¿Porqué está paralizada la “Ley del Buen Samaritano”?
Foto ilustrativa
por Roberto Benzo
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San Juan Pablo II nos enseña que “el nivel de desarrollo de una nación se mide por la manera en que allí se cuida a la vida por nacer, a los niños, a los pobres, a las personas con capacidades especiales y a los ancianos”.
A propósito, en esas sencillas palabras cualquier estadista de buena voluntad encontrará inspiración para elaborar una inmejorable plataforma de gobierno. Y aplicarla.
Aunque resulte una verdad obvia, la primera necesidad de todo ser humano es un plato de comida en su mesa cada día. Tan simple como eso.
El Observatorio de la Deuda Social Argentina-Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, que lleva adelante la Universidad Católica Argentina, advierte en su último estudio que “La proporción de niños/as en hogares que no logran cubrir las necesidades alimentarias de todos sus miembros por problemas económicos, se estima que en 2018 alcanzó al 29,3% y de modo directo a través de la experiencia del hambre al 13%. Ambas son las cifras más altas de la década”.
Es lícito tolerar una inequidad de estas dimensiones en una nación con la riqueza de la nuestra y en la que el desperdicio de alimentos alcanza niveles colosales?.
El Papa Francisco lo advierte con toda claridad y sin vueltas: “Los alimentos que se tiran a la basura son alimentos que se roban de la mesa del pobre”.
Ley del Buen Samaritano
Para hacer frente a semejante despropósito en el año 2004 se dictó la Ley 25.989, conocida como “Ley Donal” por aquello de la “donación de alimentos”, también conocida como la “Ley del Buen Samaritano”. Sin embargo el Poder ejecutivo de entonces decidió vetar al artículo 9 que liberaba de responsabilidad al donante por los daños y perjuicios que pudieran producir las cosas donadas.
Esto así la realidad nos confrontaba con la reticencia de los donantes en razón de una norma que, ante una acción virtuosa, no les brindaba la suficiente protección por las eventuales y posiblemente remotas consecuencias de hechos que estaban fuera de su control. Por ejemplo, la manipulación de los alimentos con posterioridad al acto de la donación, el respeto por las cadenas de frío adecuadas, las roturas de envases, etc.
Todo un despropósito que llegaba al absurdo. La propia optimización de los procesos y los costos que tanto ocupan a las empresas se verían favorecidos por la donación de los alimentos: para las propias empresas y los particulares donantes, resulta más económico donar que “descartar”.
Pero, por aquello de que “no hay mal que dure cien años”, el 10 de octubre de 2018 el Congreso de la Nación Argentina, receptando todas las críticas anteriores, con lógica y sensibilidad, aprobó, con una virtual unanimidad en las dos Cámaras, la Ley 27.454 que básicamente establece la liberación de responsabilidades a los donantes de alimentos en buen estado.
Reglamentación detenida
Entonces y dicho todo lo anterior la pregunta es porque no hemos asistido a un cambio radical en este estado de cosas?. La razón es tan simple como inexplicable: desde el mes de abril de 2019 está la reglamentación de la ley “parada” en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación a la espera de la creación del “Registro de Instituciones de Bien Público Receptoras de Alimentos”, establecido en la ley. Un trámite que con la voluntad suficiente puede llevar unos pocos días (horas?) cumplimentarlo.
Mientras tanto el frío 13% del cuál hablaba el índice de la U.C.A. tiene el nombre, el apellido y las caras de cientos de miles de niños/as argentinos que cada noche se van a dormir sin un plato de comida. Muchos más si sumamos a los ancianos y a las otras colectividades vulnerables. No es justo que los más necesitados sigan en eterna espera.
Todavía más, en otras legislaciones advertimos que el desperdicio de alimentos está sancionado penalmente como en el caso de Francia y que países como Italia, alientan la donación mediante incentivos fiscales.
Sin embargo y para empezar, no es necesario más que lo que ya tenemos en nuestro país para lograr un cambio de paradigma y asistir a una multiplicación geométrica de las donaciones que sacien el hambre de tantos compatriotas en emergencia alimentaria. Bien importantes serán las iniciativas de difusión por parte del Estado de la nueva ley.
Quedará para el futuro la solución a otros “felices problemas” como es el caso de los desafíos de la logística (vg. transporte, almacenamiento, distribución) para hacer frente a la nueva y virtuosa realidad esperada, las modalidades para que las donaciones lleguen en tiempo real del donante al beneficiario sin intermediarios, etc.
No sigamos robando alimentos de la mesa del pobre. Es todo tan sencillo como pasar de una mesa vacía a una mesa como Dios manda.