¿Por qué el obispo Pironio corrió peligro de muerte en Mar del Plata?
¿Cómo fueron los días en Mar del Plata del obispo Eduardo Pironio, cuyas virtudes heroicas fueron recientemente reconocidas por el papa Francisco? Corrió peligro, sufrió amenazas, mataron a una estrecha colaboradora y se da por cierto que fue rescatado por el Vaticano. La revisión de nuestros archivos permitió reconstruir aquel capítulo de la convulsionada década del '70.
Por Gustavo Visciarelli
El obispo Eduardo Pironio corría peligro y eso era tan palpable que el gobierno de Isabel Martínez de Perón le ofreció custodia. Irónicamente, el riesgo más visible era la Triple A, creada por José López Rega -oscuro adlátere de Isabel- para “aniquilar la infiltración marxista”.
Con panfletos y pintadas era tildado de “obispo comunista”, mecanismos que podían significar una intimidación o una sentencia de muerte. La última opción prevaleció cuando lo acusaron de Montonero con pintadas en la ciudad. Y más cuando secuestraron e hicieron desaparecer a la licenciada María del Carmen Maggi, su estrecha colaboradora en la Universidad Católica.
Pironio rechazó la custodia invocando, entre otros fundamentos, el riesgo de que uno de sus guardianes muriera en un posible atentado.
El 1° de diciembre de 1975, antes de partir, besó el suelo marplatense en el aeropuerto. El Vaticano había resuelto sacarlo del país y, desde entonces, se da por cierto que fue para salvarle la vida.
“Con los pobres, con los que sufren”
Pironio, con 51 años, llegó a Mar del Plata el 26 de mayo de 1972 para suceder al fallecido obispo Enrique Rau. Aún no se habían cumplido cinco meses de un hecho que marcó a la comunidad: el crimen de la estudiante Silvia Filler en la Facultad de Arquitectura.
El general Alejandro Lanusse -último presidente de facto de la “Revolución Argentina”- había convocado a elecciones para marzo de 1973 y el inminente regreso de Juan Domingo Perón acaparaba el universo político de un país convulsionado.
Pironio, un sacerdote progresista de estrecha relación con Pablo VI, había participado en el Concilio Vaticano II e impulsaba la Teología de la Liberación. En 1968, siendo secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), influyó en la Conferencia de Medellín que delineó el perfil de la iglesia latinoamericana postconciliar. A poco de llegar a la ciudad fue designado presidente de ese organismo, función que lo apartaría frecuentemente de la diócesis.
En su primera carta pastoral en Mar del Plata habló de una iglesia “en diálogo salvador con todos los hombres, específicamente con los pobres, con los jóvenes obreros, con los que sufren”.
Pironio en una colación de grados en la Universidad Católica. Quien entrega el diploma es la licenciada Maggi, secuestrada y asesinada en 1975.
La universidad de los ’70
En Mar del Plata coexistían la Universidad Provincial y la Católica, que era privada y dependía del obispado. La Facultad de Derecho -campo estratégico en los futuros conflictos- funcionaba en la última y tenía su sede en el Pasaje Catedral.
En el terreno universitario marplatense se reproducía la puja nacional entre la derecha y la izquierda del peronismo. La primera estaba representada por la Concentración Nacional Universitaria (CNU), grupo de choque con vínculos gremiales que luego devino en brazo armado de la “depuración ideológica”. Y la segunda por la Juventud Universitaria Peronista (JUP), alineada en la “Tendencia revolucionaria”, que nucleaba a organizaciones no militares y a otras que sí lo eran, como Montoneros, FAR y FAP.
Hacia 1973, la “Tendencia” -de notoria participación en el triunfo de Cámpora y el retorno de Perón- se imponía en las universidades; fenómeno potenciado en Mar del Plata desde 1971, cuando varios integrantes de la CNU protagonizaron el asesinato de Filler.
Una oleada de tomas
El 25 de mayo de 1973 Héctor Cámpora asumió la presidencia y designó como Ministro de Educación a Jorge Taiana, que intentó políticas progresistas en las universidades. El médico azuleño Oscar Bidegain, cercano a la “Tendencia”, se hizo cargo de la gobernación bonaerense.
Pronto se desató en todo el país una oleada de tomas con marcado sesgo territorial. La “Tendencia” hizo valer la supremacía en las universidades y las tomó para “interrumpir el continuismo” del régimen de facto precedente. La ortodoxia ocupó distintas dependencias públicas “para protegerlas”, obviamente de la “Tendencia”. En Mar del Plata fueron tomadas las dos universidades, el Hospital Regional, el INE, Entel, el Auditorium y LU6.
Otro desencadenante se sumó en esos días a la crispación política local y lanzó a los estudiantes a las calles: la libertad de los procesados por el crimen de Filler merced a la amnistía de Cámpora.
