Once relatos de mujeres sobre la guerra de Malvinas en un libro revelador
Madres de soldados que volvieron y de otros que cayeron en las islas, novias que esperaron el regreso de sus compañeros, hijas que sufrieron en su hogar el trauma de la posguerra son algunos de los casos reunidos por Silvia Cordano y Beatriz Reynoso en "Nuestras mujeres de Malvinas", un trabajo que viene a ocuparse de una asignatura pendiente: contar la Historia desde la perspectiva femenina.
Abrazo de Rosa Rodríguez y Alejandra González, dos hermanas de caídos en las islas, con la antropóloga forense Virginia Urquizu. / Foto: Gabriel Machado.
La guerra no tiene rostro de mujer, dice Silvia Cordano, una de las autoras de “Nuestras mujeres de Malvinas”, citando un libro de Svetlana Alexiévich, premio Nobel de literatura 2015. Esta frase puso sobre el tapete lo poco que se ha contado sobre las mujeres en las narrativas bélicas. Sin embargo, la escritora bielorrusa demostró que cerca de un millón de mujeres combatieron en el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial.
“A la mujer siempre la mantuvieron invisible, desde siempre, durante la guerra y mucho más aún luego de la guerra. Es universal -continúa explicando Cordano a LA CAPITAL-. Imaginemos Malvinas, 42 años atrás: nuestras mujeres también sufrieron destratos y desigualdades, enfrentaron obstáculos y discriminación en el acceso a roles de liderazgo, reconocimiento y participación”.
Para revertir esta invisiblización, Silvia Cordano, quien es periodista y especialista en temas de género, y Beatriz Reynoso, también periodista y hermana de un excombatiente, decidieron ocuparse de esta asignatura pendiente y reparar, después de cuatro décadas, en aquellos sujetos ausentes en los discursos dominantes de la guerra de Malvinas: las mujeres.
Desde esta motivación nació “Nuestras mujeres de Malvinas”, un libro editado por el sello Leamos y actualmente disponible en formato digital a través de Bajalibros.com, en el que entrevistan a once mujeres que vivieron la guerra desde perspectivas diversas. Algunas estuvieron en el corazón del conflicto, mientras que otras aguardaron noticias desde el continente, pero todas han compartido experiencias comunes de lucha y resistencia.
Entre las historias del libro, se encuentra la de Silvia Barrera, instrumentadora quirúrgica en el hospital de Puerto Argentino, o la de Liliana Colino, enfermera de la Fuerza Aérea y única mujer en pisar las islas durante la guerra, quien abandonó su profesión por la falta de reconocimiento debido a su género.
Liliana Colino fue la única mujer que pisó las islas durante la guerra de Malvinas, donde participó como enfermera. / Foto: Gabriel Machado.
Además de aquellas mujeres que estuvieron trabajando en zona de conflicto, también el libro recupera el sufrimiento y la lucha de aquellas que resistieron durante y después de 1982 desde sus hogares. Por ejemplo, dan su testimonio dos madres: una de ellas es Beatriz Páez, quien tuvo la suerte de que su hijo volviera de Malvinas, aunque cuenta cómo su vida cambió al dedicarse a ayudar a otras familias para contener las secuelas de la guerra. La otra historia es la de Nélida Montoya, madre de un soldado caído el 14 de junio, quien recién pudo besar la tumba de su hijo por primera vez en 2017 tras la identificación de sus restos.
El encargado de escribir el prólogo fue Geoffrey Cardozo, oficial inglés reconocido por haber enterrado los cuerpos de los soldados argentinos en el istmo de Darwin y redactado un informe minucioso sobre cada uno, que fue lo que posteriormente permitió la identificación de los caídos argentinos. Su mirada sobre el libro de Cordano y Reynoso repara en la importancia de reconocer y registrar las experiencias femeninas en el conflicto, en tanto la guerra ha sido históricamente narrada desde una perspectiva masculina, relegando a las mujeres a un papel secundario y pasivo. Sin embargo, las protagonistas de este libro demuestran ser activas, fuertes y valientes, y que por diversos motivos también han enfrentado las secuelas emocionales y sociales de la guerra.
