“No quiero que me den frazadas, quiero que me arreglen la calle”
Olga vive hace más de quince años en el barrio Parque Palermo. Desde entonces, su casa de inundó al menos dos veces pero su patio y el barrio cada vez que llueve.
Eran las siete de la tarde del lunes 17 cuando Olga, que estaba recostada en la cama de su casa de Parque Hermoso, empezó a escuchar un sonido extraño. El grito de Dylan (10), el más chico de sus cuatro hijos (Rodrigo 18, Kevin 16, Agustín 14), confirmó lo que temía: lo que sonaba era el agua abriéndose paso desde el patio, entrando al living comedor y esparciéndose por el baño, la habitación de los nenes y la suya.
“Lo primero que hice fue llorar”, confiesa Olga a LA CAPITAL, un domingo de sol frío y a seis días de esa tarde en la que comenzaba a desatarse el temporal que duró tres días (dos de lluvia y uno de intensos vientos), los obligó a autoevacuarse y dejó al barrio Parque Hermoso y otras tantas áreas de la periferia de General Pueyrredon bajo el agua.
El llanto de Olga no sólo brotó por el miedo y la bronca de ver su casa inundada, también surgió del recuerdo: “Me mudé acá en 2003, y en 2004 una inundación hizo que perdiera lo poco que tenía. Levantarme y ver la casa así, sin poder frenar el ingreso de agua me hizo acordar a ese día; me destruyó”. Esa noche de hace quince años, Olga recuerda estar durmiendo y levantarse con el agua a la altura de la cama. En esta oportunidad, contó, el agua alcanzó el nivel de “dos ladrillos”. Pasaron los años y lo único que cambió fue la altura del agua. O cuán rápido se dieron cuenta.
Olga muestra los estragos del agua en uno de sus placares.
“Nos pusimos a sacar la ropa, ponerla en altura. También desenchufamos la heladera y todo lo que pudimos lo levantamos”, señaló. Unas horas después, Olga se iba de su casa. “No quería irme, tenía miedo que me entraran a robar, pero no se podía estar. Una amiga nos vino a buscar y nos fuimos. Los más chiquitos todavía están en casa de su papá; quiero que vuelvan cuando esté todo seco”, dice, mientras muestra las huellas de la inundación en los muebles. El sol del domingo ayuda a secar la segunda tanda de ropa.
Si bien destacó que la situación de este temporal fue más dañina, Olga aseguró que el barrio y su patio se transforman en una “laguna” cada vez que caen “dos gotas”.
“Mi casa es la primera de una cuadra en bajada. Soy la vecina que ‘recibe’ el agua, porque siempre entra al patio. Se me complica para salir siempre que llueve”, explicó e insistió: “Siempre pedimos que nos ayuden, pero no pasa nada. Yo no quiero que me den frazadas o colchones, eso tengo o me lo compro yo con mi esfuerzo, yo quiero que arreglen la calle para que no se me inunde la casa”.
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