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Opinión 1 de mayo de 2022

Peleas internas, factores externos

Martín Guzmán, ministro de Economía.

Por Jorge Raventos

“La inflación de abril no viene bien”, admitió ayer el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. El funcionario -uno de los miembros del gabinete de Alberto Fernández más combatidos por el kirchnerismo- procuró seguramente anticiparse a noticias decepcionantes que el INDEC revelará a mediados de mayo.

Aunque su colega de Economía, Martín Guzmán, declaró tres semanas atrás que la de marzo sería la marca inflacionaria más alta del año, Kulfas avisa ahora que las expectativas deben ser posteergadas: “No esperamos una baja pronunciada, eso ocurrirá en mayo”, promete. Evoca, inevitablemente, aquel cartelito que lucían años atrás algunos negocios de barrio: “Hoy no se fía. Mañana sí”.
Bifurcaciones
La alta inflación del primer trimestre, el pico alcanzado en marzo y estas previsiones sobre abril no fortalecen precisamente la posición de la Casa Rosada, que debe soportar no sólo la presión de la realidad, sino también el acoso de los seguidores de su vicepresidenta, que le reclaman el cese de Guzmán y el de otros miembros del gabinete. El Presidente y sus colaboradores más estrechos imputan a una deficiente comunicación que no se ponderen más los costados prometedores de la economía: señalan que el desempleo cayó y la producción se incrementó y aseguran que a lo largo del año los resultados también serán favorables en materia de inflación.

En cualquier caso, es muy improbable que el Presidente satisfaga el reclamo K, aunque intente compensar esa reticencia con gestos complacientes para no aparecer como el autor de una ruptura que parece irrefrenable; Fernández le cede de buen grado ese papel a la vicepresidenta.

En los preparativos del acuerdo con el FMI que tramitó Guzmán, y muy claramente desde su aprobación, el Presidente empezó a experimentar una creciente y cada vez más indisimulada agresividad del kirchnerismo pero comenzó también a vislumbrar la consolidación de un terreno -el relacionamiento con Estados Unidos- que venía trabajando pacientemente a través de otras figuras importantes de su equipo: el secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Béliz, el embajador en Washington, Jorge Argüello y el jefe de gabinete, Juan Manzur. Fernández juzgó que ese punto de apoyo externo resultaba vital para que su gobierno alcance el final de su período en las mejores condiciones posibles.

El contexto internacional contribuyó a que esa evolución se produjera. El peso global de China y su creciente papel en la región -y muy especialmente en Argentina- a través del comercio, las inversiones y el financiamiento de obras y proyectos, empujaron a Washington a mirar con mayor atención hacia América del Sur y a hacer pesar en las relaciones con el país aquellos instrumentos con los que puede fortalecerse (o rediseñarse, en cierto sentido) un vínculo constructivo y de largo plazo.

Si inquietan a Washington la presencia de una base china de observación espacial en la Patagonia, los proyectos de colaboración espacial con la República Popular, la penetración china en la minería del litio (Argentina es el uno de los tres países con más recursos de ese mineral estratégico) o su participación en el desarrollo de la industria nuclear (financiamiento y construcción de Atucha III), la manera más eficaz de neutralizar esas preocupaciones es ofrecer alternativas más convenientes. El gobierno del presidente Biden parece haberlo comprendido.

En los últimos meses se ha desarrollado una intensa agenda de reuniones en la capital estadounidense y en Buenos Aires, en los que se ha trabajado sobre una amplia agenda de temas y proyectos de mutuo interés, relacionados con financiamiento, tecnologías de comunicación y satelitales, industria nuclear, energía y cambio climático. La última semana visitó Buenos Aires la nueva jefa del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos, generala Laura Richardson. Más allá de su encuentro con la vicepresidenta, Richardson tuvo reuniones con el ministro de Defensa, Jorge Taiana, en las que se analizó la cooperación estadounidense en materia de provisión de armamento y entrenamiento para las fuerzas armadas argentinas.

Empujado en parte por convicción y principalmente por la necesidad (el respaldo de Washington resultaba indispensable para evitar el default con el FMI) el gobierno de Fernández se ha deslizado a un terreno que el sector K rechaza ideológicamente y del cual el Presidente no cree conveniente apartarse (tanto por las dificultades que acarrearía hacerlo como por su convencimiento de que a mediano plazo ese posicionamiento se traducirá en estabilidad y crecimiento).
Entre el desayuno y la cena
Parodiando a John Maynard Keynes, el núcleo K podría decirle: “En el mediano plazo estaremos todos muertos”. Y en esa opinión el kirchnerismo no estaría solo: tanto entre los adversarios oficialistas de Fernández como en buena parte de la coalición opositora los pronósticos son semejantes: es muy difícil llegar en estabilidad a 2023 con estos niveles de inflación y de erosión de la autoridad. La ingobernabilidad se anticipará mucho a las elecciones.

La oposición política tampoco termina de afirmarse como una alternativa, corroída por enfrentamientos internos e infectada por operaciones cruzadas destinadas a dañar a adversarios de otras líneas.

En la última semana el presidente de la UCR, Gerardo Morales, se declaró víctima de una operación político-mediática motorizada por adversarios internos de su propia coalición y la mesa directiva de Juntos por el Cambio denunció “de manera muy rotunda” lo que definió como “una falsa información”: la presunta noticia de que Morales había acordado con la señora de Kirchner y con Sergio Massa un reparto de representantes legislativos ante el Consejo de la Magistratura.

De inmediato sobrevino otra trifulca a raíz de que la mesa de la coalición opositora decidió, con una declaración pública, cerrar la puerta a una eventual alianza con los libertarios de Javier Milei.“”Hay actores de la vida política -suscribió la conducción cambiemita-, que buscan el quiebre de Juntos por el Cambio, entre ellos Javier Milei que no forma parte de JxC e intenta quebrar nuestra unidad siendo funcional al oficialismo”.

Después de haber coincidido con ese pronunciamiento, el sector más duro (“los halcones”) del Pro, con Patricia Bullrich a la cabeza y el sostén discreto de Mauricio Macri, salió a desmarcarse de esa postura y a considerarla “un error político”. De hecho, los vínculos entre ese sector y Milei vienen estrechándose y el libertario imagina que puede terminar en algún tipo de cooperación. Él diferencia claramente entre los halcones del Pro y “las palomas tibias” de Juntos por el Cambio.

El paisaje de fraccionamiento que exhiben las dos coaliciones mayores incrementa los pronósticos sobre ingobernabilidad que crecen en paralelo con la inflación.

De hecho, muchos de los tejidos políticos transversales que se van urdiendo últimamente, muchas de las conversaciones entre interlocutores de diferentes tribus tienen menos que ver con eventuales martingalas o combinaciones electorales que con preparativos para una temida situación de emergencia. Los cálculos y previsiones sobre las elecciones de 2023 saltean aventuradamente el proceso que debería desembocar en ellas. Conviene no pedir la cena antes de merendar.