“Nuestras mujeres de Malvinas” narra historias de Mar del Plata, como la de Rosana Fuertes, novia de Daniel Ontiveros, un soldado del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601 (GADA 601) que fue a la guerra con tan solo 18 días de instrucción. “A Daniel -cuenta Rosana- lo habían destinado a hacer el servicio militar en Tandil, pero su madre movió cielo y tierra para que lo volvieran a Mar del Plata y lo logró. Si hubiese estado en Tandil, no hubiese ido a la guerra”.
Rosana y Daniel mantuvieron vivo su amor durante la guerra a través de cartas. Hoy, ella puede contar el destrato y la desidia del Estado con los excombatientes y su sufrimiento por la falta de apoyo psicológico a su compañero, quien padeció ataques de pánico tras el regreso de las islas.
Las autoras, además, entrevistan a Jimena Amaro, hija de Gustavo, un excombatiente marplatense que falleció en febrero de 2020. Su testimonio da cuenta de cómo los hijos de los veteranos también viven otra guerra de Malvinas, en el hogar, donde sus padres han continuado con sus vidas, muchas veces, marcadas por las adicciones, la depresión o la falta de reconocimiento social y estatal.
“Nuestras mujeres de Malvinas” es una lectura obligada para quienes buscan entender el conflicto desde una perspectiva más inclusiva y humana, reconociendo el sacrificio y la valentía de aquellas mujeres que, aunque no estuvieron en el campo de batalla, enfrentaron su propia guerra.
-¿Cómo vivieron ustedes la guerra de Malvinas y qué fue lo que las motivó a escribir este libro sobre el conflicto desde la perspectiva de las mujeres?
Beatriz Reynoso: -Soy hermana de Alberto, exsoldado veterano de Malvinas. Tuve que apoyar a mis padres cuando mi hermano fue llevado a la guerra, una herida que quedó siempre en la familia. Con los años, cuando comencé a hacer periodismo, me propuse visibilizar el tema en los medios. Después, pensé en un documental abordando Malvinas. Más tarde, llegó el encuentro con Silvia y así nació la idea del libro desde la perspectiva de género.
Silvia Cordano: -El tema Malvinas es una asignatura pendiente en la sociedad argentina. Nos conmueve y nos duele. Beatriz es hermana de un veterano. En mi caso, trabajo siempre para promover la equidad en todos los ámbitos donde pude y puedo estar. Y porque creemos que es fundamental visibilizar las historias de las luchas, los sentires de esas mujeres.
-¿Cuál fue el rol históricamente construido por los discursos oficiales, mediáticos, sociales sobre la mujer en la guerra?
-SC: -A la mujer siempre la mantuvieron invisible, desde siempre, durante y mucho más aún luego de la guerra. Les han quitado mérito, escondieron su labor bajo la alfombra para evitar el reconocimiento. Es universal. La escritora Svetlana Alexievich (premio Nobel de Literatura en 2016) en su libro “La guerra no tiene rostro de mujer” puso luz sobre algo que se desconocía: casi un millón de mujeres combatió en las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial, pero su historia nunca ha sido contada. Fueron totalmente borradas de la narrativa. Imaginemos Malvinas, 42 años atrás: nuestras mujeres también sufrieron destratos y desigualdades, enfrentaron obstáculos y discriminación en el acceso a roles de liderazgo, reconocimiento y participación. Y a pesar de las adversidades, ellas demostraron capacidad para superar los desafíos, apoyarse mutuamente y luchar por la igualdad de derechos y la visibilización de sus experiencias en un contexto machista y verticalista. Quisimos exponer y cuestionar esas estructuras de poder machistas y que ellas sean reconocidas como corresponde, porque el trabajo que hicieron fue fundamental. Sin elementos, en condiciones pésimas y, sin embargo, hicieron una labor loable. Sufrieron la posguerra y el silencio. En el presente, si bien existen situaciones desiguales, muchas mujeres están tomando lugares dentro de las fuerzas armadas. Hay un avance. Pero aún falta mucho por deconstruir y conquistar.
