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Deportes 12 de junio de 2020

Oscar Sánchez y una profunda mirada al básquet de ayer y hoy

El respetado entrenador repasó su carrera, analizó jugadores y equipos y hasta reveló algunos detalles de su relación con la dirigencia de Quilmes.

Después de una cancha de básquetbol, el lugar favorito de Oscar Sánchez es la oficina que tiene en su casa.

Por Marcelo Solari

El entrenador bahiense Oscar Sánchez, radicado hace más de 30 años en Mar del Plata, fue esta semana el protagonista de la sesión de Instagram Live de LA CAPITAL (@diariolacapitalmdp), durante la cual realizó un exhaustivo repaso por diferentes momentos de su extensa carrera como director técnico de básquetbol. De todas maneras, a los 61 años, su actualidad se enfoca en sus ya famosos campus (campamentos). Allí cuenta con una estructura de excelencia, incluso con entrenadores extranjeros, y se ocupa de cada detalle con relación a los chicos y chicas que se anotan en cada edición para aprender y perfeccionarse.

De todas formas, no descartó volver a dirigir (una neuralgia del trigémino lo tuvo a maltraer el último mes y podría ser un condicionante), recordó grandes equipos y grandes logros obtenidos, y hasta se refirió a su relación tan particular con Quilmes.

-No es tu profesión, pero se te da bien escribir y contar tus experiencias en las redes sociales. ¿Hay margen para un eventual libro?
-No, no (risas). Son cosas de viejo. A veces me excedo porque es tanta la pasión por la época de antes. A los chicos no les interesa lo que pasó hace 40 años. Pero sí a sus padres. El otro día uno me dijo: “Huevo, estoy esperando tus notas como esperaba El Gráfico los martes”. Una exageración, sin dudas. Me entusiasmé porque la gente se enchufó demasiado. Me gusta, me encanta y mientras pueda hacerlo y no sature a mis seguidores, lo haré. Es un hecho que no puedo escribir de actualidad porque no hay competencia. Entonces tengo que referirme a otras cuestiones. Hay mucho material, con 46 años como entrenador y 32 años de campus.

-Mucho ha transcurrido desde aquellos inicios de la Liga Nacional. ¿Era mejor antes o es simplemente diferente?
-Obviamente era mucho mejor en afluencia de público. Justo pensaba en la carencia de ídolos que hay en el básquetbol actual. Equipos líderes como Ferro, Estudiantes de Bahía, Atenas, todos tenían referentes muy fuertes. Milanesio o Campana, Richotti, Cortijo, Uranga o Maggi. Hoy, con todo respeto, no hay ese tipo de jugadores. Son demasiados clubes en la Liga, no hay jerarquía. Y el hecho de que el país sea tan inestable tampoco permite una continuidad de proyecto. Nadie firma contratos por 5 o 6 años, no hay identificación y eso es un problema para los espectadores y para el entrenador.

-También es cierto que los emblemas no se consolidan porque apenas se destacan, se van al exterior…
-Seguro. Bahía Básket tenía un proyecto con chicos jóvenes y talentosos. Pero en cuanto empezaron a crecer, los vendieron. La gente sabe que los va a ver un año y, si pican alto, se van a Europa o a un posible draft de la NBA. Es muy difícil. Yo les muestro a mis hijos fotos de la Liga de los años ’80 o ’90 y atrás de la acción de juego, los espectadores parecían como hormigas. Uno al lado del otro, apiñados, con las canchas llenas. Ahora la gente no está conforme.

-¿Cuáles son las razones?
-Son varias razones. No solamente la organización o el nivel. El país está hecho mierda. El básquetbol es un deporte familiar, y la gente no está en condiciones de afrontar ese tipo de gastos, ya que la salida implica comprar las entradas y algo para tomar o comer. Menos aún cuando se juegan tres o cuatro partidos seguidos de local. Y después por 20 días no tenés ningún partido. Es un sistema complicado.

