Mujeres del cine buscan alumbrar historias diferentes
Actrices, catedráticas, guionistas y directoras expusieron sus experiencias y reflexionaron sobre cómo contar historias en las que las mujeres no estén cosificadas ni subordinadas al goce masculino.
Las expositoras (de izquierda a derecha): Díaz, Katharine, Massadian, Frenkel, Rivero y Santa Ana.
“¿Alguien sabe lo que puede un cuerpo de mujer?”. Con esas palabras, abrigadas por un interminable aplauso, terminó su participación la filósofa y escritora Esther Díaz, una de las seis mujeres que intervinieron ayer en el primer Foro de Cine y Perspectiva de Género que se realizó en el marco del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y que moderó la académica cordobesa Analía Barrionuevo.
Díaz es la protagonista del documental “Mujer nómade”, que dirigió Martín Farina y que cuenta cómo el cuerpo de una mujer universitaria y académica está atravesada por la filosofía y cómo ella, a sus setenta y ocho años, se enfrenta a los mandatos patriarcales.
“Spinoza en el siglo XVII se planteaba por qué tanto estudio sobre el alma, sobre algo que no sabemos si existe, por qué tanto estudio sobre el espíritu, lo que puede el alma, lo que puede el espíritu… y acaso, pregunto en serio, ¿alguien sabe lo que puede un cuerpo de mujer?”, indicó la académica, quien indicó que en “Mujer nómade” logró realizar una obra de arte a partir de su propia vida.
Momento histórico dentro de la muestra marplatense: el foro que comenzó pasadas las 10.30 de la mañana buscó desmontar los estereotipos de género que reproduce el cine en torno a los roles femeninos. Pero fue más allá de ese objetivo y se convirtió en un espacio para volcar ideas y contar experiencias personales.
Para la nueva directora artística del Festival, Cecilia Barrionuevo, el Foro, que tendrá su continuidad durante la mañana de hoy en el escenario del Boulevard Marítimo 3100, marcó la posibilidad de plantear de manera formal lo que ya, desde hace tiempo, actrices, directoras, guionistas y otras involucradas en la industria del cine charlan de manera informal. Se trata de la disparidad de género, de las desiguales relaciones que se plantean entre varones y mujeres en el séptimo arte, delante y detrás de cámara.
Llamadas a recorrer desde su experiencia este aspecto crucial de sus trabajos, las otras cinco invitadas fueron: Julia Katharine, una actriz trans oriunda de Brasil, la directora de cine francesa de origen armenio Valerie Massadian, la guionista Noemí Frenkel y las actrices Calu Rivero y Muriel Santa Ana.
“Modelos fuertes”
Díaz, histriónica y didáctica a la vez, reconoció que el papel de las mujeres en la sociedad es la de ser “segundonas”. No obstante, consideró que en el cine hubo excepciones a esas posiciones de inferioridad a partir del desarrollo de “modelos fuertes” que muchas veces sucedieron “de casualidad”. Y citó una de sus películas favoritas: “Rebeca, una mujer inolvidable”, de Alfred Hitchcock. En esa cinta encontró, dijo, una manera de vincularse al género desde otro rol.
Siempre aplaudida por la valentía de sus declaraciones, Díaz señaló que en el documental que protagoniza encontró el modo de interpelar a los espectadores sobre temas punzantes, como el de las arrugas y el de las operaciones a las que ella misma se sometió para borrar los pliegues epidérmicos que llegaron con la edad. “Yo pregunto, ¿por qué es más digno envejecer con arrugas?”, lanzó y reconoció que en la película muestra su cuerpo y su deseo sexual a los casi 80 años.
“En riesgo”
“Estamos en riesgo de dejar de existir”, dijo con una voz ahogada Julia Katharine, protagonista del filme “Lembro mais dos corvos”, de Gustavo Vinagre que se proyecta dentro de la competencia Estados Alterados. El riesgo al que se refirió está asociado al desembarco de la derecha en Brasil, a partir de la llegada a la presidencia de Jair Bolsonaro, un ex militar y oponente a los derechos de las minorías sexuales.
“En este momento estamos viviendo una pesadilla, que nos hace sentir mucho miedo porque se puede venir un retroceso muy grande en Brasil”, dijo la actriz, quien hace seis años que se dedica a la actuación y teme no poder seguir dedicándose al cine, tal como le ocurre a otras compañeras de la comunidad LGBT.
“Brasil es uno de los países que más mata a trans y mujeres no binarias”, agregó y consideró que la invitación al Festival de Cine de Mar del Plata fue “una victoria” para hacer visible a las actrices trans. “Me sentía ahogada y ahorcada (en Brasil) y estar acá fue el aire que necesitaba para seguir respirando”, confesó.
