Porque no puede ser de otra manera. Porque todo termina en el mismo lugar. Porque a veces las cosas ni siquiera comienzan para después terminar como el culo. Porque así es cuando querés resumir la historia de tu vida en un puñado de mentiras. Copular y morir. Así me lo dijo en su departamento, casi mirando al río. Poniéndole más ímpetu, quizá fuera todo un mar, pero solo era una pantalla negra. El telón de la ciudad.
La vida al otro lado de la ventana donde cada noche el tipo se sienta en la misma silla con una mujer diferente, ¡qué curioso! Siempre es una distinta a la del día anterior. Y se matan en sexo violento a ver si llega, pero no. Ella después se va y él imagina los colores que quiere desde la ventana del living. Está en el último piso. Si la cosa no funciona, se tira. Me lo dijo. Y no se viene con boludeces. Está mal de la cabeza. Solo espera que pase.
Yo sé que va a terminar muerto. O se lanza al vacío de la ciudad negra o muere teniendo sexo en la silla. No hay otra opción. Y nada es casual. Está medido hasta el punto final. La misma mujer cada noche sería digna de un recuerdo; el recuerdo encarcela ciertos sentimientos; los sentimientos hacen que uno sea vulnerable; la vulnerabilidad te hace hacer desesperar. Y un tipo desesperado puede hacer cualquier cosa, como copular y morir.
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