Para saberlo todo sobre Lovecraft: la biografía definitiva del creador del horror cósmico (nota 2 de 4)
Se trata de la obra de S. T. Joshi, "Yo soy Providence: La vida y la época de H. P. Lovecraft", con traducción de Carlos Pla. El 15 de marzo se cumplieron 88 años de la muerte del autor de "El color que cayó del cielo".

Estatua de Lovecraft en Providence, Rhode Island, Estados Unidos.
Por José Andrés Bonetti (*)
La teoría estética: el realismo fantástico
Lovecraft lucha y luchará siempre, pero solo será un extraño en este siglo, como bien se titula el capítulo doce de la obra, en el que se estudia el ciclo de Randolph Carter. A comienzos de 1920 empieza a redactar un cuaderno de notas, y aquí falla lamentablemente la traducción: alternativamente se lo cita como “libro de costumbres” (p. 523) y más adelante como “libro de lugares comunes”: maneras dubitativas de trasladar Commonplace Book. El traductor es el conductor al volante de una obra y debe transmitir seguridad al lector. Es un detalle que no menoscaba el mérito de esta edición, pero debe ser señalado a fin de su posible corrección (Encarna Castejón propone “El libro de razón” en su versión de la obra de Michel Houllebecq, H. P Lovecraft contra el mundo, contra la vida). De todos modos, el cuaderno de notas se convertirá en una cantera de imágenes e impresiones, de las que saldrá buena parte de su obra posterior. En él anuncia una novela que llevaría por título El club de los siete soñadores. Joshi sospecha que nunca la empezó a redactar. Pero Lovecraft redacta cuentos: “El Templo” y “Desde el Más Allá”, en el cual aparece la notable idea de la extensión de la percepción sensorial, es decir la concepción de un mundo supra sensorial. Y al año siguiente escribe “Arthur Jermyn” (1921).
De este período tenemos un texto notable, un poema en prosa inspirado por un sueño, “Nyarlathotep” (1920). Este poema tiene una extraña vigencia en la Argentina actual: se trata de una alegoría sobre la caída de la civilización. Nyarlathotep es un showman, un guasón diríamos hoy, que seduce al público con su jerga petulante y le transmite, como virus fatal, un alto grado de locura colectiva. Joshi, con su erudición implacable, añade un detalle que torna la metáfora más inquietante aún para nosotros: la figura del impostor habría estado inspirada en Nikola Tesla (página 537). Lovecraft está en pleno proceso productivo y a “El caos reptante” se le suma “La lámina en la casa”, cuento en el que aparece citada por primera vez la ciudad de Arkham. Todo este relato es una crítica a la teocracia puritana: la raíz del mal se encuentra en el seno mismo del calvinismo (Lovecraft es un anti Weber). El cuento titulado “La ciudad sin nombre” (1921) es el escenario de presentación de Abdul Alhazred, el poeta loco, autor de una copla inexplicable:
Que no está muerto lo que puede yacer eternamente
Y en los eones venideros, hasta la muerte misma puede morir
En “El extraño” (1921) encontramos un marcado carácter autobiográfico, que se anuncia con esta oración: “Infeliz aquel a quien los recuerdos de la infancia solo traen miedo y tristeza”. Los forasteros en tierra extraña siempre encuentran el punto álgido de su vida (y así se titula el capítulo trece de la obra de Joshi): 1921, año de la muerte de su madre. Nueva respuesta positiva, Lovecraft se compromete con el mundo y encuentra a Sonia Haft Greene (1883-1972) y sigue escribiendo. De este período datan Herbert West, reanimador, bajo la influencia de Mary Shelley (en este relato se presenta por primera vez a la Universidad de Miskatonic), y “La música de Erich Zann”, situado en una imprecisa geografía, tal vez París (en relación con este cuento aparecerá el tema de la pseudo correspondencia mantenida con Jacques Bergier). Citemos, también de esta época, una entrada sorprendente en su cuaderno de notas (nuevamente aquí duda el traductor y se lo menciona como “libro de bolsillo”, página 605): un hombre no quiere dormir y toma pastillas para permanecer despierto, finalmente se duerme y algo sucede. Joshi no lo menciona, pero es inevitable pensar en Wes Craven y en Pesadilla en lo profundo de la noche (1984). “Hipno” explora este asunto: los sueños como vía de acceso a otros reinos situados más allá de los cinco sentidos de la vigilia (Macedonio Fernández).