“Las mujeres no son testigos silenciosas en una guerra, son agentes de cambio y agentes de paz”.
-¿Por qué decidieron convocar a Geoffrey Cardozo para que escribiera el prólogo?
BR: -Geoffrey es alguien muy importante en el Proceso de Identificación de los caídos, conjuntamente con Julio Aro. El acuerdo entre ambos países con la Cruz Roja Internacional y con el trabajo del EAAF (Equipo Argentino de Antropología Forense) fue el comienzo para darle identidad a nuestros caídos. Geoffrey facilitó el documento que le había entregado a su gobierno sobre los caídos argentinos, al darse cuenta de que tantas familias argentinas desconocían dónde habían quedado sus hijos. Él enterró a nuestros soldados ante la negativa del entonces gobierno argentino, con honores (está filmado), donde permanecieron más de treinta años con la lápida “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. Geoffrey Cardozo se involucró con la tragedia que vivieron tantas familias argentinas que tenían a sus hijos desaparecidos. Entonces, cuando nos preguntan por qué un inglés escribió el prólogo, respondemos: no importa el origen, sino la humanidad.
Las autoras, Cordano y Reynoso, junto a mujeres protagonistas del libro y héroes de Malvinas, durante la presentación de “Nuestras mujeres de Malvinas” en Villa Mitre, el pasado 17 de mayo.
-¿Encuentran algún denominador común entre los relatos de todas las entrevistadas para el libro?
BR: -Todas abrieron sus corazones y sus historias, eso lo agradecemos tanto. Además, se sienten escuchadas y, básicamente, comprendidas, después de tantos años de silencio. Es un desahogo de esas historias que tenían adentro y que para sanar, es necesario hablar, dar testimonio. Empatizar con otras mujeres que vivieron historias similares, lo repito, para sanar. Se ha formado una hermandad entre todas a partir del libro.
-Tal vez una continuidad en los relatos ha sido la falta de reconocimiento -social y/o profesional- de las mujeres en la guerra, tanto para quienes fueron en calidad de enfermeras como para las madres, hermanas, hijas. ¿A qué creen que se debe esta invisibilidad?
SC: -En el caso de las profesionales, a pesar de la profunda vocación de servicio, la valentía y fortaleza para abrirse camino en situaciones hostiles, la mayoría sin rango militar, no fueron esperadas en la zona de conflicto porque no había personal femenino y menos con grado militar. Sufrieron destrato, discriminación. No tenían la vestimenta adecuada para soportar esas temperaturas tan bajas. Fueron con ropa livianita, con el estómago semivacío. Las recibieron como “mufas”, culpabilizándolas, porque les decían que iban a perder la guerra por su presencia, porque eran mujeres.
La hija de Liliana Colino un día contó en la escuela que su mamá había estado en las Islas y la maestra la trató de mentirosa, diciendo que eso era imposible, que no hubo mujeres en la guerra. Hasta sus compañeros le hicieron bullying. Eso fue uno de los determinantes para salir a contar su historia y su verdad. Muchas de las veteranas no fueron reconocidas hasta el día de hoy. Ojalá que después de esto puedan ser reconocidas como corresponde, y desde ya nuestro agradecimiento en nombre de todas las mujeres, porque ellas fueron allanando un camino.
Silvia Cordano y Beatriz Reynoso, recibiendo del concejal Agustín Neme una Declaración de Interés por la edición del libro, en Villa Mitre.
