Picasso y Lautrec, dos genios de la modernidad obsesionados por el dibujo
La exposición se divide en cinco apartados temáticos que enlazan los mundos de ambos artistas. Se podrá visitar hasta el 21 de enero en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.
Un visitante contempla "La serenata" (Picasso, 1965) en el Museo Thyssen de Madrid. Foto: EFE / Chema Moya.
MADRID, España.- A pesar de que se considera evidente la influencia de Toulouse-Lautrec en Pablo Picasso, ninguna exposición había confrontado hasta ahora a estos dos genios de la modernidad que compartieron su obsesión por el dibujo y cuya obra puede compararse desde este martes en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.
112 obras de 58 colecciones públicas y privadas de todo el mundo se han reunido en la exposición “Picasso/Lautrec”, comisariada por el profesor Francisco Calvo Serraller, catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, y Paloma Alarcó, jefe de conservación de Pintura Moderna del Thyssen.
Una exposición que es la culminación de los actos organizados por el 25 aniversario de la pinacoteca, según explicó en la presentación el director artístico del Thyssen, Guillermo Solana, que consideró “chocante” que no se hubiera organizado anteriormente una muestra sobre ambos.
Toulouse-Lautrec (1864-1901) y Pablo Picasso (1881-1973) no llegaron a conocerse aunque coincidieron en París en 1900 y 1901, un período en el que Picasso nace como artista mientras que el francés se está muriendo, recordó Solana, que sostuvo que hay algo “más allá” de la influencia del primero sobre el segundo.
“Se observa una sintonía natural” que hace pensar a uno si Picasso ha sido una “reencarnación” de Lautrec, indicó el director artístico del Thyssen.
En ambos hay además una intersección entre el dibujo y la pintura, un notorio estilo gráfico que les hace “manejar el pincel como si fuera un lápiz”, explicó Solana.
La exposición, que permanecerá abierta hasta el 21 de enero de 2018, no queda circunscrita a la influencia que Lautrec tuvo en el joven Picasso que llegó a París, sino que rastrea la pervivencia de esa huella a lo largo de la dilatada trayectoria del artista español, de más de siete décadas.
“¡Aún demasiado Lautrec!”, bromeaban Max Jacob, Guillaume Apollinaire y André Salmon cuando Pablo Picasso les enseñaba sus nuevas pinturas, recuerda Paloma Alarcó, que explica además que una gran parte de la producción artística de ambos fue un “continuado diario de sus vidas y obsesiones, un desfile de experiencias, fantasías y frustraciones”.
La exposición se divide en cinco apartados temáticos que enlazan los mundos de ambos artistas: “Bohemios”, “Bajos fondos”, “Vagabundos”, “Ellas” y “Eros recóndito”. La primera de ellas une las caricaturas que ambos utilizaron para explorar la personalidad de sus modelos y para sus autorretratos.
En “Bajos fondos” se ve cómo Lautrec marcó el camino hacia un nuevo lenguaje con su repertorio de imágenes del ambiente marginal y bohemio como “Mujer en un café” o “Busto de mujer sonriente” , mientras que de Picasso este apartado muestra el “Moulin Rouge” o “La espera (Margot)”.
En “Vagabundos” se recoge la obra de Picasso y Toulouse-Lautrec dedicada al circo: “En el circo: amazona de doma clásica”, “La reverencia” o “En el circo: entrada a la pista” son algunas obras del francés, mientras que Picasso evoluciona hacia una visión más dramática en “La comida frugal” o “Arlequín sentado”.
La prostitución, que se aborda en el apartado “Ellas”, fue uno de los asuntos que enlazó más estrechamente a ambos, aunque el punto de vista empático del francés está muy alejado de la mirada erótica de Picasso.
La exposición muestra también pinturas eróticas de Lautrec como “La Grosse Maria, Venus de Montmartre” o “Desnudo de pelirroja agachada”, mientras que de Picasso se exhiben desde sus primeros desnudos, como “Jeanne (Mujer tumbada)” o el más pornográfico “Pipo”, ambos de 1901, a los últimos, en los que las formas se vuelven excesivas y desfiguradas.
Ninguno de sus predecesores, ni siquiera Lautrec, había llegado tan lejos, consideró la comisaria Paloma Alarcó que concluyó: “Si Lautrec se había consagrado como pintor de la vida moderna, Picasso se consagra como pintor de la modernidad”.