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Cultura 28 de noviembre de 2016

Para matar la poesía: La angustia de la gorda

Por Odda Schumann

www.paramatarlapoesia.com

Y decirle decapitada era una redundancia. Porque daba igual que tuviera la cabeza puesta o no ya que las idioteces que decía le valían por demás para no pensar en que podía tener restos de masa encefálica dentro. Todo coincidía cuando se paraba a mi lado y su tercio derecho me sobrepasaba, anulándome la sombra.

¿Quién piensa en la sombra más que un poeta flaco?… pero ver cómo se borra es angustiante. Y que factura, luego mate, luego factura con mate y las migas en la solapa de la camisa y las manchas de dulce de leche en la planilla de actuación docente. ¡Pero qué hace el dulce de leche dentro de la torta negra! Ella es la única que la tocó, porque el resto, que dicen que son progresistas pero discriminan a los negros y los pobres, ni se atrevió a tocarla.

En eso la gorda se enoja, porque tiene un hermano discapacitado, y como minoría social más o menos se entiende con el resto. Pero los otros se ríen y hacen chistes negros. Y como la gorda está sola contra el mundo la vuelven loca y termina por agarrar otros dos conos de chocolate y se va al baño a relamerse y sacarse el azúcar impalpable de la bola de fraile.

Yo la sigo porque nadie sospecha que pudiera hacerlo y entro al baño y la miro por el espejo. Ella está sonriendo, alienada, como cuando la veo por la ventana de la biblioteca armándose los bucles en el pelo. Y como vive sola, trabaja sola y no tiene amigos, no tiene un punto de referencia actitudinal y a veces desvaría. Cuando está angustiada se nota porque desvaría con la comida.

Y habla de las dietas de los 200 gramos y esas cosas, pero se atraganta mientras saca cuentas de cuántas calorías tiene la media pata de pollo que se comió a escondidas en la sala de auxiliares. Porque en el comedor solo le sirven un plato y ella está como si no hubiera comido nada. Pero la ansiedad de querer ser otra cosa le aceleran el diente y ataca sin cuidado. A veces descarrila con otras cosas.

Esta tarde se tropezó de vuelta con la mesa de la computadora, porque los pasillos son demasiado angostos para ella, y se le salió la cadena. Agarró el monitor por el cable y lo tiró contra la pared, pero también se rasgó el guardapolvo y le dio un golpe al estante de libros antes de caer al piso descompensada. Dijo que se le había bajado el azúcar y que le trajeran otro alfajorcito, que no quería pensar en nada y que solo quería recuperar su estado. Es increíble lo que uno llega a hacer cuando está angustiado…



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