“Abordaje diferente”
Irreverente, Valerie Massadian reconoció tener problemas con la autoridad que le valieron no pocas dificultades a lo largo de su vida. “Tenemos que dejar de ser educadas”, pidió a las presentes y reafirmó sus dichos: “Tenemos que hacernos cargo de nuestras cosas”.
Autodidacta, dijo que dirigió su primera película a los 40. Se trató de “Milla”, un guión corto escrito por ella misma y con un equipo técnico que formó con sus amigas, tras descartar a diversos productores con los que no logró entenderse.
Fanática del cine hecho por mujeres, propuso “crear un sistema dentro del sistema” para poder hacer lo que una mujer quiere, desde pintar a dirigir un filme. “Tenemos que alejarnos de la figura del padre abusivo, y esa figura se abandona cuando se es independiente económicamente”, agregó y encontró respuesta a esa necesidad en los colectivos de mujeres que se activan para lograr financiación.
A su vez, pidió a las nuevas realizadoras hacer un cine que no solo “use a las mujeres como tema”, sino que indague en la sensibilidad de las mujeres. Y pidió “un abordaje diferente a la de las directoras que son nenas de papá y que no se escuchan a sí mismas”. “La sensibilidad de ver el mundo es claramente diferente a la de un hombre, hay una conexión con el cuerpo diferente, yo invito a las realizadoras a filmar sobre otras cosas y que usen esa sensibilidad”, indicó.
“Funcionales al goce masculino”
“Demos vuelta los dispositivos del poder”, dijo la guionista Neomí Frenkel, a su turno. Pidió repensar los roles en el contexto del cine y de la industria audiovisual. Habló del lugar “accesorio, secundario y dependiente de los hombres” que tienen los personajes femeninos, muchos de los cuales deben encarnar los “ideales de juventud y belleza funcionales al goce masculino”. Y en el caso de las actrices, para acceder a esos roles tienen que sortear prácticas de acoso y abuso sexual, tal como puso de manifiesto el movimiento Me Too, en Estados Unidos.
Citó guarismos de Sagai, entidad que indicó recientemente que “el 66% de mujeres manifestaron haber sido acosadas o abusadas para acceder a su trabajo en Argentina”.
“Las actrices unidas y empoderadas trabajamos para ser cada vez más conscientes de esto y de que tenemos la posibilidad de contar otras historias”, agregó.
“Transformación”
“Personajes de mujeres con cicatrices”, esos eran l0os roles que buscaba interpretrar la actriz Calu Rivero, a partir de haber conocido a diferentes mujeres reales, en su Catamarca natal y luego en Córdoba. Pero esos roles no llegaron. Llegaron otros que no lograron satisfacerla.
En su intervención de ayer, evitó hablar de Juan Darthés, actor acusado de haberla acosado durante la grabación de la novela Dulce amor, ciclo que abandonó antes de su término. “Estuve cinco años sin actuar porque me topé con una persona que no pudo valorar mi entrega como actriz, ahí vino el vacío y la transformación”, contó.
Ese cambio interior lo volvió a un proyecto personal, que llevará adeante con su propia madre. Ella será la encargada de filmarla en un rol diferente y en una película de la que no dio a conocer más detalles. “Cuando hablo de transformación hablo de que para que todo se transforme primero tenemos que transformarnos nosotras”, dijo.
“Precariedad y privilegio”
Para Muriel Santa Ana, el trabajo de una actriz encierra una precariedad y un privilegio, indicó ayer. La precarias la advirtió en las muchas violencias que atraviesan el oficio, por eso urge, dijo, la necesidad de deconstruir paradigmas femeninos cristalizados históricamente.
“La actriz es una trabajadora y como trabajadora está sujeta a las reglas de este mundo salvaje y machista”, reconoció y a la vez vinculó esa precariedad a las “condiciones de trabajo con relaciones contractuales tan duras o más que en el siglo XIX, donde se pasan las ocho horas de trabajo”.
Por otro lado, el privilegio lo relacionó a ese espacio de libertad que fue, en el pasado, la actuación y el arte en general. “A lo largo de la historia ser actriz devino en una posibilidad de libertad, hay algo de la marginalidad que a estas mujeres les permitió correrse de lo que se esperaba de ellas, actuar es una forma de ser libre, puede ser una resistencia”, reflexionó en el cierre del foro, que también habilitó la palabra de las asistentes en la sala. Se encontraban Mercedes Morán, Maite Lanata, Jazmín Stuart y María Alché, entre muchas otras.
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