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Opinión 16 de julio de 2019

¿Por qué vivir contando calorías no sirve?

por Virginia Busnelli

¿Cuántas veces agarramos un alimento y miramos cuantas calorías tiene o aporta por porción? Pensar que ese alimento es bueno o malo por el número es un error. Pensar que el éxito de una dieta será en base a consumir ciertas calorías diarias, también. Es en ese instante cuando dejamos de ser consumidores inteligentes y nos alejamos cada vez más de los hábitos saludables.

Contamos calorías pero no pensamos en los nutrientes que nos aportan esos alimentos. No pensamos si tienen fibra, grasas saturadas o ácidos grasos esenciales; si son bajos o altos en sodio o si nos aportan alguna vitamina. Pensamos que las bajas calorías son un sinónimo de buena alimentación, nos obsesionamos y nos limitamos a comer determinados alimentos por calificarlos como “engordantes”.

El exceso de información nos confunde y la oferta del mercado también. Cada vez existen más productos bajo la denominación de “light”, “Cero” o “Bajas calorías”. Ahora bien, ¿cómo hará la industria para disminuir la cantidad de azúcares o grasas? La respuesta es simple, agrega otros ingredientes que lejos están de ser beneficiosos para la salud.

Los años y el éxito de las dietas nos enseñaron que realizar un plan alimentario saludable no es una cuestión de cuentas sino de inteligencia. La clave está en moderar las porciones y controlar la frecuencia de los alimentos que no son tan saludables como también de aquellos que nos resultan más adictivos o tentadores y que tal vez no nos ayuden a cumplir nuestros objetivos como puede ser el descenso de peso.

¿Qué alimentos deberíamos consumir con frecuencia moderada y disminuir su porción? Acá hay que realizar un stop porque no todos somos iguales ni debemos llevar un plan alimentario por igual. No existe una dieta universal. Pero sí tenemos que tener en cuenta que determinados alimentos deberían consumirse con menor frecuencia. No es saludable pasar todos los días por el kiosco y comprar golosinas ni es aconsejable pasar todos los días por la panadería y comprar facturas. Pero, en contraposición, el extremo tampoco es la solución. Prohibirse de un alimento y anhelar su consumo aumenta el deseo de consumirlo. Entonces es aquí donde la educación alimentaria cobra gran valor y debería ser el eje de los tratamientos orientados a modificar la composición corporal.

Luego de tantas pruebas y errores y de tantas dietas mágicas es necesario darle una vuelta de tuerca al tratamiento para el descenso de peso. Se debe hacer foco en modificar la calidad de los alimentos y cambiar de a poco la relación con la comida. No sirve registrar en un papel cuántas calorías se consumen si no se identificar qué nutrientes me aporta ese plato de comida. Con tan solo modificar la calidad alimentaria podemos modificar nuestro perfil sanguíneo y disminuir factores de riesgos asociados al sobrepeso y a la obesidad. Solo resta aprender a diferenciar qué alimentos me aportan un plus de nutrientes en comparación a otros.

Durante mucho tiempo las dietas se han ocupado de restringir el consumo de pastas, fideos, arroz, panes, papa, batata, choclo y demás alimentos con mayor contenido de hidratos de carbono. Es posible combinar los alimentos de forma tal que se puedan incorporar en el día a día sin la necesidad de tacharlos de la lista y también es posible elegir opciones más saludables. Nuestra nueva tarea es aprender a realizar compras inteligentes. Un ejemplo concreto son los fideos: cada vez hay más opciones en el mercado que me permiten reemplazar aquellos de harina de trigo convencional por aquellos integrales. Lo mismo sucede con el arroz. Otro ejemplo es el pan: no es necesario quitar el pan pero si podemos optar por preferirlos en el desayuno o merienda y reemplazarlos por aquellos elaborados a partir de harina de trigo, con avena, centeno y semillas.

Existen también estrategias como por ejemplo consumir pastas un domingo al mediodía sin culpa. ¿Cómo? Incorporando una ensalada que me permita aumentar volumen para disminuir cantidad de ese alimento tan temido. No debemos tampoco dejar de comer papa. Podemos elegir una pequeña y consumirla con su cáscara. ¿Viste? Para todo hay una solución. Solo debemos aprender a comer de forma saludable. No contemos más calorías.

(*): Médica especialista en nutrición y directora del Centro de endocrinología y nutrición CRENYF.