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Arte y Espectáculos 19 de agosto de 2018

“No se padecen las diferencias, lo que se padece es la incomprensión”

Diego Casado Rubio desembarca con la obra "Millones de segundos" en la sala Payró del Auditorium. La obra pone el foco en la discriminación.

Raquel Ameri en la piel de Alan, un joven trans con Asperger.

“Yo lo llamo el teatro de la cachetada, porque esto está pasando, démonos cuenta de qué hacemos con el otro, con uno mismo”. Lo expresa Diego Casado Rubio, director y autor de “Millones de segundos“, una obra que subirá a escena a las 20 de hoy en la sala Payró del Teatro Auditorium, tras ser ampliamente celebrada en cada sala y en cada festival en la que se presentó.

Con la convicción de que “el teatro es una herramienta poderosa para reflexionar”, Casado Rubio pone sobre el escenario una historia que tiene todos los condimentos para ser universal: conmueve, logra que su protagonista empatice con el público, promueve la mirada amorosa y plantea el árido tema de la discriminación.

“Todos hemos sido discriminados y todos discriminamos alguna vez”, dice el autor, un madrileño que abandonó el cine -su otro oficio-, dejó España y desde hace una década no deja de sorprenderse por la potencia del teatro independiente capitalino, terreno que no quiere dejar.

El protagonista es Alan, un adolescente trans que padece síndrome de Asperger. Cuando tenía cinco años supo que era de otro planeta y empezó a contar los segundos que le quedaban para dejar de vivir en ese cuerpo. “Alan no tiene conflicto por ser transexual, es la sociedad la que le hace bullying”, afirma el director, siempre con pasión.

El disparador de la pieza, que tiene excelentes interpretaciones de Raquel Ameri, Víctor Labra y Estela Garelli, fue un video que el autor vio en la red Youtube.

En medio de un ataque de Asperger, un joven dejaba la cámara y comenzaba a golpearse. Terminaba llorando, desconsolado y abrazado a su perro. “Ese video me atravesó, me documenté, supe que ese chico era trans y me dije ‘acá hay una historia, quiero contarla'”, sigue. “Descubrí que había nacido mujer y que se autopercibía varón y que quería operarse pero la familia no lo dejaba porque tenía Asperger”, relata.

Con una puesta en escena que apela a los elementos tecnológicos, la obra se abre a temas vinculados al cuerpo como el territorio de la libertad, a la relación que se establece entre las personas y los animales y a la discriminación que padecen aquellos a los que la sociedad marca como diferentes del statu quo.

“Parece que son conflictos que nos pasan de costado, pero no, la obra es una cachetada en la cara. Tiene un año de funciones y explotó de público, la gente queda conmovida por el personaje de Alan. Cuando termina, lo quieren abrazar. Es una locura, es el personaje que más empatiza con el público”, aporta.

En ese sentido, destaca “el compromiso, la entrega y la mímesis” que hace cada noche la actriz Raquel Ameri con el conflictuado Alan. Ameri tiene un desnudo en el arranque de la obra, mientras espectadoras y espectadores entran en la sala y se acomodan en sus butacas. Así de jugada es la propuesta de Casado Rubio.

“Yo escribo primero para mi y luego para el público masivo, para el que está ajeno a estas temáticas, me interesa decirle que esto es lo que está sucediendo”, remata. Y cuenta que después de la función, actores y director se quedarán en la sala para charlar con espectadores y espectadores sobre los núcleos sobre los que enfoca la obra. “No se padecen las diferencias, lo que se padece es la incomprensión”, dice, haciendo suya una frase de la obra.



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