Paola Valverde, o cuánta poesía hay en el boxeo
SAN JOSE DE COSTA RICA.- La poetisa costarricense Paola Valverde podría ser la única que no sólo se interesó por el mundo del boxeo, sino que, además, escribió un libro de poemas, “La quinta esquina del cuadrilátero” (Arlekín, 2013), que piensa ampliar y reeditar en España la casa “Lápices de Luna”.
La afinidad entre literatura y boxeo es indiscutible. El periodista español José Luis Alvite decía que “escribir es boxear”. Pero la poesía, con contadas excepciones, se ha olvidado del mundo de las doce cuerdas.
Una de esas rarezas es “El último gancho de Kid Fracaso”, poemas de Pedro Flores, o la difícil personalidad de Arthur Cravan, sobrino de Oscar Wilde.
Mujeres que escriban poesía sobre el mundo del boxeo habrá, pero son muy difíciles de encontrar. Paola Valverde es la salvedad.
“No hay nada más lindo que ser agradecido. La poesía tiene que tener esa intención. No tiene que retratar lo bello. Yo escribí un libro que retrató la noche y sus demonios (“Bartender” de la editorial Perro Azul, 2015) y este otro que habla sobre el amor y el boxeo: todas esas luchas internas de cómo dejar los amores que matan pero que luego nunca mueren”, dijo Valverde a Efe.
El escritor español Joaquín Pérez Azaustre escribe en el prólogo de “La quinta esquina del cuadrilátero” que “cruzar los guantes poéticos con la escritura de Paola Valverde es una de las experiencias más estimulantes de la última poesía en español” y que para disfrutar de este libro de poemas “uno debe anudarse los guantes, fajarse en la postura defensiva y subir a la lona”.
Paola Valverde dice: “También pasé todos esos procesos y ahora escribo poesía con más luz, con más colores, más verde. Poesía que sea medicina para el mundo”.
“Me gusta el boxeo. La vida es una lucha por asaltos. Me tocó trabajar durante cuatro años dando clase de poesía en una cárcel de hombres aquí en Costa Rica. Tenía 17 años y me acompañaba mi mamá al no tener cédula. Entré en la cárcel por la poesía, ya que me llamaron porque había publicado un libro siendo adolescente”, aseveró.
“Me enamoré de ese mundo. No sabía absolutamente nada. Todo en lo que creía tuve que botarlo. La poesía era otra cosa: un apostolado y en el caso mío más, ya que me ha gustado trabajar mucho con la gente, con las comunidades. He visto cosas muy fuertes que me han hecho crecer mucho como ser humano”, dijo.
“Entendí muchos temas cómo la corrupción o la adrenalina que se sufre al cometer un crimen y escapar de la justicia, porque me lo contaban los chicos. La sociedad los hizo a un lado desde que eran pequeños. No se les dio amor”, agregó.
“Yo vengo del amor de mis papás, del amor de mi esposo (el también poeta hondureño Dennis Avila), soy feliz y trato de devolver ese optimismo. Pero ¿y si me hubieran violado, o hubiera ejercido la la prostitución desde los 8 años?”, se preguntó.
“El ring es un poema callejero”, escribe Paola en su libro y cuenta: “Una vez me dijeron que el boxeo / era un deporte para varones / miré mis manos angelicales / mis uñas acrílicamente despreciables”, para resolver: “La vida se levanta / y tú insistes en noquearla”.
“Siempre hay un gancho que valdrá la pena en la quinta esquina -escribe Dennis Avila-. En este libro habita la mujer impar, la Perra de Pavlov que ama sin perder el norte del boxeo. Cuando nadie lo ve, sabe aplicar los codos y tiene esa necesidad enferma de querer tocar todo hasta en las fotografías”.