Correr y caminar. Quizá vomitar. Parar y mirar para atrás, dos o tres veces. Volver locos a los ojos y sacudirlos, marearse y quedarse parado. Mirar los carteles de la pared izquierda (el otro ojo no funciona), olvidarlos al final del callejón. No usar la palabra calle, pensar en alcantarillas y paredes mojadas, mirar para atrás y correr más rápido.
Tropezar y arrastrar la mano por la pared derecha. Nunca se sabe qué tiene. Vomitar, ahora sí. Mirar al frente y está el vapor. Revolver los ojos y vuelven las náuseas. Gritar y caminar. Mirar a la vieja con el pañuelo en la frente y al gordo de la pizza. Gritar y correr. Dejar que la corriente te avise que llegó la policía. Llorar, otra vez. Resistir patadas y agarrar lo que puedas. Huir, por un rato.
Te cagan a palos otra vez. Ahora buscás los dientes, con el ojo izquierdo. Para el otro, todo es vapor. Llegan los perros y te muerden, otra vez. Te dormiste como pudiste. Al otro día todo es blanco. Las paredes, el agua y la carne. Otra vez, correr, pero ahora quieto. Sacudiendo los ojos y temblando. Todo es interno. Sacar hacia afuera, vomitar y despedir el tubo digestivo. Es un tubo con una palanca que agarra al páncreas y lo parte en tres. Dos salen, uno se queda, resistiendo con el resto. Menos los ojos, que se echaron a rodar por el canal de agua del centro.
Caer por la alcantarilla y recuperarlos. Llega la policía y te saca de los pelos. Te cagan a palos y te abrazan. La próxima va a ser peor. Ahora todo es negro. Mi ropa, el perro que duerme para siempre y una cartera amarilla. Mirar para atrás y volver a empezar. Desear y arrepentirse. Volver a desear algo bueno. No descarrilarse. No querer ser alguien importante. No querer ser querido; o sea, manipulado.
Correr y mirar para atrás. No tener miedo. Asegurarse que no viene nadie atrás tuyo. Recuperar. Acopiar. Sentar el culo y volver a tener los ojos para que todo sea blanco. Esperar lo que sea necesario y crear. Llenar el blanco y poner cosas nuevas, cosas buenas, cosas que sean importantes para otras cosas. No preguntar, solo hacer. Dejarse matar por el sueño y descansar profundo para el otro día.
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