Poder Judicial y después…
Por José Luis Zerillo (*)
Esta semana se ha reanudado una discusión en la Argentina sobre el Poder Judicial, sus órganos y competencias, por lo que intentaremos entrar al debate procurando dejar algunas reflexiones.
Parte de nuestra sociedad pretende, a sabiendas o sin planteárselo, que tomemos las estructuras de gobierno existentes casi como hechos de la naturaleza. Es decir, con un determinismo biologicista, como algo dado que siempre fue así y que lo seguirá siendo por los siglos de los siglos. Pero contrario a ese deseo, los diseños normativos, las formas de gobierno, su estructuración social, no son hechos productos de la naturaleza sino creadas por el ser humano y duran hasta que se decida su modificación.
Con el Poder Judicial pasa lo mismo.
No era hace 250 años lo que es ahora, no lo era hasta que se le otorgo el rol de control constitucional (situación sobre la que volveremos) y no lo será sin duda por los próximos 200 años, porque si algo tenemos que tener en claro que las sociedades avanzan, modifican sus formas de gobierno y también el rol y competencias de sus órganos.
Ahora bien, si la apertura a la discusión es acusando a quienes desean darla de golpistas, pese a que lo hagan con las herramientas que nos da precisamente la democracia, como es la movilización popular y el debate de ideas, entonces será muy difícil pensar que todo lo que el ser humano construye como ser social que es, pueda ser modificado y volvemos así al ejemplo de la naturaleza.
Lo que está es así y quien se pronuncie en contrario es antidemocrático.
No pareciera ser ese un camino virtuoso.
Antes todo era más claro, ya que existía la categoría política definida como “conservadurismo” que hoy ha caído en desuso, pero qué, de haberse impuesto como hegemonía política, no hubiéramos obtenido el voto universal, el voto femenino, el divorcio vincular, el matrimonio igualitario y en otras regiones las personas afrodescendientes seguirían usando un baño segregado para ellos. Ocurre que hoy quienes se oponen a tales modificaciones ya no se presentan para en defensa del estatus quo, sino en defensa de la república, la constitución y las libertades.
Así el debate se obstaculiza.
Proponemos entonces, que tengamos presente que tal como viene ocurriendo, lo normado, lo reglado, sufre modificaciones todo el tiempo y lo que hoy era de una forma puede ser modificado, cuando el paradigma se modifica, cuando la sociedad en términos democráticos decide modificar conductas, estructuras de funcionamiento, en definitiva actualizar las normas que nos rigen.
Y así puede pasar con el Poder Judicial.
Debemos poder discutir si estamos de acuerdo con que cualquier juez del país pueda declarar inconstitucional una norma votada por el congreso que fue elegido con el voto del pueblo o debería hacerlo solo un tribunal constitucional, debemos poder discutir si estamos de acuerdo que exista preponderancia de la burocracia judicial al momento de designar o remover a los jueces y juezas, si estamos de acuerdo que en pleno siglo XXI sean cargos vitalicios, y aún más, discutamos porque le otorgamos a dicho poder la posibilidad de declarar inconstitucional una ley o un acto de gobierno.
Y sobre este último punto me detengo.
¿Es más democrático que hoy cuatro jueces hombres, de religión católica, de un marcado estamento social, descendientes de europeos, es decir sin diversidad cultural, sean representativos de las y los 45 millones de habitantes de la Argentina?
La pregunta incomoda pero intenta abrir un debate.
¿Es más democrático que personas que no son sometidas a la voluntad popular y que son elegidas por la propia burocracia judicial (en mayoría, conforme volvió a establecer la CSJN en fallo reciente) puedan tener el monopolio de la interpretación de la Constitución Nacional?
Así se resolvió hace dos siglos no parece ser una respuesta.
Sorpresa para muchos será saber que quienes están discutiendo precisamente estas cosas son los integrantes del Constitucionalismo Popular Norteamericano, a quienes nadie acusa de ser parte de un régimen dictatorial.
Por todo ello, festejamos el debate y sostenemos que no hay nada más democrático que dar los debates de cara a la sociedad, procurando aglutinar mayorías en pos de una idea y con ello intentar un cambio social, del que por más que muchos rechazan, el Poder Judicial no puede estar exento.
(*) Abogado, magister y dirigente del Frente de Todos.