-En sus entrevistas, preguntan cómo eran sus vidas antes de 1982. ¿En qué sienten que han salido transformadas estas mujeres tras la guerra? ¿Podría pensarse que ellas también vivieron otra guerra, otros traumas, durante y después del conflicto armado?
BR: -Cada una tuvo su batalla. El drama de la guerra las atravesó sin pedir permiso. Algunas de nuestras entrevistadas eran niñas o adolescentes, otras no habían nacido. A las madres, les arrebataron a sus hijos, algunos no regresaron y otros volvieron, aquellos jóvenes que se habían convertido en hombres a la fuerza ya no eran los mismos. Todas sufrieron desde donde les tocó estar, en familia o cumpliendo una tarea. Por eso, este libro indispensable pretende que ellas puedan expresar lo que vivieron y lo que aún muchas veces viven. Para otras, el pasar por el dolor les significó una metamorfosis para seguir trabajando por la memoria de Malvinas y por los derechos de los que volvieron.
-Michelle Aslanides, quien siendo adolescente escribió cartas a soldados, sostiene en su libro que tendemos a pensar los conflictos de territorio desde una mirada masculina. En cambio, el reciente encuentro con el soldado que le respondió sus cartas permitió abordar la guerra desde una mirada femenina, amorosa, desde el cuidado. ¿Cuál sería, para ustedes, esa mirada femenina de la guerra?
BR: -La óptica de la mujer no es la de la fuerza física, la violencia que la cultura impone a los hombres. La femineidad puesta al servicio de la resolución de los conflictos, buscar el modo. Liliana Colino cuenta que cuando llegaban los soldados heridos al hospital, siempre la veían parecida a alguien, a una prima, a la novia, a la hermana. “Vos te parecés a…” era una expresión recurrente, tenían la necesidad de un rostro femenino. El rol de la mujer aparece como sostén, contención: durante y después de la guerra, aún después de cuarenta y dos años…
-¿De qué modo creen que su libro puede ayudar a repensar el lugar de las mujeres en nuestra sociedad contemporánea?
SC: -Ayuda y mucho. Hasta ahora se hablaba de mujeres en Malvinas desde el lado de las enfermeras e instrumentadoras, porque hay otros libros donde se hace foco en las profesionales puntualmente, pero queríamos abarcar todo el arco de las mujeres como protagonistas. El rol que tuvieron en la guerra no solo desde el lado profesional, sino también como jefas de hogar y desde la contención. Sufrieron el destrato por parte de un Estado ausente e indiferente, falta de oportunidades, de acceso a la información y sin bajar los brazos.
Ellas, además, contribuyeron de manera significativa a la reconstrucción y sanación de las secuelas del conflicto. Las mujeres no son testigos silenciosas en una guerra, son agentes de cambio y agentes de paz también. Creemos que este libro es necesario porque abre una nueva ventana sin miradas complacientes, visibilizando, promoviendo la igualdad y también aportando a la sanación colectiva. Cuando visibilizamos y hablamos, se contribuye a sanar. Malvinas es una herida que aún hay que seguir sanando. Y estamos ante una oportunidad histórica de unirnos. Porque Malvinas nos une.
El 24 de mayo, Beatriz Reynoso y Victoria Orbaiceta, hija de un veterano de Malvinas, realizaron una charla a alumnos de 5° y 6° año de la Escuela Secundaria N° 217, institución que recibirá el nombre de Diego Bellinzona, soldado caído en Malvinas el 13 de junio, un día antes de la rendición.
BR: -Nuestro libro tiene tres ejes: en primer lugar, los once testimonios de nuestra mujeres de Malvinas; en segundo lugar, el tema de género que involucra a las profesionales que no fueron respetadas en sus derechos, por años; y en tercer lugar, nuestra intención es dar un mensaje sobre el rol de la mujer en cualquier guerra, de modo atemporal. Cambia el nombre, el lugar, el idioma, pero el drama de la guerra es el mismo.
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