Otra vuelta para “Opio”, la experiencia que rompe moldes y se mete con el teatro
Quien asista al espectáculo puede elegir donde sentarse, mandar un audio de Whatsapp para contar su impresión de la obra y hasta sacarse una foto con las actrices, que hacen de ellas mismas y cuentan cómo es un ensayo teatral. Con Paola Belfiore, Mónica Arrech y Lucila Medjurechán, dirigidas por Mariana Vidal.
Medjurechán, Belfiore, Arrech y Vidal: el grupo Les Débiles.
Después de montar obras como “500 pesos”, “Mundo portátil”, “Teoría del abandono” y “Amame”, el grupo Les Débiles estrenó a fines de 2022 “Opio”, un espectáculo que busca la participación del público, que se vincula al concepto de experiencia teatral y que propone conocer desde adentro cómo es un ensayo.
Siempre con un lenguaje experimental –el sello de este grupo-, la obra regresa al escenario de El Club del Teatro (Rivadavia 3422) este sábado 28 a las 21. Luego se presentará el 18 de febrero en la misma sala y tendrá cuatro funciones seguidas en el mes de marzo.
Ese lenguaje experimental llevó a las cuatro integrantes del grupo, Mónica Arrech, Lucila Medjurechán, Paola Belfiore y Mariana Vidal, quien es a su vez la directora del espectáculo, a trabajar con materiales que abren los sentidos. “Esta grupalidad tiene un cierto gusto común o unas ganas de indagar y de explorar por los mismos terrenos, ningún terreno firme, claro”, empieza Belfiore a desovillar la trama de “Opio”.
“Si nosotras fuéramos carpinteras la obra hablaría de eso, no fue algo elegido hablar del teatro, salió porque somos actrices”.
Vidal, agrega: “En general siempre tratamos de huir de la bajada de línea, que el público también vaya armando y vaya viendo por dónde va, no darle algo tan cerradito en el discurso y en lo que estamos contando también”.
“Siempre estamos tratando de romper el molde –sigue Arrech-. Nunca estamos conformes con el que hay, queremos buscar algo más, no buscamos lo cómodo, a veces los actores tenemos eso de agarrarte de lo que conocés, de lo que te queda bien, de lo que sabés que te resulta y nosotras tratamos de no, tratamos, no quiere decir que siempre lo logremos, porque todas tenemos un estilo y luchamos en contra de eso, luchamos para no repetirnos”. Que sea Vidal por primera vez la directora de este nuevo proyecto pone de relieve ese deseo de mutación constante que tiene el grupo.
Medjurechán, por su parte, habla de mostrar el caos, los hilos, lo desprolijo, la mugre en cada una de las escenas, como una marca de Les Débiles y como un signo de ficción.
Lo experimental, lo disruptivo, el quiebre de los lugares comunes en el mundo teatral arranca ni bien se entra a la sala. Mónica invita a romper con el lugar pasivo que tiene el espectador o la espectadora. Se puede ver la obra desde las gradas, pero también es posible habitar otros espacios: los camarines o el mismo escenario son lugares que ofrece la actriz, encargada desde el vamos de proponer salir de lo establecido.
El juego de vivir una experiencia teatral diferente sigue: por ejemplo, los puntos de interés se multiplican. En la cabina de luz, en el camarín y en el mismo escenario suceden cosas en simultáneo que obligan a dar vuelta la cabeza. Además, la directora Mariana se encarga de estar en escena y con su cámara de fotos toma imágenes de diversos momentos, como si siguiera documentando el proceso creativo, una tarea que parece no terminar nunca.
Aparecen audios de Whatsapp de personas que escucharon a las actrices ensayar y hasta se ofrece un número de celular para que, una vez que el espectáculo terminó, quienes quieran den su opinión sobre lo visto. Mientras tanto, lo audiovisual es parte de lo teatral y varias veces se asiste a ver imágenes filmadas de diversos momentos de los ensayos.
“Una de las primeras cosas que les propuse a las chicas fue que cada una traiga un ritual arengador de festejo, que convoque al festejo. Cada cual hizo su ritual personal, que en realidad no era muy pum para arriba”, cuenta Vidal sobre el origen del espectáculo.
En el cierre –los finales del grupo suelen ser imprecisos, desconcertantes, los llaman “antifinales”-, las actrices invitan al público a sacarse una foto con ellas, y juegan a ser celebridades del gran mundo del espectáculo.
“No logramos todavía que el público haga la experiencia y salga de ese rol (histórico, pasivo). Yo invito pero me está costando y no los queremos obligar. Esto es algo que tiene que ver con la vida: si no estás en un lugar que te gusta, si te están pasando cosas que te incomodan, movete, podés moverte, salir de ese lugar. Cuesta salir. Pensamos que en algún momento va a venir alguien que se va a animar”, reflexiona Arrech.
