “viseras” en horarios en los que la posición del sol dificulta la visión de los automovilistas. También destacan la “preservación de los pavimentos”, algo interesante para una ciudad en la que el reclamo por el estado de las calles es una constante: en aquellas cuadras donde el arbolado une copas a ambos lados de la calle formando túneles verdes, los hormigones quedan a la sombra y no sufren los efectos que el calor provoca en el material.
“El arbolado público en cualquier ciudad desarrollada, o que se precie de ello, es una cuestión de Estado. Su conservación debida trae estratégicos beneficios comunes”, cerró Antoniucci.
— Cómo son los árboles que se deben plantar
Luego de conocer las preocupaciones que tienen lo especialistas en arbolado urbano por la gestión local, LA CAPITAL consultó cuáles serían las características que deberían tener los ejemplares que tanto los contribuyentes como el Estado deberían tener en cuenta para plantar en la ciudad.
Si bien desde el propio municipio ofrecen un listado de especies para que el contribuyente plante en sus veredas, los paisajistas Nicolás Antoniucci y Walter Palauro señalaron que en el mismo existen especies que por sus características son inapropiadas para su función en espacios públicos especialmente por su morfología.
Para ellos el criterio debe ser el siguiente:
– La especie debe ser de follaje caduco para que su copa proyecte sombra en verano y deje pasar el sol en invierno.
– Su fuste debe ser lo suficientemente erguido como para elevar la copa por encima del alumbrado público (para dejar pasar la luz artificial en el horario nocturno) y dejar ver la señalética vial y marquesinas.
– Sus raíces deben ser lo suficientemente profundas como para no levantar veredas ni solados.
– Por su adaptación al clima, en nuestra ciudad no existen especies autóctonas que cumplan el criterio forestal de una urbanización, por eso debe recurrirse a exóticas adaptables.
– Que no incurran en un riesgo para la sociedad, ya sea por el caimiento de cualquiera de sus órganos, frutos pesados o ramas; o que sea tóxica o peligrosamente alergénicas.
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