Por esa sana costumbre de estar siempre cerca de la pelota
Tato Rodríguez y Eduardo Dominé anticiparon con LA CAPITAL el clásico de leyendas entre Peñarol y Quilmes, todo un acontecimiento para el deporte de la ciudad.
Pasión compartida. La cancha, la pelota, el básquet. Eduardo Dominé y Tato Rodríguez, dos leyendas.
“El primero lo meto seguro”, afirma Eduardo Dominé. Sale su tiro, impecable, la pelota vuela y entra limpia, apenas acariciando la red del aro pero no su borde. Enseguida Tato Rodríguez recoge el guante, también la pelota, y repite el logro. “Yo también puedo, ¡eh!”, replica. Y siguen un rato. Sin fallar. Las manos y las muñecas están intactas. Las ganas también. Por eso, la previa del superclásico del básquetbol 2022, aunque diferente, la viven con la misma pasión. Sin olvidar quiénes fueron y, al mismo tiempo, aceptando quiénes son.
Ambos fueron capitanes, referentes y exitosos en los dos equipos de la ciudad. Y acérrimos rivales. Claro que el tiempo ha pasado, los dos han vivido muchas cosas y el respeto y el afecto se reflejan en el abrazo del reencuentro.
Además, tanto uno como otro se encargarán de afirmar más de una vez que esta prueba del superclásico tiene que ser una fiesta. Con pasión y sin excesos. Porque puede sentar las bases para que se convierta en una nueva tradición. Y que la nota simpática de las leyendas apenas es una parte del verdadero partido que jugarán los planteles actuales.
Gracias a la gestión de los responsables de prensa de cada club, Juan Martín Alliani (Peñarol) y Máximo Falaschini (Quilmes), LA CAPITAL reunió a ambos jugadores en el Polideportivo “Islas Malvinas”, escenario ideal para una entrevista imperdible.
-La gente, la prensa, todos extrañamos el clásico. Se supone que a ustedes les pasa lo mismo…
– Dominé: Sí, obvio. Siempre digo que vamos a ser jugadores toda la vida. Y entendemos toda esa dinámica que se vive. Vamos a tratar de vivirla de la misma manera. Siempre se empezaba a sentir una semana antes. Era el partido que más esperábamos, que más queríamos jugar. Está buenísimo que se juegue otra vez. Los dos clubes estamos transitando el centenario, tenemos una historia no solo dentro de la Liga Nacional de Básquetbol, sino dentro del deporte de Mar del Plata. Estar un ratito en la cancha, acompañar y ayudar a que la gente pueda venir y recordar, está muy bueno.
– Rodríguez: En particular, a mí el clásico era algo que me encantaba jugar. Te preparabas como para otro campeonato aparte. Me acuerdo de que el Oveja (Sergio Hernández) siempre me decía que si me yo me hubiese preparado para todos los partidos como me preparaba para el clásico, hubiera sido el mejor jugador de la Liga (risas). La verdad es que uno lo vivía de una manera diferente. Siempre. Era hermoso jugarlo. En este caso nos va a tocar poder jugar un ratito más, como veteranos o como leyendas. Pero además de ese aporte nuestro, lo más importante es que va a haber un Peñarol-Quilmes entre los equipos de Liga y eso es hermoso. Creo que Mar del Plata tiene que disfrutarlo al máximo, cuidarlo y ojalá pronto pueda volver ese clásico que tanto nos dio y tanto representa para la ciudad.
– ¿Cómo se lo imaginan?
– Dominé: Como algo divertido. En principio parece que va a ser como un trámite y yo creo que de los dos lados vamos a querer ganar, es obvio. Pasa que nuestras capacidades ya no son las mismas (risas). Tenemos otro tipo de velocidad y reflejos, pero vamos a tratar de hacer lo mejor posible, de pasarla bien y de que la gente nos vuelva a ver a nosotros y a todos los que vengan desde otros lugares. Les agradecemos mucho a todos los que pueden venir. Y también a los que no, porque de los dos lados hemos llamado a varios que no pueden por distintas responsabilidades y sabemos que les hubiese encantado estar. Como decía Tato recién, ojalá regrese el clásico porque Quilmes vuelve a la Liga. Pero si eso no pasa, el clásico tiene que seguir estando todos los años y ser una fiesta para todos. Los hinchas, los dirigentes, los que fuimos jugadores. No tengo dudas de que es el clásico del básquet de Argentina.