Lovecraft insiste con este tema, el de la expansión de la percepción de los sentidos, elemento crucial de su proceso estético. Es decir, la tesis según la cual la función de la obra de arte es la de proporcionar una visión distinta del mundo: plasmar una idea de la Naturaleza que nadie más ve. El resultado de estas reflexiones teóricas es sorprendente y habla del genio intuitivo de Lovecraft, intacto de la contaminación de una educación formal: al apreciar obras de arte diferentes, con sus visiones diversas, veremos más en la Naturaleza y alcanzaremos una aproximación, aunque débil, a la sustancia misma de la propia realidad (Lovecraft desarrolla esta ricas ideas en una carta fechada en 1929; cuarenta y seis años después, Karl Mannheim las expondrá bajo el concepto de “perspectiva” en su obra Ideología y Utopía). Con Sonia Greene escribe un relato, “El horror de la Playa de Martin” (1922) y su círculo de amistades se expande: Samuel Loveman, George King, C. A. Smith, con quien mantendrá una amistad por correspondencia que solo será interrumpida por su muerte (Aurora Dorada publicó parte de la misma en el volumen titulado Chapitel al alba, colina solitaria, 2024). El cuento “El sabueso” de 1922 merece ser citado puesto que en él se menciona por primera vez al Necronomicón, nombre que, como Nyarlathotep, se inspiró en un sueño. Etimológicamente significa clasificación de los muertos y su autoría se atribuye a Abdul Alhazred, quien lo tituló en árabe Al Azif, un término que Lovecraft tomó de las notas de Samuel Henley al Vathek (1876) de William Beckford (la palabra azif es una onomatopeya que remite al sonido de los insectos, al aullido de los demonios).
La teoría de la historia y la estética en Lovecraft
Además de una estética original, Lovecraft está pensando en una teoría de la historia, como consecuencia de su tesis, citada más arriba, sobre el tiempo, y se despliega en el cuento titulado “El miedo que acecha”: “El pasado es real, es todo lo que hay” y “La historia, en efecto, era todo lo que tenía después de que todo lo demás terminara en satanismo burlón”. Estas tesis merecen ser repensadas por los profesionales del género y remiten, paradójicamente, a Marx y sus meditaciones acerca del tremendo peso del pasado sobre el presente, es decir de lo muerto sobre lo vivo. Gramsci volverá sobre este punto cuando afirma que el pasado no termina de morir y el futuro no termina de llegar, y en esa zona imprecisa del presente se presentan los monstruos. Pero, además, Lovecraft sostiene dos subtesis que lo singularizarán: que el estudio de la historia (y por extensión todo tipo de investigación científica) puede ayudarnos a aceptar nuestro destino y, dos, que hay áreas del pasado, como la resurrección mágica producida a principios del siglo XX, por ejemplo, que es mejor dejar intactas (René Guénon estaría de acuerdo con esta idea).
El capítulo catorce se detiene en un punto central de la estética de Lovecraft, pero lamentablemente vuelve a fallar la traducción y se lo titula Para mi propia diversión (sic, página 637), lo cual puede llegar a confundir al lector apresurado que impugnaba Nietzsche, y resulta además infiel para la idea que quería transmitir Lovecraft: escribir para la autoexpresión, sin objetivo crematístico alguno y vaya que fue fiel a este principio. En este período se produce un cambio radical en su vida: la aparición en marzo de 1923 de Weird Tales, envía cinco relatos y todos son aceptados. Además, descubrirá la obra de Arthur Machen: en una carta de 1923 analizará su obra, centrada en el concepto de pecado, al cual calificará de “curiosidad de la historia intelectual”. Joshi no lo dice, pero Lovecraft, aquí, no está más que reiterando a Nietzsche. Por esos mismos años Chesterton, por el contrario, descubrirá y experimentará la centralidad existencial del concepto de pecado (volveremos sobre esta cuestión teológica en la conclusión de la cuarta entrega). Este mismo año redacta los siguientes relatos: “Las ratas en las paredes”, “Lo innombrable” y “El ceremonial”, en los que vuelve a la carga con la influencia del pasado sobre el presente y sobre la fragilidad de la razón humana. Destaquemos en el último la influencia de la lectura de la obra de Margaret Murray, El culto de la brujería en la Europa Occidental (1921), en la que atribuía la práctica de la misma a una raza pre indoeuropea, que se habría refugiado en la clandestinidad (por ello en muchos textos sajones se llama a la brujería, the old Religion).
