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Cultura 27 de junio de 2017

Poesías, cuentos y textos de Aurora Bernárdez, ahora en libro

Tuvo un vínculo particular con la literatura, "una vocación de oscuridad y de secreto", según dijo. Julio Cortázar la nombró albacea testamentaria mucho antes de su muerte.

“El libro de Aurora” reúne por primera vez la poesía, los cuentos y algunos textos escritos por Aurora Bernárdez, primera mujer de Julio Cortázar y heredera del autor de “Rayuela”, una publicación impulsada por su amigo Philippe Fénelon, autor de la única entrevista extensa que concedió.

Fénelon dijo a Efe que “El libro de Aurora” es “la mejor manera de hacer un homenaje a Aurora”. “Después de su muerte encontramos entre sus papeles unos poemas que había escrito y unos cuentos, que ella no había destruido, pues aunque nunca quiso hacerse valer como escritora, tampoco destruyó lo que hizo”, explicó.

“Creo que siempre tuve una vocación de oscuridad y de secreto” es la frase anotada por la propia Aurora Bernárdez, hacia el final de su vida, en un cuaderno que resume, según Fénelon, “su vínculo tan particular con la literatura”.

El hecho de que no destruyera estos poemas y relatos expresa la idea que tuvo de que “quizá algún día podrían publicarse”.

Mario Vargas Llosa, recuerda Fénelon, siempre estuvo seguro de que Aurora “no sólo traducía -lo hacía maravillosamente-, sino también escribía, pero se abstenía de publicar por una decisión heroica: para que hubiese un solo escritor en la familia”.

Fénelon está de acuerdo con esta tesis: “Después de casarse con Cortázar y metida en el trabajo de la traducción, prefirió no dedicarse a ser escritora, seguramente para no enfrentarse a esa maldición que persigue a las parejas de escritores, en la que uno sobresale sobre el otro o uno es visto como más interesante que su pareja”.

La poesía recogida estaba en una parte de la casa familiar mezclada con otros papeles del domicilio, donde Fénelon había ordenado los papeles y la biblioteca diez años antes de la muerte de Aurora. Las agendas estaban en un cajón de un pequeño despacho, donde Cortázar habría escrito “Rayuela”. “Tras ver el material, vimos que tanto la poesía como los cuentos eran interesantes y estaban prácticamente todos terminados”, señala el amigo y entrevistador de Bernárdez, quien ha incluido una transcripción de esa larga entrevista en el volumen publicado por Alfaguara.

De los cuadernos, Fénelon se hizo cargo de su recopilación desde 1979 y los escritos se organizaron por temas: sus viajes a Santiago (1956), al argentino río Belgrano (1960) o las localidades españolas de Dei… (1979), Sanlúcar (1989) y Barcelona -el último en febrero de 2002-.

Ilustran su interés por la escritura o por el arte en general entradas de esas agendas como las que dedica a Pizarnik, Saint-John Perse, Silvina Ocampo, Jane Austen, P.D. James, Cortázar, Keats, Beckett, Henry Moore, Tintoretto, el “Guernica” o Andy Warhol.

Tras la transcripción de unos sesenta poemas, “El libro de Aurora” recoge los ocho relatos que escribió, ambientados mayormente en la Buenos Aires de su infancia: “La merienda”, “Capelladas”, “Una visita”, “El finado”, “Adelaida rota”, “Madame Nicole”, “Irene” y “Arrancada”, este último “bastante autobiográfico”, como la propia autora aclara en una nota final. El volumen se cierra con la entrevista que Aurora Bernárdez concedió al compositor y cineasta francés Philippe Fénelon en marzo y noviembre de 2005, a instancias de ella, para el documental que se estrenaría posteriormente sobre Cortázar, “La vuelta al día”.

De origen gallego, Aurora Bernárdez rehuía de todo protagonismo y ejercía la literatura de puertas para adentro, en la más estricta intimidad. “Julio fue un hombre para afuera, mientras yo seguí siendo para adentro”, le confesaba a su viejo amigo Fénelon, responsable de la edición de sus textos junto a Julia Saltzmann.

En esa entrevista, confiesa Fénelon, Bernárdez se reveló además como “una brillante conversadora, tocada por la gracia de la ironía y dotada de una memoria prodigiosa: ‘Es tan difícil hacerme hablar en público como hacerme callar en privado'”, le advertía. A pesar de estar separados, Bernárdez se mantuvo siempre en contacto con Cortázar, que la nombró albacea testamentaria mucho antes de su muerte, y acabó cuidando de él cuando enfermó.



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