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Opinión 18 de febrero de 2019

Perdonando a los ladrones

Por Raúl "Bigote" Acosta

En el Teatro América, de Mar del Plata, se presenta la comedia “Chorros”. Si fuese un sumario en la comisaría habría que mencionar a todos los participantes (cómplices).

Chiqui Abecasis. Sebastián Almada. Nancy Anka. Carna Crivelli. Maxi de la Cruz. Rodrigo Noya. Ana Acosta. Ariel Basaldúa. Pachi Pancani. Y Nicolás Scarpino. Todos ellos partícipes necesarios.

Es una comedia que podría llamarse de enredos, porque los hay. Es un paso de comedia cómica, porque lo es. Las comedias dramáticas son especies raras, de las que muchas veces huyen los actores, los espectadores y los críticos. Es una competencia donde tratan de salir empatados en la cantidad de texto y de situaciones la mayoría de los actores. Cuestión de egos de verano.

La traducción y obligadísima adaptación es de Pablo Rey y Manuel González Gil dirige. La música original de Martín Bianchedi no trae un estribillo (frase) que convierta una canción en un hit por fuera de la obra. La música original es para la obra y cumple y dignifica, si se permite el rebusque, casi de eslogan. El texto original es de Henry Lewis, Jonathan Saber y Henry Shields. La Comedia del robo al banco.

Todos estamos avisados, robarán un banco. Policías que no son tales o si, lo son pero quieren ser ladrones. Banqueros que quieren ser ladrones y un gran juego sobre un diamante de un millón de dólares. Eje original. Todo se complica, como debe ser.

La comedia, sin el juego del escenógrafo que hizo un trabajo especial con un lecho y de quien definió algunas situaciones en altura, con arneses, no sería posible. Daniel Feijoó firma el rubro. Todo cuesta, Lo que vale cuesta. Es importante y no es, como muchas comedias de verano, un salón y dos foros. El trabajo debe tener un invierno. También una gira.

Las comedias y los actores avezados suelen escaparse de un juego perverso: la risa del espectador que lleva a prolongar tics, frases, efectos. Finalmente el hábito (mas vicio que virtud) termina por definir el tiempo de un texto esperando eso, lo que se sabe que sucederá. El apoyo explícito del espectador. Suele atentar contra todo el desarrollo. En algunos momentos esto compromete la continuidad pero, ay, ay, la gente se rie y uno debe preguntarse…¿ es lícito retacear una risa demás por un gags excesivamente expuesto…? Allí se queda la respuesta. En la duda.

La obra y la primera risa completa es de Scarpino. El eje lo mantiene un personaje como puede componer (bien) Chiqui Abecasis. Desde la platea, para quien no tiene referencias inmediatas (y están bien investidos de vestuario y composición) la adhesión es con Ariel Basaldúa y Nancy Anka. Tal vez a quienes no lo los conozcan no sorprendan sus actuaciones impecables. Ana Acosta hace años que no falla. Acá tampoco escapará a su destino. La mas que correcta composición. Es una espalda segura de cualquier texto, de todas las escenas.

Chorros se merece un teatro lleno y algo mas, una advertencia que debería, de algún modo, resolverse. No está dicho en la pubvlicidad y se repite, debería informarse. Ni palabras fuera de lugar, ni desnudos, ni golpes bajos. Comedia. Es mucho.

Los actores y el productor, Javier Faroni, apostaron a la honestidad de un trabajo teatral sin tensiones tramposas o crueles. Se llama Chorros pero todos los espectadores salen diciendo que son inocentes, que los perdonen, no saben robar, saben hacer reir; eso no es delito mucho menos en Mar del Plata, la ciudad feliz.