La estética lovecraftiana, en aquel año, sufrirá una mutación: tras su temprana adscripción al clasicismo (1919), y con un paso intermedio por el decadentismo (1919-1925), llegará al realismo cósmico, es decir: Lovecraft comienza a ser contemporáneo de su época, abandona su amado siglo XVIII para arribar al XX. Se trata de un cambio radical. Lovecraft se sitúa entre el convencionalismo victoriano y el racionalismo modernista y es por ello que rechazará el verso libre, a la corriente de la consciencia y al caos de T.S. Eliot y J. Joyce, y valorará negativamente su obra como producto de las extensiones ilegítimas de su propio desorden (recordemos que los grandes hitos del modernismo, Ulises y La Tierra Yerma, aparecen en 1923). Lovecraft intentará ser moderno desde el punto de vista de la ciencia, pero conservador estéticamente. Apenas leerá el Ulises, considerando que no merecía la pena dedicarle tiempo y esfuerzo (coincidiendo aquí con el gran escritor deliberadamente olvidado de nuestra patria, Leonardo Castellani).
La teoría estética de Lovecraft está concentrada en su ensayo titulado En defensa de Dagón, en el cual divide a la ficción en tres tipos: romántica, realista e imaginativa, esta última es la que está en relación con el arte en el sentido más literal. Se basa en emociones (como el miedo, al que invoca al comienzo de su ensayo del año siguiente, El horror sobrenatural en la literatura) y se vincula con la ficción romántica. Toma del realismo el principio de verdad, pero, atención, no de la verdad de los hechos, sino de la verdad de los sentimientos humanos. Lovecraft quiere diferenciar ficción extraña de romanticismo (por ello excluye de su canon a Dumas, a Scott, a Stevenson, a los que impugna como pueriles) y procura asociarla con el realismo, al cual considera el modo dominante de expresión en el mundo moderno.
¿Qué tipo de realismo es el de Lovecraft? Uno que se extiende a su concepción de ficción (la verosimilitud), pero que también orienta su postura filosófica. Lovecraft no puede ser realista en cuanto a los acontecimientos, por lo tanto, debe serlo en referencia a las emociones humanas. Y desecha al romanticismo (como interpretación edulcorada de la realidad) contraponiéndole la fantasía, a la cual define como un arte basado en la vida imaginativa de la mente humana. El realismo fantástico de Lovecraft se basa en una posición metafísica, ética y estética: el cosmicismo. El fin del año 1923 lo encuentra trabajando en otro proyecto de novela, La casa del gusano, sobre la cual nada más sabremos.
Este primer tomo culmina en el año 1924, el de su existencia alienada en Brooklyn y del ocaso de su matrimonio con Sonia Greene. Tenemos un escrito que evoca esta época, El fenómeno físico del amor, redactado por Sonia después de la separación, en el cual se transcribe una carta de Lovecraft (tal vez la única que se conserva, pues Sonia se encargó de quemar todo el resto de la correspondencia). La Sra. Green quiso publicar este documento y lo envió, tras la muerte de Lovecraft, a Derleth, quien no lo aceptó. Sonia publicará, tiempo después, la carta en el Arkham Collector (1971) bajo el título de “Lovecraft enamorado”, un documento extraño según Joshi. Durante este tiempo de crisis económica Lovecraft debe trabajar como escritor fantasma y redacta un cuento, “Encarcelado con los faraones” (1924) que será publicado en Weird Tales bajo la autoría del célebre Harry Houdini. Tras una serie de ofrecimientos laborales frustrados y un cambio de editor de Weird Tales, la sombra de la crisis vuelve a cubrir la vida de Lovecraft: sufre un doble colapso, nervioso y gástrico y Sonia tiene que mudarse a Medio Oeste, en búsqueda de trabajo, la separación será un hecho. Joshi remarca que Lovecraft nunca quiso divorciarse y que prefería un matrimonio por correspondencia, nada sorprendente en el hombre que trató de restaurar este género literario. Ante este panorama Lovecraft encontrará apoyo en su círculo de amigos: Kleiner, Morton, Long, Kirk. Joshi elabora breves biografías de estos personajes. Su obra biográfica se multiplica en una galería de espejos de vidas de hombres que entran en la historia gracias a Lovecraft.
Hacia fines de 1924 nuestro escritor está solo y sin trabajo en New York y visita Elizabeth (New Jersey): se inspira allí para redactar un relato de proto ciencia ficción, “La casa evitada”, en el que encontramos una justificación científica para un hecho sobrenatural: está madurando su realismo. La separación de facto con Sonia le dejaba la puerta abierta para retornar a su querida Nueva Inglaterra. El templo barroco de su vida todavía está en construcción, lo que hará con ella en el tiempo que le quede de vida (1924-1937) será el tema del tomo dos de esta encomiable biografía de Joshi.
(*) Para leer la nota anterior de “Para saber todo sobre Lovecraft”, hacer clic acá.

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