– Rodríguez: Imagino que el arranque va a ser divertido. Vamos a recuperar sensaciones. Cambiarse, salir del vestuario. Esas cosas que son únicas para un jugador, y a nosotros nos va a hacer recordar muchas cosas que hemos vivido. Y cuando se acerque el final del partido, supongo que se va a poner lindo porque los dos vamos a intentar ganarlo. Más allá de todo, lo principal tiene que ser disfrutarlo al máximo. Tanto el de Leyendas como el de Liga.
– ¿Se acuerdan cuál fue el primero y cuál fue el último clásico que jugaron?
– Dominé: El primero fue en el Súper Domo, inolvidable (22 de septiembre de 1991). Yo venía de un esguince de rodilla y pude jugar los últimos 7 u 8 minutos. Lo ganamos (72 a 69) y nos quitamos de encima toda esa mufa de que durante cuatro años no habíamos podido ascender, y justo en el debut en la Liga A, le ganamos a Peñarol. Y el último creo que fue en Once Unidos. No me acuerdo ni el resultado, nada (fue el 20/03/98, ganó el “milrayitas” 127-114, que hizo de local en Parque Luro). Todos los clásicos estaban buenísimos. Y todos tenían un condimento diferente. Lo que se vive más es toda la previa. Después, obvio, si ganás, festejás. Y si no ganás, te vas re-caliente.
– Rodríguez: Me acuerdo poco del primero, porque era muy chico, tenía creo que 16 años. Entré apenas unos segundos. Me acuerdo de la emoción y todo al entrar, pero no mucho más (el 5/5/95, en el Polideportivo, ganó Quilmes, 96-88). Fue hace mucho tiempo y yo era muy chico. Y el último fue en el Polideportivo (18/09/10, se impuso Peñarol, 83-57 por Copa Argentina). Por suerte me ha tocado jugar muchísimos. He ganado y he perdido, pero lo importante era la previa. No solo cómo lo vivíamos nosotros, sino cómo se vivía en Mar del Plata. Y no únicamente el ambiente del básquetbol. Nosotros dos, que hemos nacido en nuestros clubes, lo vivíamos muy intensamente también, con una pasión increíble.
– ¿Era más pasional antes? La Liga, el clásico, la rivalidad, todo…
– Dominé: Evidentemente algo diferente había. Nosotros jugamos un play-off y hubo que sacar las butacas para que entrara más gente. Creo que vinieron casi 8.000 personas. Se puede contar la historia que vivió uno. Desde afuera es totalmente diferente. Nosotros jugábamos a cancha llena y era tremenda la rivalidad. Lo podemos decir nosotros, que somos de Mar del Plata y nos conoce mucha gente. En la playa, en la calle, salíamos a cenar o a tomar algo y siempre te encontrabas con alguien de Peñarol o alguien de Quilmes y éramos como referentes. Hoy es distinto. No sé si menos pasional, pero es diferente. Han pasado muchos años de clásico y al principio es como que llamaba más la atención. Pero el clásico va a seguir siendo el clásico toda la vida.
– Rodríguez: Creo que ha cambiado todo. La pasión igual está. Intacta. Pero ha cambiado la vida en general. Los chicos son diferentes. Hay muchísimas cosas nuevas para hacer y eso es lo que por ahí modifica ciertas cuestiones con respecto a lo que hemos vivido nosotros. A mí me tocó jugar mi último partido (sin saber que sería el último) en una final de Liga, con la cancha explotada de gente. Pero ha cambiado la vida y por ende, también el básquetbol.
– Los dos tuvieron carreras exitosas y prolongadas, con finales distintos. ¿Cómo fue el día después?
– Dominé: Tremendo. En realidad, yo tuve una carrera muy larga, estaba muy bien físicamente pero la rodilla no me dejó entrenar más. No podía estar al 100% y tuve que largar. Tenía 40 años. Después volví a jugar en Quimsa, a los 42. Fue muy difícil. Cuando uno quiere tanto lo que hace, es tan apasionado por el deporte, por el básquet, encontrás que te levantás al otro día y estás en tu casa tomando mate. No hay más entrenamiento, no hay más viajes, no hay más entrevistas, no hay más prensa, no hay ningún compañero que necesite algo y no hay más dirigentes que te vengan a reclamar o a decirte que todavía no tienen la plata para pagarte. Todo eso que uno vivió durante tanto tiempo, desaparece por completo. Cuesta muchísimo pero ya lo tenemos asumido.
