Carlos Rottemberg, productor teatral.
¿Qué le hace a toda la actividad teatral en su conjunto pagar $280.000 cuatrimestrales (dato dicho por el funcionario por radio, nunca oficialmente en los papeles) por subir los anuncios de títulos y rostros de los actores y actrices a las marquesinas de los teatros? ¿Acaso hay otra salida que exigirlo y cobrarlo si así salió aprobado del Concejo Deliberante? Mourelle tiene razón.
Otra cosa muy distinta es, innecesariamente, utilizar la agresión pública para ‘cumplir’ con su deber de funcionario. En el verano pasado disfrutó frente a los concejales al denominar “millonarios” a los empresarios teatristas, en respuesta a quienes estaban presentes, personas exclusivamente del circuito teatral independiente, solo guiadas por su vocación y su compromiso con la cultura. Hace unos días cambió su mote por “grupos concentrados”. Paradójico que los “grupos concentrados” hayan llegado al teatro. En 45 años de profesión y 41 en Mar del Plata, nunca lo supe. Creí que se dedicaban a otra cosa. Siempre está bueno aprender.
Los grandes y antiguos edificios teatrales en esta ciudad tienen una problemática mucho más profunda que pagar una tasa por publicidad y propaganda. Por eso también Mourelle tiene razón. Conservarlos se hace cada vez más dificultoso e inviable para esta actividad hace tiempo: por eso, en esta década, el Regina, en plena peatonal, se convirtió en casa de comidas rápidas o el hermoso Güemes en casa de ropa de artículos deportivos. También en lo personal me dolió desprenderme del querido teatro Corrientes, el primero que levanté con orgullo en la ciudad (con el fin de honrar los compromisos económicos asumidos ante la osadía de recuperar el viejo Astral, hoy Bristol).
Comprendo que actualmente su propietario lo sostenga con su planta baja convertida en lo que puede comprobarse a la vista. Estos ejemplos fueron solo los últimos, incluso sin existir una nueva tasa teatral, para una actividad fomentada impositivamente por el Estado Nacional, las provincias y los distintos municipios.
La problemática es más profunda. Por eso no se inauguran ni se invierte en teatros “comerciales” privados en el país. Al menos para hacer solo teatro.
Invertir en el teatro
Muchas personas intervienen en el mundo del teatro marplatense, desde aquel teatrista Independiente hasta la municipalidad sosteniendo su Colón o la provincia su Auditorium. Son testigos privilegiados en conocer la realidad de este “negocio”, como también dos personas muy vinculadas al actual gobierno municipal, que muchos años atrás conocí como boleteros de teatro. Todos buscamos “el éxito”, esa zanahoria la más de las veces esquiva, pero que hace a la matriz de esta actividad. El verdadero, el que, tal vez mirado por televisión, confunde hasta a los funcionarios al repetir todos públicamente que son exitosos y primerísimos en recaudaciones. La autoridad tiene la potestad de conocer la realidad y el contribuyente la obligación de brindarla. No por la tele.
Los grandes inmuebles teatrales privados de más de 500 butacas que han quedado en pie en esta ciudad son solo cuatro. Impresiona el número por lo bajo. Uno en calle San Luis, otro en Santa Fe y dos sobre Luro. Su continuidad no depende de esta tasa ni de ninguna otra que se pretenda imponer. Son producto de otra época, cuando algunos los construyeron, en aquellos tiempos en que cualquier marplatense supo que la temporada era de cuatro meses y se hacían dos funciones diarias de martes a domingo. Eso se terminó hace rato. Podemos seguir desalentando a los actores a que se lleguen a Mar del Plata con tasas o quitando el micrófono al recibir un premio. Todo suma para lo mismo.
Si con mi colega Lino Patalano somos más consultados periodísticamente no es porque resultemos más importantes como fuente. Es que de aquellos tiempos solo quedamos dos. Lo comentamos en privado cuando nos vemos. Nos reímos de nosotros mismos como dos viejos carcamanes intentando que no se nos caigan estos edificios, no solo para la actividad que profesamos, sino ediliciamente. Son monstruitos que piden de comer permanentemente, tienen demasiados años y muchos vicios ocultos que el espectador no conoce. Pero eso es riesgo empresario y siempre me gusta repetir que el riesgo es la justificación moral del empresario. Sin perjuicio de lo anterior, para el circuito de teatro mediano o pequeño, cualquier nueva imposición puede voltearlos.
“Si se cobra, que sea rápido”
Volviendo al grano: Mourelle se pregunta por qué paga por su cartel otro comercio y el teatro no. Explicar ahora que en la propia Nueva York el teatro es sinónimo turístico que produce sinergia entre otros sectores económicos o que a Mar del Plata se la llama Capital del Espectáculo por la vidriera que aportan todas las expresiones artísticas que se conjugan cada año, creo que ya es redundante.
Aprovecharía también en sugerir que oriente urgentemente -a modo de ejemplo- a Horacio Rodríguez Larreta en CABA, porque en estas horas propicia que impactemos con marquesinas y publicidad teatral sobre la nueva Av. Corrientes a re-inaugurarse.
Esta ciudad será la única que cobre por “vestir” los hierros que esperan a los actores. Cuando ellos no vienen los teatros son locales vacíos con estantes sin mercadería. Por eso se cuida tanto esta materia prima humana y se busca conquistarlos en todas las ciudades del mundo.
Cada “bordereaux” no es de una sola persona o empresa. Esta actividad es muy cooperativista desde sus orígenes. Por eso lo que impacta en uno impacta en todos.
Solo pido en estas líneas que si se cobra ésta o cualquier nueva tasa, que sea rápido, porque algunas compañías se retiran en marzo y debemos retener ese importe que desconocemos desde el 29 de enero, día en que se recibieron las notificaciones.
Publicidad y rechazo compartido
Dos datos pintorescos para agregar, ante otra afirmación equivocada del funcionario y que no tiene por qué conocer. La publicidad teatral está de alguna manera “subvencionada” por los editores de medios.
Es diferente a otras secciones. Por eso se pueden ver o escuchar tantos avisos gráficos, radiales o televisivos que serían impagables al precio real de tarifa en el país. Pero para entender eso también hay que comprender la diferencia entre Cultura y Espectáculo con otras actividades comerciales.
El segundo punto tiene que ver con dos encuentros que mantuve, a pedido de ellas, para intercambiar información sobre esta actividad en la ciudad. Uno el año pasado (Vilma Baragiola) y otro hace pocos días (Fernanda Raverta), ambas pertenecientes a agrupaciones políticas bien distintas. Coincidieron en aclarar, sin que lo pregunte, que no están de acuerdo con la aplicación de ninguna tasa teatral. Más pintoresco resulta aún que también me lo haya dicho en el verano pasado el propio intendente Carlos Arroyo, en nuestro encuentro fortuito en ocasión de la cena a beneficio para el Hospital Materno Infantil. ¿Entonces? Siempre se dijo que en los teatros habitan fantasmas. A esta altura creo que habría que buscar respuestas por ese lado o en el juego del Gran Bonete.
Cierro diciendo que leo en redes sociales que al actual responsable de Hacienda local lo llaman #LátigoMourelle. Debo confesar que en lo personal me sentiría muy mal si alguien me rotulase así. Lo que para algunos puede ser un trofeo, a otros nos resulta bochornoso. Algunos creemos que la educación y las formas están muy por encima de cualquier tasa o impuesto.