Asamblea estudiantil en la Universidad Católica, año 1974. El joven de la izquierda era Enrique “Pacho” Elizagaray, asesinado en la noche del “cinco por uno”.
“Gente herida”
El 31 de Mayo comenzó la toma de la Universidad Provincial de Mar del Plata. Los carteles colgados en el rectorado de Diagonal Alberdi y San Luis rezaban: “Por una Universidad del pueblo en una patria liberada”. El gobernador Bidegain satisfizo las demandas con la designación de un joven rector: el sociólogo Julio Aurelio.
El 1° de junio la toma de la Facultad de Derecho de Universidad Católica -a la que después se adhirió Humanidades- catalizó una batería de reclamos que ya venían en marcha y que incluía la renuncia de las autoridades académicas, reformas en los planes de estudios y “flexibilización” del arancelamiento.
Pironio los sorprendió anunciando la gratuidad en el marco de un plan que, según dijo, estaba previsto antes de la toma: desafectar la Universidad Católica del obispado y provincializarla mediante su fusión con la bonaerense en un proceso de tres años. También ejecutó una serie de medidas innovadoras en los planes de estudios y políticas internas de la universidad, trance que precipitó la renuncia de quienes ejercían cargos jerárquicos.
El 17 de junio de 1973 Pironio admitió ante la prensa que los proyectos que se venían realizando se vieron “desbordados desde principios de junio” y reconoció la existencia de ánimos lesionados. “Me duele -dijo- que haya quedado gente herida y la comunidad algo dividida”.
Cambios acelerados
El 15 de junio asumió como rector de la Universidad Católica el abogado Hugo Grimberg. LA CAPITAL lo definió como “defensor de presos políticos, miembro de la Juventud Peronista y colaborador del gobernador Bidegain”.
La relación entre Pironio y Grimberg dataría de 1967 cuando el abogado prestó servicios legales para el obispado de Avellaneda donde se desempeñaba el religioso.
Su presencia en Mar del Plata fue esporádica porque también asumió la presidencia del Superior Tribunal de la Rioja, donde Carlos Menem empezaba su primera gobernación. Después del golpe del ’76 sería su defensor.
En su discurso de asunción, Grimberg se pronunció contra “la formación de elites” y a favor de una universidad “absolutamente enraizada al pueblo al que debe cumplir”.
Mano derecha de Pironio
La secretaría general de la universidad recayó en el abogado Daniel Antokoletz, reconocido defensor de presos políticos que trabajaba como asesor de Cancillería.
Luego de una breve actuación en la ciudad y tras recibir amenazas, pasó a desempeñarse con Grimberg en la Rioja. En noviembre del ’76 fue secuestrado en Buenos Aires y permanece desaparecido.
El abogado Mario Portela, quien dictaba clases en la Universidad y años después sería Juez Federal, asumió como Decano de la Facultad de Derecho. Y otra docente de esa casa de estudios, la licenciada María del Carmen Maggi (“Coca”) fue elegida Decana de Humanidades.
Integrante de los movimientos juveniles católicos, era una comprometida militante social sin pertenencia partidaria. Declinó percibir sueldo y se sustentaba dando clases en distintos establecimientos educativos. Fue, sin dudas, la mano de derecha de Pironio en la Universidad.
Entierro de Marcelino Mansilla, secretario general de la CGT, quien fue asesinado a balazos en agosto de 1974 frente a su domicilio.
La violencia que vino
El 20 de junio de 1973 la Masacre de Ezeiza inició un camino sin retorno en la confrontación interna del peronismo. El 23 de septiembre Perón fue elegido presidente y dos días más tarde asesinaron a su hombre de confianza: el líder de la CGT, José Ignacio Rucci. Montoneros se adjudicaría el hecho dos años después. Ese crimen había tenido su modelo a escala marplatense un mes antes -el 27 de agosto- con el del secretario de la CGT local, Marcelino Mansilla (UOCRA). Las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) se lo atribuyeron.
El 19 de enero de 1974, el ERP perpetró el cruento asalto al Regimiento de Azul y Perón lanzó la proclama de “aniquilar este terrorismo criminal”.
Siete días después, el gobernador Bidegain se vio forzado a renunciar (Perón le adjudicó “tolerancia culposa”) y fue sucedido por su vice, Victorio Calabró, dirigente metalúrgico forjado en la ortodoxia peronista.
Consecuencias inmediatas
Los cambios impactaron en Mar del Plata. El 12 de marzo, Julio Aurelio fue desplazado de la Universidad Provincial y en su reemplazo llegó Pedro Arrighi, un economista que vino a aplicar “políticas depuradoras”. Asumió en un acto reservado al que asistieron dirigentes de la CGT.
