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Opinión 3 de julio de 2017

Momento difícil para la política y los partidos políticos

por Sebastián Puglisi

Comienza la campaña política en estas elecciones de “medio tiempo” y la sensación reinante es que los partidos políticos se ven amenazados por adentro y por afuera. Por adentro, por dirigentes que intentan perpetuarse en el ejercicio de sus cargos públicos pagados con el erario y entonces son “los propios” quienes hacen oír sus quejas por no tener espacios suficientes.

Por afuera, inundados de críticas a un sistema que a simple vista se ve corrupto, y que no responde a las reales necesidades de la gente.

Pero ¿qué puede hacer una agrupación política ante esto?

Las respuestas no surgen rápidas y satisfactorias pero, entiendo, debemos comenzar por preguntarnos el para qué y ahí sí tal vez comencemos a desandar caminos. La respuesta a la pregunta para qué sirve una agrupación política, nos va a posicionar de un lado o del otro de una calle que seguramente nos ayude a construir un futuro mejor.

Recuerdo una respuesta a esta pregunta que alguna vez le hice a uno de mis maestros que me marcó para siempre. Elio Aprile me dijo: “La política y los partidos políticos sirven para hacer algo que haga que los otros estén mejor”.

Tan simple, como conmovedora.

La cuestión entonces se vislumbra como muy clara: poder cambiar un poco, apenas, la realidad en la que nos movemos cotidianamente para mejorarla trabajando en favor de los demás, es el sentido primero del trabajo con vocación solidaria.

Se alzan voces por todos lados: ¡qué se vayan todos!¡Son todos iguales!¡Todos roban!¡Se enriquecen con la política! Mientras tanto nada cambia.

Creo que desde la política debemos preguntarnos: ¿alcanza con la política tradicional?¿Alcanza con ser “rosquero” de comité? ¿Da lo mismo el grado de conocimiento que nuestros políticos tienen de las cuestiones sociales y sus alternativas de solución, que ser un improvisado?¿Alcanza con que alguien sea “exitoso” en su profesión para estar ocupando un cargo público de representación?

Seguramente éstas y otras tantas cuestiones nos desafían. Pero además nos exigen encontrar respuestas. No es necesario llegar a la anomia para encontrar soluciones. No es necesario llegar a que la mayoría de la población descrea del sistema democrático para encontrar respuestas satisfactorias.

¿Qué debiera hacer entonces un partido político? Creo que en primer lugar escuchar y eso, seguramente nos llenará de preguntas. Pero mientras tanto, se nota la falta de credibilidad entre quienes se manifiestan, pero también se percibe el descreimiento en aquellos que no se expresan públicamente, en los más silenciosos, en los que no conocen los “vericuetos” de la administración para lograr tal o cual ventaja. En el ciudadano de a pie. En ese que, como el otro, paga sus impuestos “religiosamente”.

Estamos en una encerrona. Pero se sale con participación. Se sale con más democracia. Se sale entendiendo a la solidaridad como proyecto de vida. Donde no hay iluminados que lo tengan o lo puedan todo y otros que no puedan o no tengan nada. Todos podemos algo y todos carecemos de algo. Este concepto lo traigo de la educación. Así como ningún docente puede creer que su alumno es una jarra vacía que debe llenar con sus conocimientos, ningún político puede creer que el cargo público es la herramienta que lo llevará a encontrar soluciones mágicas para cambiar la vida del otro. Urge un modelo distinto de hacer política.

Hay que romper la matriz tradicional de hacer política y pensar en esquemas superadores. Hay que pensar en la mejora y el cuidado.

Mejorar no es cambiar todo. Mejorar es trabajar sobre lo que está hecho y potenciarlo.

El cuidado implica promover un interés profundo y el bienestar de quienes convivimos en una sociedad donde lo personal, lo profesional, la salud, el ambiente laboral, entre otras cosas sean prioridad.

La mejora y el cuidado no deben verse como inalcanzables en la función política pública.

Empiezan en el día a día. En el trato del funcionario político con el vecino, en la atención del político con el funcionario de carrera de cualquier estamento del Estado, sea éste municipal, provincial o nacional; en el respeto de sus derechos y en la exigencia del cumplimiento de sus obligaciones.

No es utopía. Es realidad concreta. Es trabajo. Comencemos a desandar un nuevo camino. La política y los partidos políticos ya no son lo que eran o al menos lo que solían ser. Estamos transitando un cambio de época que abre de par en par las puertas de la mejora, pero mientras tanto no pueden padecerlo las mayorías formadas en un tiempo que ya no es.

¿Qué pueden hacer entonces los partidos políticos? Dar la batalla, proponer a sus mejores hombres y mujeres para pensar desde el interior mismo de cada agrupación política propuestas de mejora de lo que tenemos. Y quienes tengan cargos de representación y pertenezcan a esos partidos políticos, ser ejecutores de esas ideas, de esas propuestas. Necesariamente urgen trabajos que fijen prioridades para poder separar lo urgente de lo necesario. Estamos a tiempo. Ojalá se pueda

(*): Ex secretario de Educación y Cultura MGP- Vicepresidente UCR Mar del Plata-Batán