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Arte y Espectáculos 22 de febrero de 2019

Natalia Escudero, una actriz entre el suicidio y el poder

Los martes es una candidata recién electa en la obra "El discurso" y los sábados se sube a una viga en la emblemática "De los desencuentros de dos suicidas...". La actriz habla de sus proyectos y del desafío de buscar otras alternativas a las conocidas en su casa materna.

 

Egresada de la Escuela Municipal de Arte Dramático de Mar del Plata, la actriz Natalia Escudero transita la vida de una candidata recién elegida y atrapada por el poder en “El discurso”, un unipersonal que supone el debut de Emma Burgos en la dirección. Y también le pone el cuerpo a Juana, una mujer a punto de suicidarse en “De los innumerables desencuentros de dos suicidas en una cornisa”, histórica pieza de teatro escrita por Marcelo Marán y que en esta nueva versión tiene dirección de Lalo Alías.

“El discurso”, escrita por Pino Isacchi, sube a escena los martes a las 23 en la sala Nachman del Auditorium, al tiempo que “De los innumerables…” se la puede ver este sábado a las 21,30 en El Séptimo Fuego (Bolívar 3675), en la última función del verano de esta pieza.

Además, el 2018 terminó para Escudero con un rol destacado en la segunda película del marplatense Diego De Llano, “Margen”, en la que encarnó a una mujer que intenta superar una depresión y que es compañera del protagonista. “Provengo de una familia tradicional: madre italiana ama de casa, padre argentino, empleado. Lo artístico nunca tuvo protagonismo”, narra la actriz marplatense. Sin embargo, “de adolescente mi rebelión consistió en no parecerme en nada a lo que vivía en casa y no porque fuese triste o duro, aunque hubo de esos momentos, sino porque muy internamente sabía que quería otra cosa”.

En la actualidad, con varias puestas en escena sobre sus espaldas, la actriz dice encontrar sobre el escenario “la posibilidad de encausar mi necesidad de mostrarle al mundo toda mi expresividad, mi mundo interno, mi poesía personal, mis recursos”. Y remata: “La actuación es mi estilo de vida, lo que me da identidad y lo que me define”.

-¿Qué cuenta “El discurso”?

-Soy una candidata elegida por el pueblo que gana sus primeras elecciones, en medio de divagues, incoherencias, euforia, desasosiego, delirio y vivencias personales. Lleva a transitar el enmarañado mundo político y la vulnerabilidad del ser atrapado por el poder. Decidimos abordarla desde el humor, para alivianar el contenido por momentos, triste, desolador y siniestro.

-¿Qué desafío supone el unipersonal?

-Componer un personaje siempre tiene o supone riesgos; de acuerdo al abordaje y al acompañamiento de director o directora. La soledad con la que te encontrás al momento de enfrentar el desafío es tan placentera como angustiante. El unipersonal propone un viaje mucho más intenso hacia tu propio interior para indagar en formas, imágenes, emociones para luego aproximarlo, emparentarlo con el personaje que se quiere componer. La soledad escénica te introduce en una encrucijada peligrosa, no podes dejar de estar alerta, presente, viva porque todo depende de vos.

-¿Cómo es la experiencia de trabajar con Emma?

-Cuando me dijeron que iba a ser dirigida por Emma Burgos, tuve una mezcla de sensaciones, Emma es una talentosa y reconocida actriz de gran trayectoria aquí en la ciudad y eso me generaba cierto confort, convicción y entusiasmo. Pero también experimenté ansiedad e inseguridad porque íbamos a enfrentar ambas un unipersonal y entendía que en esos roles el camino sería toda una novedad. Cuando comenzaron los ensayos la duda se disipo rápidamente, Emma tenía muy clara la diferentes intencionalidades. Fue un pilar absolutamente fundamental en la composición de mi personaje.

-¿Cómo te sentís en la obra “De los desencuentros…” que es una obra tan emblemática del teatro marplatense?

-Hacer “Suicidas” es realmente un placer. Creo humildemente que es una joyita del teatro. El desafío físico y emocional que representa componer a Juana, con el antecedente que este personaje conlleva (fue representado por Asunción Bellido) no fue nada fácil. Por suerte me tocó un compañero de escena, como Héctor Martiarena, que no restringe en nada a la hora de poner alma y corazón en el escenario. Y un director como Lalo que estuvo a la altura de las circunstancias. Desde lo técnico destaco en esta pieza el plus de atención que se debe poner para estar en alerta ni bien ponemos un pie arriba de la viga (la obra transcurre sobre una viga). Esa tensión extra deja al espectador y a nosotros sin aliento en varios momentos de la obra.



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