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Cultura 31 de octubre de 2016

Pinceladas de la ciudad (Mar del Plata desde adentro): Prueba de fuego

Por Pablo Garcilazo

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Tarde calurosa primaveral en Mar del plata. Hora de la siesta. El aire está espeso, apenas hay viento y un silencio más que tranquilo. A lo lejos se escuchan voces de algunos chicos y ladridos de perros. Muy despacio, imperceptibles. Hay que prestar bastante atención para oírlos. Estamos en Parque Palermo, al sudoeste de la ciudad.

Este silencio en ciertas horas del día es como una sinfonía premeditada durante muchos años por vecinos y vecinas de la ciudad. Y es claro. Puertas adentro de nuestras casas la individualidad, la familia, nuestro reposo, están ahí, en esa porción de tierra que nos espera.

El silencio asociado a la calma, al no pasa nada, al ¿ahora qué hacemos? Y no decimos ni hacemos nada, al aburrimiento, a algo estancado en una zona gris indefinible de lo que está pasando está presente. Algo subyace que es preferible no elaborar ni contar.

No hablar es hablar, callarse es gritar señaló bien Jean Paul Sartre. Sin embargo acá el grito hacia afuera con todo clamor y vehemencia fue más que necesario. Era muy difícil quedar a un lado, en la indiferencia.

De repente, lo inesperado. Gritos, voces muy fuertes al sonido de ¡se me quema la casa! ¡Se me quema la casa! Había empezado a arder una casilla de madera por un desperfecto producido por un calefactor eléctrico enchufado toda la noche. El fuego seguía ardiendo y estaba tomando una planta de la casa vecina y pronto parte del techo. Ella gritaba con desesperación. No había tiempo para la duda. Había que actuar sí o sí.

Los vecinos y vecinas fueron saliendo de ese silencio y algunos fueron rompiendo la quietud, la observación, lo pasivo, ese no te metas indiscutible que parece un ADN argentino. Pero también la acción solidaria sin ambages.

Fueron sacando las garrafas, desde adentro de la casa se tiraba agua con cuatro baldes de 20 litros y desde el terreno donde ardió la casilla se cortó una manguera de agua de instalación para ir dispersando el fuego de a poco. A los 7 minutos llegaron los bomberos. El fuego estaba controlado. La suma, sumaba bastante bien.

La casilla y las pocas pertenencias del vecino se esfumaron en minutos, la casa lindante se salvó del fuego y las cenizas. Dos caras de lo uno sin lo otro que merecen integrarse y saber que estamos vivos.



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