-Se ha analizado mucho. Jugadores, entrenadores, prensa y público están contra de ese sistema de disputa. Los únicos que parecen apoyarlo son algunos dirigentes. ¿Lo ves así?
-Para mí tampoco están convencidos. Un día vino a un campus Gerardo Montenegro (N. del R.: presidente de Quimsa y también de la AdC). Me quería convencer de por qué se juega así. Y yo le respondí: “Viernes a la cancha, sábado al cine o a comer, domingo a la cancha, y lunes a la escuela. No me vengan con cosas raras”. La cultura nuestra es de viernes y domingo y 16 equipos. Creo que hubo un objetivo de romper todos los estamentos. No se respeta a la AdJ ni a Atebara.

-¿Cómo es eso?
-Todos fueron absorbidos por (Fabián) Borro -actual presidente de la CABB- en su momento. No sé con qué objetivo. Tendrán su filosofía. Yo no digo que no trabajan. Pero a veces podés trabajar mal. No estoy para nada de acuerdo con eso, porque ya la Liga ha dejado de ser un éxito. Y va más allá de la situación económica. Ha decaído el interés de la gente.

-Dirigiste a muchos grandes jugadores. Pero lo tuviste a Manu Ginóbili cuando todavía no era el jugador que llegó a ser. ¿A quién elegirías como el mejor?

-Yo digo que (Alberto) Cabrera era Ginóbili antes de existiera Ginóbili. Los chicos ni saben quién es. El Mago fue lo máximo hasta que rompió el molde Emanuel, por la parte atlética. Mentalmente eran similares. Pero Emanuel ganó cuatro anillos de la NBA. Otro nivel. El “Pichi” Campana, Jimmy Thomas, Fefo Ruiz, Willie Scott, Daniel Farabello son de los mejores que dirigí. Muy buenos, aunque acaso no tuve tantos. A mí, me llamaban más como un bombero. Y tenía que ir a apagar el fuego. Se dio así y no me puedo quejar para nada.

-Tuviste muchos puntos altos y títulos ganados en tu carrera. ¿Podés elegir alguno o algunos?
-Sin soberbia, para nada, puedo decir que generalmente me ha ido bien en todos lados. Estuve en Deportivo Roca y fuimos el equipo sensación de la temporada. Estuve en Andino y llenábamos la cancha en todos los partidos. Un éxito total. En Quilmes, arrancamos de cero y llegamos a la Liga A. El equipo descendió, me volvieron a contratar y ascendimos. En Atenas fui campeón y subcampeón. En Madryn, con Conarpesa, hicimos un campañón. Pero para mí, el mejor trabajo lo hice en 2010/11, en Boca. Cuando asumí, el equipo ya estaba prácticamente descendido. Y nos salvamos. Pero claro, con Atenas fue como el final de una película. Soñado. Y lo de Quilmes, increíble. Es hermoso, maravilloso salir campeón. Y por suerte pude hacerlo en todos los niveles: torneo local, Provincial, Liga C, Liga B y Liga A.

Está clarísimo que con los campus canalizaste gran parte de tu vida como entrenador, pero lo que más te gusta es dirigir. ¿Te planteaste salir al mercado para volver a la Liga?
-No lo sé. Para dirigir, tengo que elegir un representante y entrar en el mercado. Yo no sé ahora cómo quedé. Pienso en cómo dirigía y con la cabeza como la tenía hace un mes, seguro que me estalla. No quiero volver a tener ese problema. Nunca sufrí un dolor así en mi vida. Tengo temor, no lo soportaría. Es un dolor muy fuerte, agudo. Estoy medicado y en proceso de recuperación. Tendría que hablar con el médico para ver si me autoriza. Por otro lado, yo dirigí 1300 partidos entre Liga A y TNA. Amo los campus, pero también sé que me sacaron del ambiente profesional. Y después de 32 años de una imagen intachable, no podría abandonarlos.

