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Cultura 7 de noviembre de 2016

Poema de Luis Formaiano

(del libro "Poetas Profanos")

Los amantes
Viñetas de una pasión homoerótica

A las 17
En una terminal desierta
Te estaré esperando

Día uno

Prometieron verse
Lejos de todo
Incluso de ellos mismos

Un micro avanza con lentitud
El amante que viaja en él
Duerme con los ojos abiertos

Al final de la ruta
Alguien lo espera
Con el corazón desbordado
Y una ilusión conservada
En una marquilla vacía de cigarrillos mentolados

El micro llega con retraso
Al bajar, el otro amante está ahí parado
Esperando con lágrimas detrás de sus lentes oscuros

Un abrazo, como tantos otros
Pero diferente
Los amantes están solos en territorio desconocido

Se miran, se buscan, se sonríen
Se necesitan, se prometen, se callan
Por miedo a romper el ensueño

Caminan por la larga avenida
En dirección al hotel
Al final de la calle, el
Y un amor que no es ni podrá ser

Festejan la primera noche
Festejarán la segunda noche
Se aborrecerán en la tercera
Para reencontrarse en la cuarta

Tantos poemas no escritos
Tantas miradas esquuivas
Tanto corazón silente
Tanto tiempo desperdiciado
Mirando el mar, sentados uno al lado del otro
Dejan que sus miradas se pierdan en el horizonte
Que se vayan lejos
Donde tal vez se atrevan a lo que no se atreven en ese presente

Mas tarde, la piel de ambos habla a gritos
Pide, reclama, sentencia
Ambos combustionan en un abrazo
Y el cuarto del hotel se transforma en una hoguera

Silencio, noche, solo se escucha el mar
No duermen abrazados
Cada uno habita una punta de la inmensa cama
Cada uno defiende su puesto en el desierto blanco

Acaso es solo fragor?
Acaso hubo una malinterpretación?
No… lo que es, es, pero saben que no será después

El presente se les desvanece en las manos
Como la arena de l aplaya entre los dedos
Les carcome los ojos
Y los llena de dolor

Se eligieron sabiendo
Se amaron sin saber que podrían
Se necesitan sin decírselo
Se separarán heridos de muerte.

Quedate un rato más en mi vida
¿Cuánto es un rato más?
Desde ahora hasta que se termine el tiempo

Día dos

Amanece… cada uno en su trinchera
Un nuevo día entre lso días contados
Paseos silenciosos contra el azul del cielo
Las nubes negras van por dentro.

Se funden en un beso a la orilla del mar
Beso que se lleva el viento
Y se deshace en el cielo
Para volver a habitar sus labios transformado en un nuevo beso

Largas caminatas bajo el sol
Los llenan de energía y esperanza renovadas
Aunque no llegue a ser
Harán de cuenta que sí lo es.

Con esa mentira transcurre el día
Y una segunda noche de amor
Bajo la luz de una sola estrella
Que ominosamente anuncia una fatal noticia.

Y que quedará de nosotros
Absolutamente nada…

Día tres

A las seis de la mañana suena un teléfono
Un amante atiende, el otro duerme pesadamente
Alguien, amigo de ambos, ha muerto del corazón

La muerte horada el sueño de los amantes
Se entroniza entre ambos
Uno llora, el otro duerme
Pero el que llora, desespera

Siente que la muerte puede acontecer ahí
Entre ellos
A uno de ellos
Sin que el otro atine a nada
Morir en el silencio y la oscuridad de la noche

pero así como la vida puede apagarse de un soplo
También puede disolverse la historia que ellos viven,
Tejida con hilos de telaraña

Uno de ellos ya no volverá a dormir
La luz de la calle penetra por las cortinas
Que proyectan rectángulos luminosos
Que danzan, fantasmagóricamente, sobre la pared del cuarto

Solo, en su esquina, el amante despierto
Se arropa, atragantado por el miedo
La vida es eso
Un hilo fino y frágil

Esa comprensión permea todo su día
Porque el amor entre ellos es tan frágil como la vida
Visitan un museo, se sacan fotos
El mar de fondo cambia de color
Una única nube pende del cielo
Preludiando que esa noche habrá otra tragedia
Cuando los cuerpos vuelven a encontrarse en el desierto blanco
Uno de ellos lanza una confesión de amor desesperada
Que produce rechazo en el otro amante
Quien habló, se retira, llorando, a su trinchera

El amor duele,
El amor ilegal duele aún más
Y ciertas cosas nunca deberáin ser dichas
Porque rompen la magia de ese ensueño

Noche en vela
En espera
Detrás de la trinchera
Hay mucha soledad

El amante extiende su mano a través del desierto
Llega a la espalda del otro
Llevando una bandera blanca
Pero no hay donde asentarla
Esa espalda es una fortaleza dura como el acero

Retira su mano
Cubre su boca
Llora en silencio
Se apaga la noche

Lo que nunca puede olvidarse
Quema en el alma hasta la muerte

Día cuarto

Ultimo día completo
Otro museo, muchos silencios
Pero el amante de espalda de acero
Finalemnte cede.
Coloca su brazo alrededor del otro
Lo consuela, lo mima con ternura
Lo conduce al muelle
Donde le pide un beso

Luego del beso
Declara el muelle como propiedad de ambos
Y dice que cuando vuelva
El muelle los estará esperando

Ven la puesta de sol
El cielo se vuelve un telón
de celeste apagado
Sus almas se opacan
Con la última luz del día

Sale la primera estrella
Piden juntos un deseo
Se toman de la mano
El tiempo apremia

Desde la playa miran la costa iluminada
Como un mágico pesebre poblado de luces

El mar está calmo, inmóvil
El viento se detuvo
La luna en menguante
Comienza el duelo

Esa última noche cruazan el desierto
Susurrando en voz baja
para no despertar al silencio

Duermen casi abrazados
Protegiendo mutualmente sus sueños
Visitándose por última vez
Antes del adiós
La última mañana
Van a despedirse del mar
El cielo está negro
Lloverán lágrimas de tristeza

El muelle que compró su amor furtivo
Es hoy azotado por el viento
Borrando el recuerdo de se beso
Que se ahoga en el mar

Suben al micro
El amante de la espalda de acero
Toma de la mano al otro
Que se sorprende

ciertos gestos llegan demasiado tarde
El regreso es inminente
Ese gesto es como despertar en lo mejor de un sueño
Ese gesto se evaporará en la ruta

están volviendo a la vida
Habiendo atravesado la muerte
Sabiendo que su amor tiene fecha de caducidad
Esperanzados de que se día, tal vez, nunca llegue…

*******

La muerte

La muerte siempre estuvo presente en mi familia.
Como un integrante más,
se sentaba a la mesa entre nosotros
y no devoraba en una ceremonia de cierre
impregnando las manos de mi madre
quien, mientras me amamantaba,
lavaba cadáveres de desconocidos.

Se inmiscuía en nuestros sueños.
Los robaba, los deshacía
para volver a tejerlos de negro.
Como la oscuridad de la fosa.
En un silencio profundo
en el que solo se escuchan
los quejidos de la soga
mientras desciende el ataúd.

La muerte los sobrevivió a todos.
Ahora
espera poder llevarse a la lavandera
a quien ya abrazó varias veces.
Pero
decidió no llevarla aún.
Porque si lo hace
¿quién hablará de ella?