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Cultura 2 de octubre de 2018

Nélida Pessagno: espíritu de honda calidad lírica

Nélida Pessagno.

por Sebastián Jorgi

Creo haber conocido a Nélida Pessagno algún miércoles en las reuniones del grupo Clamor, en el subsuelo del Savoy Hotel. Tertulias más que todo pobladas de poetisas, en los ’60 y ’70, el término “poetisas” todavía sonaba en los ámbitos literarios.

Y sobre todo en las llamadas peñas literarias de aquellos tiempos, acaso no tan lejanos, peñas como El Manantial, (lunes), El Tortoni (viernes), El Nacional (domingos), Café Boulevard (sábados), entre otros reductos, la mayor parte devenidos de la heredad española. Así, muchos intelectuales, artistas plásticos y escritores, llegados de la Península por motivaciones políticas, recalaron en la Avenida de Mayo y coparon tertulias, editoriales y se congregaron, emulando, recordando, a Lorca, sobre todo y a otros escritores como Azorín y Galdós, con sus episodios nacionales.

Esta introducción para aproximarme a Nélida y su obra, no es gratuita ni caprichosa. Mis conversaciones en las sobremesas de SADE con ella, escindidas entre anécdotas y pareceres sobre figuras literarias de antaño, entre recuerdos profesorales, ya que ella ejerció la docencia en el Normal 8, -de mujeres-.

Tengo entre mis manos su libro de poemas Esta mujer que habla. Lo he leído varias veces y le debo una devolución al respecto, pero ahora ante la inminencia del 90° aniversario de nuestra querida casa, he decidido en su homenaje, escribir un comentario, ya que Nélida es un ícono en la SADE.

El humor jalona y viste nuestras conversaciones, de las que aprendo mucho. Pero me impresionan sus poemas, la lectura de sus poemas, con calidad recitativa, con énfasis actoral, con el alma y la vida en escena, para leernos por ejemplo “Aún” , dedicado a la querida memoria de su esposo Jorge Horacio Pessagno, médico reconocido de amplia trayectoria.. Tal poema tiene un sentimiento tan raigal, que va mucho más allá del homenaje al esposo: aflora un caudal lírico que remite a lo más excelso del Romanticismo y me traen el recuerdo de Espronceda y de Bécquer, de Rosalía de Castro. Imágenes que trasuntan aquel amor indeclinable, fiel, aún hoy, pese a la ausencia física, “aún muerdo tu nombre por las noches y aún me sigue la luz de tu mirada,/esa mirada de tus ojos buenos, que me calaba hondo las entrañas…/La rosa que pusiste entre mis todavía florece, grávida de rumores y perfumes…/aún tú tienes el rostro en mi memoria y calor en la piel desde tus manos”: tremenda entrega lírica.

Y sí, el fraseo, cada verso, sacude y conmueve: “Amar—me digo—es el colmo de estar vivos”… “pero mi soledad vibra entera, ¡desnuda!/y llena el cuerpo que clama por tenerte”. La entrega es palabra viva, es total y la memoria interpreta y traduce ese sentir tan profundo como incondicional, imperecedero, hasta el punto que todavía “ronda el eco de tus pasos”. El lenguaje, el juego estético, la sugerencia sutil, engalanan ese estadio íntimo que de pronto se desgarra o que de pronto festeja, pues quedan “los hijos del amor” y el espacio suspendido, “No obstante…”, y sí: no obstante “aún vivir es preciso”.

Me ha convocado una opinión del nicoleño Astil Urquiaga, que transcribo textualmente: “Creo en principio que en la poesía de Nélida Pessagno tenemos que ser muy profundos en cada párrafo, para esa angustia del amor aún para los iconoclastas, los desposeídos, por ese amor sin límites reflejado y también profundamente filosófico. Simbólicas sus expresiones, giros y palabras, metafórica como Baudelaire, camina segura entre sus angustias, pero también extendida a la esperanza”.

Cabal interpretación. Hemilce Cárrega ha escrito: “Experimenta sin dudas, desgarramientos espirituales de los que brotan su verso”, otro aserto crítico que da en el blanco. No sólo en el verso libre luce su mundo poético, sino también en la composición sonetística, si nos detenemos en “Encuentro”, –que recuerda a sus compañeras profesoras o en “Rosa” dedicado a Juanita Paz, compañera de ruta en las lides de la Sociedad Argentina de Escritores.

Y aquí debo hacer un alto: Nélida es una especie de centinela en la SADE, su compromiso con nuestra entidad ha sido y es inclaudicable, fiel a sus ideales. Hay otro corte en la poesía de Nélida: su preocupación por los marginados, la poeta social también emerge si leemos su soneto “Cartones”:

Calla la calle. Su dormir: silente,/cerradas ya las puertas y portones/Esperan por el suelo los cartones,/con toda la basura pestilente./La realidad del hombre, tan doliente,/revolver la basura, sus misiones,/ pesan de los que mandan las acciones/la deuda contraída, la pendiente./ La indignidad en trabajo se convierte,/la salida del hambre, bien se advierte/por más orden que pongan en la cosa,/ el valor de la vida se pervierte,/envenenando el aire, olor a muerte/¡ y toda la ciudad es una fosa!”.

Esta mujer que habla, escribe muy fuerte, lleva adentro la Palabra, una genuina vocación poética.