-¿Sos de los entrenadores que mueren con la suya a como dé lugar o te adaptás a lo que viene enfrente?
-Soy impredecible. Te puedo salir con cualquier cosa. A veces me sorprendo yo mismo. Por ahí me estoy poniendo la corbata y todavía no sé qué voy a marcar. O llego a la cancha ¡pum! se me ocurre. O por ahí tengo una idea toda la semana y los jugadores ya la conocen. Eso sí, si no estoy seguro, no lo hago. Sé que en algún momento se me prende la lamparita. Y creo que lo mejor que tengo es la estrategia. Me gusta marcar, no la secuencia, sino el inicio de la ofensiva rival. Mandarlo para el lado que menos le gusta.

-Más allá de la adaptación al rival de turno, ¿tenés un estilo de defensa preferido?
-Obviamente. Tenés que saber el hombre a hombre, porque a través del hombre, sabés todo. Se defiende en función de la pelota en hombre, zona, zona a presión, zona mixta, zona convencional. Todas tienen la misma filosofía: defensa del balón y el resto, moverse de acuerdo al balón. Hay que rivales que merecen más ayuda, otros que son más agresivos, más cerrados. Hay múltiples variantes. El básquetbol es muy rico tácticamente para que exista un único argumento. Yo puedo defender cualquier cosa si me sirve para ganar. Es un deporte sincero y lógico. Gana el mejor. No es suerte. A la larga, el que más produce, es el que gana.

-¿Es contraproducente que el jugador reciba mucha información?
-No hay que complicarse. Hay que ser práctico y simple. Tener tres o cuatro defensas de pick and roll y tres o cuatro defensas alternativas. No mucho más. Si los jugadores son inteligentes, el día que querés hacer una excepción, la van a tomar, interpretar y ejecutar.

-¿La Selección te quedó como una cuenta pendiente?
-Sí, pero definitivamente es un capítulo cerrado. Todos los que estuvieron al frente son excelentes entrenadores. A veces se da y a veces no. No fue por falta condiciones. Yo no soy un tipo fácil. Lo reconozco. No me pueden dominar así nomás. Soy terrible. Y entonces buscan a otro. Nunca pacté. Conmigo jugaban los que estaban mejor.

-Pero estuviste muy cerca…
-Sí, yo ya era el técnico. Solo faltaba que lo anunciaran. Pero un hubo un llamado telefónico de un representante que dijo: “Si el Huevo es el técnico, mis jugadores no van a la Selección”. Y me bajaron el pulgar. Fue un golpe duro para mí. No se dio, pero dentro de todo, mal no me fue. Estoy viviendo gracias al básquetbol desde hace 46 años.

-¿Por qué nunca volviste a Quilmes?
-No me llamaron nunca más. Ni siquiera aceptaron cuando les ofrecí mi ayuda desinteresada, sin cobrar nada, en dos momentos críticos. No me siento querido por los dirigentes de Quilmes. Sí por la gente. Lo que hizo la gente en Once Unidos es impresionante. No lo hace ni la hinchada de Boca. El público de Quilmes era más que un americano. Pero por los dirigentes no me siento apreciado. Y yo tampoco siento mucho aprecio por ellos, aunque hubo personas como (Oscar) Rígano, Polo (Arango), el “Chueco” (Villar) que fueron baluartes. Con otros tuve choques. Se equivocaron feo. Ya está. Tendrán sus razones.

-¿Dirigirías a Peñarol?
-Muchas veces lo hablamos con Emanuel (Ginóbili) este tema. Por respeto a la gente de Quilmes, nunca lo acepté. “¿Qué te da Quilmes?”, me preguntaba. “No me llamaron”, le contestaba. “¿Y entonces?”, era su réplica. Sé que ya pasó mucho tiempo pero hay una identificación muy marcada con Quilmes. Creo que el hincha no me lo perdonaría. Pero con la gente de Peñarol hay un respeto mutuo.



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