Que “Opio” sea una obra sobre el teatro, que su tema sea el quehacer teatral, también se evidencia en los nombres de los personajes: las actrices no usan apelativos irreales. Son ellas: Paola, Mónica y Lucila ensayando una obra que empezó a gestarse en marzo de 2021, que muestra el avance y el retroceso de la creación, que denuncia la mecanización del arte y que contiene gran parte de la angustia que les generó la pandemia. Y siempre, bajo cualquier circunstancia, expone el amor de las cuatro mujeres al teatro. “El teatro es nuestro opio”, coinciden.
-Una de las escenas las muestra repitiendo hasta el cansancio un movimiento. ¿Se lo puede entender como una crítica a lo automatizado que habita en el arte?
Lucila: – Es una crítica más general. El foco está puesto en el teatro, no es tanto la crítica a la actuación, sino a nosotras, nosotras como actrices que estamos afectadas por esa automatización social, como personas. Si nosotras fuéramos carpinteras la obra hablaría de eso, no fue algo elegido hablar del teatro, salió porque somos actrices.
Mónica: -Es ese “vamos, vamos, seguí” y no das más, estás cansada pero seguís…
-¿Cuándo empezaron a juntarse para este proyecto?
Mariana: En marzo de 2021. La obra surgió de la nada, cada cual plantea qué es lo que le está moviendo en el momento en que nos juntamos y a partir de ahí empezamos a improvisar. Veníamos de la pandemia, con todo lo que eso nos dejó. Teníamos algunos deseos de trabajar sobre lo sonoro. Empezamos con la idea de explorar la cuestión festiva. Una de las primeras cosas que les propuse a las chicas fue que cada una traiga un ritual arengador de festejo, que convoque al festejo. Cada cual hizo su ritual personal, que en realidad no era muy pum para arriba. Nada llevaba muy al festejo: la obra tiene esto de los extremos de las emociones, de la euforia extrema a la depresión.
Lucila: -Les Débiles somos una grupalidad con mucha confianza, con una amistad, pero lo que nos nuclea siempre es estar en algún proceso creativo. Con la pandemia nos quedamos sin funciones, no sabíamos hasta cuándo iba a hacer eso. Un poco las ganas eran tener algún motivo para encontrarnos, juntarnos a hacer. Creo que fue un proyecto que estuvo muy motorizado por el encuentro, por compartir también toda esa vivencia tan aislada y solitaria. Fue decir “bueno, ¿qué hacemos? ¿nos seguimos quedando en nuestras casas o no nos empezamos a encontrar?”. Eso estuvo atravesado en el proceso creativo también.
Paola: -Cuando lloro en la obra, por ejemplo, es más una angustia casi universal, lo siento así, no lloro porque no me sale la escena o porque no estamos pudiendo encontrar algo para hacer la obra, sino que en ese momento cuando empezamos a ensayar lloraba por todo, estábamos muy sensibilizadas y entonces era encontrarnos a ensayar y probar algo interesante y había llanto por todo, por todo lo que estaba pasando y pasa obviamente.
Lucila: -También aparece algo de la frialdad, hay algo de enfriarse para sobrevivir, a veces nos preguntamos… el mundo se cae a pedazos y a veces nos parece un poco absurda la actividad teatral, “¿qué estamos haciendo acá, ensayando? No voy a salvar vidas”. Y lo que nos mueve es hacer teatro.
Mónica: -(En la obra) aparece el cuerpo caído, el cuerpo derrumbado y ese “vamos, vamos, vamos”, hay que levantarse y seguir.
Mariana: –También teníamos ganas, en paralelo a la creación de la obra, de trabajar con lo fílmico, indagar en nuestro proceso creativo, la forma de abordar la creación. Aparecen los primeros ensayos que fueron filmados.
-Cuatro mujeres haciendo un espectáculo, ¿en qué medida es una obra feminista?
Paola: -Hay algo de poder solas, nos propusimos no depender ni de un técnico. El técnico de la sala lo único que hace es apagar una tecla. Luces, sonido, todo lo manejamos nosotras, lo organizamos nosotras. Muchas personas que la vieron me dijeron que la sintieron muy femenina, pero es distinto a feminista. Yo siento que (en una escena) cuando agarro a Lucila y ella se desprende de mí, se va cayendo, hay algo ahí que es como sostenernos entre nosotras y bancarnos. Como decir, no te voy a dejar caer. Pero a la vez te voy a brindar para que sigas.
Mónica: Brota, lo tenemos incorporado, aunque es un espectáculo para toda la familia. Esto es un poco también lo que decía Lucila en relación a lo teatral, digamos que por ahí no era algo buscado, pero inevitablemente somos mujeres sin una presencia masculina, inevitablemente aparece, claro. Pero es preferible dejar abierto para que el otro vea.
Lucila: -El proceso creativo es tan corporal que sale un poco en nuestras ideologías por inercia, porque está incorporado. Confiamos en que sale del cuerpo. Todas las resoluciones que se plantean en la obra aparecieron primero en el cuerpo y después en la cabeza, entonces ahí aparece lo feminista.
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