Arrighi se enfrentó con el obispado marplatense y tuvo que irse al cabo de dos meses. El eje de la disputa fue la fusión de las universidades mediante un convenio que no llegó a concretarse. Una colisión de ideas y de acusaciones mediáticas signaron el enfrentamiento.
La situación se desbarrancó el 13 de abril cuando Arrighi designó por su cuenta al abogado peronista Jorge Aguilera como “rector normalizador” de la Facultad de Derecho. La asunción se vio impedida por una prolongada toma estudiantil en la Universidad Católica.
El 18 de abril apareció en los diarios una solicitada firmada por la CGT, 62 organizaciones, CNU, Sindicato de Abogados Peronistas y Comando de Organización, entre otros. Acusaban a Pironio de “convalidar con su silencio la actuación de estas bandas marxistas”.
Universidad Provincial en 1975. Parados: Cincotta, Demarchi y Arrigi. Sentados: Catuogno y Comaschi.
Pintadas contra el obispo
El 23 de abril Arrighi fue cesanteado, pero antes de irse dejó sin efecto el convenio, despidió docentes y en una conferencia arremetió contra el obispo, imputándole “mala fe” y un intento de “extorsión” mediante la venta de la biblioteca de la Universidad a un precio exorbitante.
Quizás esta última acusación -que fue desmentida junto a las otras con un tajante telegrama del obispado- inspiró la frase “Pironio usurero de los sucios Montoneros” que apareció pintada en el pasaje Catedral y en distintos sectores de la ciudad. Casualidad o no, uno de los sitios fue un paredón de la Iglesia Nueva Pompeya, frente al domicilio de la licenciada Maggi.
La grabación de “Coca”
Pironio estaba ofreciendo cursos en distintas ciudades de Latinoamérica cuando estalló el conflicto. Sin Grimberg ni Antokoletz en Mar del Plata, Maggi había asumido un rol central en las negociaciones. En esa coyuntura tuvo que reunirse con Arrighi, quien lanzó improperios contra Pironio y una frase amenazante: “esto se va a solucionar por las buenas o por las malas”.
Maggi salió de ese encuentro inusualmente ofuscada y con una prueba en su cartera: la grabación del diálogo. La enérgica y pública reacción del obispado operó como desencadenante de la cesantía de Arrighi, que no vio frustrado su ascenso: pronto aplicaría sus políticas en la Universidad de la Plata y llegaría a ser Ministro de Educación de la Nación en agosto de 1975.
Línea de tiempo vertiginosa
El 1° de Mayo la “Tendencia” abandonó Plaza de Mayo mientras Perón bramaba: “imberbes, estúpidos”. Diez días después la Triple A mató en Villa Luro al cura tercermundista Carlos Mugica.
Pironio regresó el 12 de Mayo -día del entierro de Mugica- y presidió en la Catedral una misa por la vocación sacerdotal que sirvió, además, como desagravio por las pintadas.
La Catedral estuvo colmada y resultó notoria la presencia de integrantes de los movimientos juveniles católicos, donde Pironio había hecho una tarea prolífica.
Antes de la misa, habló brevemente con la prensa, se mostró impactado por la muerte de Mugica, hizo un nuevo llamado a la concordia y la paz” y sentenció: “No se llega a nada con eso. Se destruye”.
Calabró y la Universidad
La fusión seguía indefinida cuando el 18 de mayo Calabró anunció que la universidad de Mar del Plata sería nacionalizada. Perón murió 43 días después y las políticas de su sucesora, Isabel, siguieron girando hacia la ortodoxia bajo el influjo de López Rega.
Taiana tuvo que renunciar el 14 de agosto de 1974 y fue reemplazado por el médico Oscar Ivanissevich. Su “misión” -así se la recuerda- apuntó a “reestablecer el orden” en las universidades mediante una tarea de “depuración ideológica” que pronto se evidenció en Mar del Plata.
Cambios en la ciudad
Josué Catuogno, antiguo dirigente peronista marplatense, asumió como rector normalizador de la Universidad Provincial. Y a partir de noviembre del ’74, los puestos jerárquicos y “operativos” fueron ocupados por personas ligadas a la CNU.
El cargo de secretario general recayó en Eduardo Cincotta, fallecido en 2009 mientras era procesado por su presunta participación en el aparato represivo después del golpe del ’76.
Gustavo Demarchi pasó a desempeñarse como Coordinador Docente en paralelo con un nuevo cargo que le concedió el gobierno nacional: fiscal federal. Murió en 2021 mientras cumplía arresto domiciliario. En 2016 lo habían condenado a perpetua por homicidios cometidos durante 1975 en concomitancia con individuos de la CNU que ya operaban para la Triple A.
