Por Alejandra Lagraña Varela
Internada en el psiquiátrico y con el alta firmada, la asistente social hacía los trámites del viaje para que pudiera volver a su casa. Tardó seis meses en volver donde la esperaba su hija de siete años y su madre, quien cuidaba de esa niña. Cuando le llegó la noticia de que ya estaba su pasaje para Rawson la alegría y la ansiedad le invadieron el cuerpo.
Me ofrecí a llevarla a la terminal, ya que había que asegurarse que subiera al colectivo, no tenía un peso en el bolsillo, mi compañera que tiene un corazón más grande que otros, le dio doscientos pesos. También yo le comunico a una profesional lo de la falta de dinero, alguien le facilitó cien pesos más, era largo el viaje, no era directo sino que tenía que ir a Retiro y hacer trasbordo.
Mientras esperaba la hora de partida aproveché para dialogar y le pregunté cómo había llegado hasta esta ciudad. Me dijo que a dedo, como acostumbraba, y que no era la primera vez, ya que viajaba por todas partes, conocía la provincia de Córdoba, Buenos Aires, ciudad de Comodoro Rivadavia y hasta había llegado a Brasil donde pasaba el tiempo en la playa, vendía pulseritas que ella misma confeccionaba, había aprendido a los ocho años de edad.
Su primo le enseñó. Me dijo que si vendía un millón de pulseras sería millonaria, que tenía la ilusión de algún día ir a Cataratas con su hija y su madre, que había estado ocho meses en Gaíman en una huerta recuperándose de las adicciones y allí conoció al papá de su única hija, también me dijo que ahora no consume más.
A veces la independencia y autonomía nos lleva por diferentes caminos en la vida. Ella contó que a sus cortos veintitrés años de vida viajó a dedo por muchas provincias de la Argentina a veces en camión otras alguien que se apiadaba a llevarla en su auto, en Mendoza visitaba el casino y cuando ganaba dormía en un hotel, cuando no, dormía en un camión. Se enciende el motor del micro precalentándolo, ella sube en la parte de arriba y saluda, arranca y agito mi mano saludando… ¡Suerte piba, ojalá tus sueños se cumplan! ¡Buen viaje Betiana!