– Rodríguez: Mi caso fue durísimo. Me tocó salir campeón, creo que estaba en uno de mis mejores momentos, estábamos en plena pretemporada, me sentía cómodo, bárbaro físicamente. Y un chequeo de rutina me sacó a un costado de mi pasión, de mi trabajo, de mi vida. Al otro día, no sabía que hacer. Primero, estaba agradecido de que gracias a ese chequeo lo puedo contar hoy. No sé qué hubiese pasado. Fue bravísimo, porque a los 32 años, no sabía para donde arrancar. Por ahí suena un poco romántico, pero el cariño de la gente de Mar del Plata fue lo que me sacó adelante. Y gracias a Dios, acá estamos, a punto de jugar un clásico entre leyendas, aunque no se puede negar que fue muy duro. Para todos los deportistas lo es. Por más que planifiques el retiro. En mi caso, fue el doble de doloroso, porque era por un tema de salud, del cual me dijeron que era más grave de lo que realmente fue. Una gran incertidumbre de un día para el otro.
– Tienen funciones similares en sus respectivas instituciones. ¿Cómo se llevan con ese rol?
– Dominé: Creo que estamos para tratar de solucionar algunos problemas que siempre genera el día a día. Estoy más en cuestiones operativas del club, en la parte amateur, el funcionamiento, la parte deportiva. Me encanta estar en el club, es mi casa. Me lleva mucho tiempo. Y he aprendido sobre la marcha que estoy para solucionar cosas. Nunca hay descanso. Pero estoy cómodo, llevo tres años en la función y creo que estamos haciendo las cosas bien, así que soy feliz. Siempre les digo a los padres que lo tomo como si yo fuera un chico que estoy entrenando en el club y me gustaría que esté todo bien, ordenado, limpio, tener materiales, los mejores profesores. Es ocuparse mucho, estar. Me gusta. No me cuesta. Como no me costaba entrenar. Es una actividad ágil, divertida.
– Rodríguez: Estoy muy contento. Lo hago por placer, por estar cerca del club, de la pelota. En mi caso, en la parte específica de todo el básquetbol de Peñarol y con la Liga Nacional también. Lo disfruto al máximo. Es cierto que lleva tiempo y uno le agrega todavía más, porque te gusta, estás cómodo y siempre estás haciendo algo. Lo hacemos con pasión. Esta es mi quinta temporada, se ordenaron un montón de cosas, el equipo entró en play-offs en la campaña pasada, así que estoy muy contento con lo que hago y siempre pensando en que el club esté mejor.
– Ambos tienen hijos basquetbolistas. ¿Cómo son como padres de jugadores?
– Dominé: Intenso, tranquilo. Intenso, tranquilo (risas). Siempre le digo a mi hijo que aunque juegue bien o juegue mal, la meta o la erre, el amor es incondicional. Uno trata de ayudar a sus chicos, aconsejándolos, estando presente, abrazándolos. No debo variar mucho de la mayoría de los padres que tengan hijos que jueguen a algo. Lo lindo es que nuestros hijos juegan la básquet, lo que nosotros hicimos toda la vida. Matute (Matías, 15 años) no tenía chances de hacer otra cosa. Creo que no tuvo ni un soldadito, ni un autito, pero sí pelotas de básquet (más risas). Lo disfruto. Nos arrima al lugar en que estuvimos siempre. Miramos desde afuera y acompañamos. Estamos ahí, sentimos picar la pelota, el dribbling, comparamos si se parece en algo o no. En eso está buenísimo.
– Rodríguez: Juanse tiene 16, siempre acompañándolo. Me gusta ir a mirar y trato de estar a un costado y dejarlo que disfrute, que haga amigos. Eso es lo más importante. Que esté en el club, que se forme. Es lo que a mí me gusta. Verlo con los compañeros. Me encanta ir a verlo jugar. Obviamente que uno se pone nervioso como padre, pero trato de no meterme. Simplemente mirarlo desde afuera y dejarlo que haga lo que hace porque realmente le gusta. Eso es lo más importante.
– ¿Cuál es el mensaje para la gente que va a ir al Polideportivo el viernes 30?
– Dominé: Que vayan a disfrutar, a pasarla bien, a alentar, a copar la cancha. Que se porten bien, que no pase nada raro ni fuera de lugar, así podemos seguir jugando el clásico todos los años. Tiene que ser una fiesta. Con colores, con cantos. Después, el resultado es anecdótico.
– Rodríguez: Eso. Que vayan a alentar, a disfrutar. Seguramente que los dos equipos van a querer ganar pero todo tiene que terminar ahí. Una vez que suene la chicharra, ya pasó. Tenemos que cuidar el clásico. Lo dije cada vez que me tocó jugarlo. Los jugadores van a dejar todo por sus camisetas, y afuera de la cancha tiene que ser una fiesta.
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