“Oumuamua”, ¿primer objeto interestelar de origen artificial?
La búsqueda de la vida extraterrestre en un libro que analiza el extraño objeto celeste que apareció en 2017 y que detectó el telescopio Pan-STARRS 1.
Por Alejandro Manrique
El acrónimo SETI del inglés “search for extraterrestrial intelligence” representa a la búsqueda de inteligencia extraterrestre, iniciativa impulsada hace unos cincuenta años atrás para la exploración y análisis de señales de radio provenientes del espacio exterior. Diversos proyectos se desarrollaron en forma continua y durante décadas, en una mancomunada labor de los científicos en la búsqueda de mensajes del espacio.
A la pregunta de si existe vida más allá de la Tierra, los variados proyectos SETI trataron de responder con incesantes esfuerzos para determinar las posibilidades de hallazgos y señales de vida extraterrestre. Debatida y con ingentes reclamos de financiamientos a políticos reacios a los emprendimientos de este tipo, la búsqueda SETI se convirtió con los años en una avezada aventura para intentar la comunicación intergaláctica cuya difusión creció y llegó paulatinamente al público masivo.
Pero no solamente señales de radio de origen externo pueden llegar a cautivar a los investigadores. En el mes de octubre de 2017 un objeto celeste fue identificado por los astrónomos en el telescopio Pan-STARRS 1 de la Universidad de Hawai y analizado en su trayectoria hasta que once días más tarde se perdió de vista. No se pudo determinar si se trataba de un asteroide o cometa y fue bautizado como “Oumuamua”, que en hawaiano significa “mensajero de lejos que llega primero”.
De superficie roja y con una trayectoria incierta, brillo variable y gran rotación, unos 400 metros de largo y un ancho de 10 metros, los astrofísicos no se pusieron de acuerdo sobre su origen y comenzó a pensarse como una creación artificial o sonda extraterrestre hasta que un estudio de un equipo internacional de investigadores propuso que “Oumuamua” era de origen natural y por un proceso aún no determinado en el espacio interestelar.
Una especulación que no tardó en ser rechazada por Abraham “Avi” Loeb, físico teórico de la Universidad de Harvard en los Estados Unidos, quien en su libro “Extraterrestrial: The First Sign of Intelligent Life Beyond Earth” (Extraterrestre: el primer signo de vida inteligente más allá de la Tierra), publicado por Houghton Mifflin Harcourt (2021, 222 páginas), explica los motivos por los cuales el objeto no puede ser un asteroide o cometa.
Para Loeb, quien ocupa desde 2012 la cátedra Frank B. Baird Jr. de Ciencia en la Universidad de Harvard, “Oumuamua”, primer objeto interestelar observado por el hombre al atravesar el Sistema Solar, no es una roca común llegada de las estrellas sino un objeto de origen artificial.
En su libro de divulgación científica, Loeb describe la detección de “Oumuamua” –sobre el que ya había determinado en anteriores estudios que no era un asteroide- y especula que el objeto sería un artefacto extraterrestre. Una propuesta que no cae muy bien entre los científicos y que Loeb toma con cierta ironía desde el momento que llama a reflexionar con humildad sobre la implicancia de este descubrimiento: la humanidad no es algo extraordinario ni somos la única especie inteligente del universo.
El autor matiza su provocador texto con experiencias personales en las que no faltan las propias ideas imaginativas, tanto en torno a la ciencia como a la vida diaria. Desde su infancia en Israel, la evocación de sus antepasados familiares y cómo huyeron de Europa amenazada por el nazismo alemán y hasta tu temprana inclinación por la filosofía, disciplina ésta que le fascinaba por la búsqueda de una explicación del mundo en que habitamos.
También se detiene en detallar la sucesión de acontecimientos y las circunstancias de la vida que le llevaron a estudiar física en la Universidad Hebrea de Jerusalén y luego dedicarse a la astrofísica y cosmología en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en los Estados Unidos. Para luego pasar al departamento de astronomía en Harvard y convertirse en un autor consagrado con cientos de artículos científicos en temas variados que abarcan la búsqueda SETI, la evolución estelar y los agujeros negros. Demasiado tarde para cambiar a la filosofía, aunque “…me fui convenciendo que mi ‘pactada relación’ con la astrofísica realmente me devolvió a mi vieja pasión, aunque con un ropaje diferente…”, destaca en forma socarrona en un pasaje de su libro.
En su obra, Loev argumenta con audacia y pasión para que abandonemos nuestra arrogancia como seres únicos del universo. La conclusión a la que llega el autor es determinante: “Oumuamua” debe haber sido diseñado y lanzado por una inteligencia extraterrestre. La extraña aceleración del objeto, entre otros parámetros, sumado a la órbita inusual que no deja estela gaseosa ni partículas en su trayectoria, le lleva a imaginarlo como un delgado disco que se comporta como una vela solar –dispositivos que producen propulsión con una fuerza de reacción al reflejar la luz incidente-, que es impulsada por la radiación solar. Y la naturaleza no produce ese tipo de artefactos, explica detalladamente Loeb en su trabajo.
Además de “Oumuamua” se detectó la presencia de otro objeto en su trayectoria a través del sistema solar: el cometa 2I/Borisov, descubierto por el astrónomo aficionado ruso Gennadiy Borisov en 2019 sobre el cielo de Crimea. Según los estudios astronómicos que pudieron realizarse, su origen es natural y la cola del cometa tenía un tamaño de casi quince veces el de nuestro planeta.
Si bien la posibilidad que “Oumuamua” provenga de una tecnología alienígena no ha sido descartada, la explicación no tiene mucha cabida en la comunidad científica y es tomada con sumo escepticismo. Sin embargo, Loeb se inclina a pensar que deberíamos tener la mente abierta y buscar la evidencia en vez de asumir como natural todo lo que se observa en el cielo.
Al igual que muchas de las señales extraterrestres que han tenido su momento de gloria en la historia de la investigación de la astronomía y han sido consideradas candidatas a ser artificiales, “Oumuamua” sería la primera de nuevas clases de objetos interestelares cuyo origen es incierto y difícil de explicar.
Según Loeb, “Oumuamua” no es el resultado de un fenómeno natural sino el primer signo de vida inteligente de origen extraterrestre que se aproxima a nuestra galaxia, la Vía Láctea, donde se encuentra nuestro planeta Tierra y la especie humana. Su hipótesis abre muchas de las cuestiones más profundas que la humanidad ha tratado de responder, interrogantes que han sido examinados a través de la filosofía, la ciencia y la religión y que abarcan una importancia fundamental para la civilización humana.
En su trabajo, Loeb nos propone abrirnos a las posibilidades de búsqueda en el espacio, especialmente la vida. De otra forma, dice, nos estaríamos perdiendo una posibilidad única de mirar más allá de nuestra especie humana y saber si estamos solos en el universo.