No alcanza con ir a votar, hay que trascender
Por Francisco Desteffaniz (*)
Desde agosto hasta ayer a la noche, me pase leyendo estados de WhatsApp, de Instagram, posteos en Facebook, o hilos en Twitter, de gente joven o adulta, quejándose. Enojados, tristes, con bronca, con rencor y malestar por los resultados de las elecciones, o por distintas situaciones vinculadas a la vida política del país.
En agosto, algunos enojados porque ganara Milei; otros, porque Massa fuera el candidato del PJ. Otros molestos porque Bullrich ganara la interna de JxC. Parte de los radicales siguen molestos por la unión con el PRO, y algún kirchnerista que no se siente representado por Massa.
Obvio que también había enfadados con Milei por su cercanía con Barrionuevo y no tomar real distancia de la “casta”. El malestar general social con la clase política, de un lado o de otro, de lo nuevo o de lo viejo, está presente en nuestra cotidianeidad. El lunes pasó lo mismo: decepción en muchos votantes de la oposición por los resultados de las generales del domingo.
Obviamente que algunos están alegres por el final del conteo y, con la victoria de Massa consumada, esperan por el balotaje del 19 de noviembre. Sin embargo, muchos vuelven a frustrarse con los políticos, con los que gobiernan y con los que no gobiernan y no son opción. Frustración y enojo que se traslada a las redes sociales. Se ve una mezcla de malestar con la clase política y también, con una parte de la sociedad que elige una opción por sobre otra.
La clave estará en que cada uno pueda interpretar cómo canalizar esa bronca y enojo y salir de la queja, para crear algo nuevo y distinto. No alcanza con ir a votar cada 4 años, con pagar religiosamente los impuestos todos los meses y cumplir con las normas de tránsito al circular, para ser un buen ciudadano. Si no entendemos eso, no vamos a salir del círculo vicioso en el que vivimos. Hay que hacer algo diferente, sino nos quedaremos en lo conocido y mundano. La vorágine del día a día nos lleva a vivir una vida en modo automático, con una innumerable cantidad de compromisos, reuniones y eventos para alcanzar un estadio, objetivo o un no sé qué de la vida. Y, en esa vorágine, perdemos de vista lo que sucede a nuestro alrededor, hasta que toca votar y ver cómo, el domingo a última hora, gana el que no queríamos.
La invitación es a salir de esa cotidianeidad automática de nuestra vida, para realmente entender que, si no salimos del sillón y de la pantalla de nuestro celular, seguirá todo igual. Para que las cosas mejoren, tenemos que involucrarnos con la trascendencia. Es decir, pensar, ser y hacer más allá de nuestra vida, de nuestro metro cuadrado y de nuestra realidad. Ir más allá de lo perceptible o imaginable. A pesar de que tengamos políticos de un color o de otro, seguiremos teniendo pobreza, corrupción y falta de sentido común a la hora de generar políticas públicas para construir una gran nación.
Por eso, la diferencia la hacemos cuando aportamos nuestro granito de arena en lo simple, en lo diario, con la mirada puesta en la utopía, sin perder de vista al que tenemos al lado. Participar en la comisión de padres del colegio de tus hijos, en la sociedad de fomento en la esquina de tu casa o en el equipo de voluntarios que tiene la salita del barrio que quede más cerca del lugar donde vivís. Involucrarte en el área de RSE de la empresa donde trabajás y generar soluciones con impacto en tu sociedad. Sumarte a una ONG que visite personas mayores, o a una que brinde apoyo escolar a niños y adolescentes en la periferia de la ciudad. Participar en los grupos de investigación de la universidad donde estudiaste, o formar parte del colegio profesional de tu carrera de grado.
Afiliarte a un partido político y generar los debates para cambiar, desde adentro, la cuna de salida de la mayoría de los políticos de turno. Ser parte de las decisiones troncales que toma el club de barrio donde hacen deportes tus sobrinos, o participar y acompañar las tareas que hace una cooperativa que busca beneficios para el medio ambiente. Reunirte con amigos y limpiar una plaza o la playa, u organizar charlas de debate sobre políticas publicas, cultura, arte o educación. Lo que cada uno pueda, desde el lugar que nos toque en este momento de la vida. No tengo idea de dónde, cuándo, cómo o qué podemos hacer para mejorar a la sociedad, pero no hacer nada es ser parte del problema que reproducimos en las redes cuando terminan las jornadas electorales como la del domingo. No alcanza con ir a votar, hay que trascender para mejorar como personas, como sociedad, como país.
(*) Vicepresidente de la Asociación Civil Adelante y representante local de Scholas Occurrentes