Varios de esos individuos, con exóticos contratos, cumplían funciones de “control y vigilancia” en la Universidad Provincial y también fueron condenados en 2016.
Auto baleado del abogado Ernesto Piantoni. Su asesinato, en marzo de 1975, fue vengado con cinco muertes a la madrugada siguiente.
La violencia desatada
La ciudad no tardaría en reproducir el modelo nacional en clave de violencia desatada.
El 20 de marzo de 1975 asesinaron a balazos en Mar del Plata al abogado Ernesto Piantoni, figura fundacional de la CNU. Su muerte, atribuida a Montoneros, fue vengada la madrugada siguiente con cinco asesinatos, incluyendo el de Enrique “Pacho” Elizagaray, principal referente de la Juventud Universitaria Peronista.
En los meses siguientes se produciría una serie de homicidios con el inconfundible sello de la Triple A: secuestro nocturno y muerte por acribillamiento en descampados.
La CGT y la Universidad
Un olvidado documento que difundió la CGT local el 10 de Mayo de 1975 expresa que la Universidad Provincial había sufrido una conducción “anarquizante” que la convirtió “en foco de la subversión liberal marxista”. Añade que “la actual conducción erradicó de su espacio físico e intelectual a los elementos disociadores” que contestan “con bombas en los domicilios de las autoridades”.
El 5 de mayo de 1975 a las 4.20 una bomba había causado serios daños en Hipólito Yrigoyen 2020, sede de la CNU. La madrugada siguiente un artefacto similar dañó un domicilio de 9 de Julio al 2300 donde vivía el interventor de la Facultad de Turismo, José Luis Granel.
El viernes 9 de mayo a las 0.55 otra bomba destruyó el frente de una vivienda ubicada en San Lorenzo 2915, domicilio del secretario general de la Universidad Provincial, Eduardo Cincotta.
El rector de la Universidad Católica, Hugo Grimberg, y el vicario de la diócesis, monseñor Sirotti, pidiendo por la libertad de María del Carmen Maggi.
Decana secuestrada
Esa misma madrugada la licenciada Maggi fue secuestrada en presencia de sus padres por un grupo parapolicial en su domicilio de Maipú 4087.
El hecho desató repudios de casi todos los sectores y llegó inmediatamente a oídos de la presidenta, que descansaba en la ciudad acompañada de López Rega.
El secuestro significó el final del proyecto de la Universidad Católica, que fue virtualmente diluida y fusionada. También un duro golpe personal para Pironio y un claro mensaje de los riesgos que corría.
El sacerdote Primo Corbelli ha dejado un párrafo explícito: “Su vida corría peligro por aquel entonces. En vísperas del golpe militar de 1976 fue amenazado de muerte reiteradas veces”.
Tras las pintadas, relata Corbelli “tuvo que desalojar el edificio del arzobispado por amenazas concretas de bomba. Su prédica comprometida por la iglesia latinoamericana le valió el mote de comunista utilizado por parte de los mismos sectores políticos y militares que asesinaron al padre Carlos Mugica”.
En su mensaje de Pentecostés del 16 de mayo de 1975, Pironio condenó “todas las formas de terrorismo y de violencia que se están dando casi a diario entre nosotros”.
E hizo un “fuerte llamado evangélico a los responsables” del secuestro de Maggi en procura de su liberación. Desconocía, obviamente, que la habían asesinado una semana antes, la misma noche de su secuestro.
“He ofrecido la vida”
Hacia fines de 1975 la prensa calificó como “sorpresivo” el traslado de Pironio a la Santa Sede, donde alcanzó la dignidad de cardenal y figuró entre los “papables”. Se dio por cierto desde aquel entonces que fue un rescate que el Vaticano nunca oficializó.
La despedida de Pironio no fue oculta. A fines de noviembre celebró en la Catedral una misa extensa y multitudinaria donde se despidió personalmente de cada uno de sus fieles.
El intendente Luis Fabrizio y el Concejo Deliberante lo homenajearon en la Municipalidad, donde dijo: “Yo he buscado la paz, siempre. Y por eso me ha dolido cuando se ha querido identificar mi postura y mi presencia con alguna actitud de aceptación de la violencia. He ofrecido públicamente mi vida por la paz de mis hermanos”.
Pironio se enteró en el Vaticano del hallazgo del cadáver de Maggi, el 23 de marzo de 1976, semienterrado en Mar Chiquita. Estuvo lejos de conocer la condena a los individuos de la CNU-Triple A que la asesinaron, pues murió 18 años antes, en 1998.
Su proceso de beatificación comenzó en 2003 y sólo resta la comprobación de un milagro para que se concrete. El 18 de febrero pasado el papa Francisco cumplió el penúltimo paso al reconocer por decreto sus virtudes heroicas.-