Nazis en Mar del Sud y otras historias, libro recopila el lado B de esa localidad
Facundo Di Génova es el autor de "En el lejano Sudeste". "Mar del Sud también es mi paraíso, y quiero contarlo", dijo, en una entrevista con LA CAPITAL.
Facundo Di Génova.
Quedó fascinado por la energía de Mar del Sud, ese pueblo vecino a Miramar, costero, con pocos habitantes e historias contadas a medias. Más allá del lujoso hotel venido a menos -acaso el símbolo del poblado- más allá de los veranos idílicos cerca del mar y de su actividad turística, subyace una suerte de lado B de la localidad.
“Algunas historias circulaban de boca en boca; otras salieron a la luz en las páginas de policiales y eran muy conocidas, y otras jamás fueron contadas: mi trabajo fue documentarlas a todas”, contó Facundo Di Génova, autor de “En el lejano Sudeste” (Ediciones del Empedrado), un libro que recopila diversos relatos sucedidos en esta localidad.
“Todos los pueblos del Sudeste bonaerense son como infiernos chicos que se desatan de repente”
“Armé un reportaje en el sentido amplio del término”, agregó, en una entrevista con LA CAPITAL. Algunas de esas historias vinculan una casa que sirvió como estación de comunicaciones con la Alemania nazi (durante la Segunda Guerra), la aparición de la tumba del tesorero del Partido Nazi en Argentina y la llegada de paisanos rusos a la zona. Se agregaron otros detalles: muertes de vecinos producidas en dudosas circunstancias, atentados y hechos policiales que vivió el mismo autor.
“Es un libro de no-fiction, cien por ciento investigación periodística“, contó y relató cuáles fueron sus sensaciones más personales al conocer y recorrer la región: “Cuando estás en Mar del Sud, el viento se apodera de vos, es todo muy bipolar”.
Aunque pueden parecer desconectadas, las historias cobran sentido en el relato que hace Di Génova, un escritor y periodista foráneo que quedó impresionado por la belleza del lugar y decidió realizar su inversión inmobiliaria allí. “Me interesó contar ese magnetismo que suele atraer opuestos irreconciliables. Quise plasmar ese ‘si no’ de Mar del Sud que está presente en todas las historias: nada resulta como se ha planeado. En ese hilo común es que se hace presente lo autobiográfico. Esa suerte pendular que suele cambiar como el viento, sin previo aviso, está muy marcada en las historias”, indicó.
Y se preguntó: “¿Por qué paisanos rusos y alemanes fascistas llegaron al mismo pueblo? Claro que eran épocas distintas, pero ¿por qué, en circunstancias tan distintas, eligieron enterrar a sus deudos allí, en ese pueblo remoto, si solo estaban de paso? Igual que Miramar, uno de los destinos elegidos por la comunidad judía porteña, fue lugar de residencia del criminal de guerra nazi Walter Kutschmann”.
-¿La intención fue desocultar, hacer visible estas historias?
-Algunas historias circulaban de boca en boca; otras salieron a la luz en las páginas de policiales y eran muy conocidas, y otras jamás fueron contadas: mi trabajo fue documentarlas a todas. Armé un reportaje en el sentido amplio del término. Se me vinieron encima todos los géneros de la escritura. El folletín, la crónica, la entrevista, el trabajo de campo y el archivo reclamaron su parte. La decisión de hacer un libro con estos temas me asaltó cuando, en una casa de campo perdida en El Remanso, apareció la lápida del tesorero del Partido Nazi. Ahí se abrió un nuevo universo que tiene un valor historiográfico muy fuerte. Ya no eran dudosos relatos de nazis en fuga por la costa atlántica, que los hay por miles; ahora había pruebas materiales, contundentes. Y por primera vez en la historia salían a la luz. Cero chamuyo. Más tarde, nos dimos cuenta de que esa misma casa donde de casualidad hallaron el cenotafio nazi sirvió también como cabecera de playa de los desembarcos clandestinos nazis, no solo de submarinos. Esa misma casa que luego de la Segunda Guerra Mundial, y hasta bien entrados los años ochenta, era frecuentada por los fundadores del nazismo en Sudamérica. Y esto está todo bien documentado. La magnitud de esto para mi es alucinante, y recién empieza.
-El libro de alguna manera replica esa frase de “pueblo chico infierno grande”, ¿coincidís?
-Coincido en este sentido: diría que todos los pueblos del Sudeste bonaerense son como infiernos chicos que se desatan de repente; las puebladas, las profanaciones o los asesinatos acontecen como “de la nada”. En el caso de Mar del Sud, las historias van acumulándose como los fósiles entre las capas geológicas de un acantilado, sin que la gente las tome demasiado en cuenta; están ahí, a la espera de que alguien las busque. Al final el libro es como un western, por eso En el lejano Sudeste: como en el salvaje Oeste, a veces parece tierra de nadie y la ley se va acomodando de acuerdo a las circunstancias.
-¿Cómo llegaste a Mar del Sud?
-No soy de Mar del Sud y, como muchos de sus residentes vine de otro lugar buscando un mundo mejor. En ese sentido, aunque está tan cerca de Miramar y de Mar del Plata, el pueblo me recuerda a la isla de Tierra del Fuego, son pocos los nacidos y criados allí, todos vienen de lejos y nadie pregunta mucho qué hacían antes de llegar. Conocí Mar del Sud en 2010, cuando caminé por los médanos verdes de El Remanso, y quedé prendido, había una energía muy especial. Fue cuando decidí comprar. A Mar del Sud lo amás o lo odiás, no hay mucho matiz. Pero no vivo ahí, todavía no.
-Sufriste un robo en tus terrenos, ése es otro de los elementos que contás. ¿Cómo fue?
-Por unos pocos días la cuarentena me agarró en Villa Adelina y no en Mar del Sud, nos fuimos de ahí el 29 de febrero y pude volver recién en noviembre de 2020, esta vez directo a la comisaría, después de que una banda de gente equivocada me robara las tranqueras, bloqueara la calle de ingreso a mis terrenos y arrasara con mi alambrado de campo de seis hilos, elaborado con el fino y laborioso arte del alambrador Antonio Benítez. Esto está actualmente judicializado. Después, en diciembre, volví con mi familia y conocí al dueño de la radio comunitaria La Rodante, se interesó por las historias del pueblo, me dijo que la gente no las conocía y que había que contarlas. Esto terminó de convencerme de que había que hacer un libro.
-¿Qué reacción tuvo el libro entre los lugareños?
-Ambigua. Por un lado, los vecinos se manifestaron muy interesados, lo celebraron. A los no residentes, propietarios que tienen viviendas de veraneo allí, sé que no les gustó, porque no les gusta que se hable del pueblo. Las razones son dos: unos dicen que es mala prensa. Que hayan estado allí los nazis o que se haya borrado un cementerio judío del mapa no está bueno. Para mi es al contrario. Hay que ventilarlo. Es energía que debe ser liberada. A otros directamente no les importa que se hable bien o mal del pueblo: no quieren que se hable nada del pueblo, ni bien ni mal, pretenden mantenerlo en reserva por siempre. Para ellos Mar del Sud es un paraíso idílico que debe mantenerse en reserva, actitud que entiendo y respeto pero, perdón, no comparto. Mar del Sud también es mi paraíso,
y quiero contarlo.