“Mitomanías de los sexos”: un trabajo literario para alejar los prejuicios
A pesar del paso del tiempo, existen estereotipos sexuales anclados que relacionan a la mujer con ser madre y permanecer en la casa, mientras que el hombre sigue siendo el macho proveedor. Esas y otras dicotomías son expuestas en "Mitomanías de los sexos".
Los distintos estereotipos sexuales quedan plasmados en el trabajo de Eleonor Faur y Alejandro Grimson, “Mitomanías de los sexos” (Siglo Veintiuno Editores). Mujer: esposa, madre, a cargo de las tareas domésticas. Hombre: sostén del hogar, trabajador de tiempo completo fuera de su casa.
En la intimidad, la diosa sexy y el macho siempre dispuesto. En pleno siglo 21, atravesamos una época de cambios en la que muchos estereotipos sobre los géneros y la sexualidad parecen en entredicho. Sin embargo, lejos de haberse evaporado, siguen ahí: se activan cada vez que algo no encaja con nuestras ideas de “lo típicamente femenino” o “lo típicamente masculino”. Y hacen que frente a eso que nos incomoda optemos por señalar con el dedo, deslizar una ironía o estigmatizar.
En “Mitomanías de los sexos”, Eleonor Faur y Alejandro Grimson recorren los laberintos de nuestro lenguaje, los lugares comunes en los que caen hasta los más abiertos y progresistas, para mostrar cómo las diferencias -entre hombres y mujeres, entre parejas heterosexuales y parejas homosexuales- pueden convertirse en grandes o pequeños actos de injusticia.
Cotidianeidad
Por eso, más que los casos extremos de violencia o sumisión, este libro ilumina las situaciones y tensiones cotidianas. Las que se juegan, por ejemplo, en el vestuario de un club o en la tribuna de una cancha de fútbol, donde se necesita mucha seguridad y valentía para no festejar un chiste misógino o no corear una canción que parece de la época de las cavernas; las que se juegan en los encuentros eróticos cuando una mujer toma la delantera.
Para no hablar de las identidades -travestis, transexuales, intersex- y las orientaciones sexuales que no caben en esquemas binarios y nos obligan a dejar de ver el mundo en blanco y negro.
Con humor, argumentos, ganas de abrir la discusión en todos los ámbitos, los autores muestran el reverso de los mitos y las medias verdades, poniendo la lupa sobre el machismo explícito pero también sobre las zonas grises. Así, contribuyen a esa lucha múltiple y colectiva por iguales oportunidades y vidas más libres.
Autores
Eleonor Faur es socióloga por la universidad de Buenos Aires y doctora en Ciencias Sociales por Flacso. Desde joven decidió combinar la investigación social, la docencia y el asesoramiento en políticas sociales. Coordinó el área de derechos de las mujeres de Unicef (en Colombia y Argentina), diseñó la estrategia de género del PNUD y dirigió el Fondo de Población de las Naciones Unidas en la Argentina.
Además de dictar cursos, seminarios y conferencias en distintas universidades, es autora -entre otros libros- de “Masculinidades y desarrollo social. Las relaciones de género desde las perspectivas de los hombres y El cuidado infantil en el siglo XXI” y “Mujeres malabaristas en una sociedad desigual”.
Alejandro Grimson es doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia. Con su libro “Mitomanías argentinas” propuso un modo de abordaje crítico del sentido común que tuvo repercusión incluso en la televisión. Después siguió, en colaboración con Emilio Tenti Fanfani, “Mitomanías de la educación argentina”, investigó procesos migratorios, zonas de frontera, movimientos sociales, culturas políticas, identidades e interculturalidad.
Además de dictar conferencias y cursos en numerosas universidades del país y del extranjero, es investigador del Conicet y profesor del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín.
La “Introducción” del libro
“¿Los hombres son de Marte
y las mujeres son de Venus?”
“¿Ellas manejan peor que ellos? ¿Los machos necesitan (por razones biológicas) tener más relaciones sexuales que las hembras?
¿Las minas son histéricas? ¿Los tipos son violentos? ¿Las mujeres son más detallistas? ¿Los varones son mejores líderes? ¿Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus?
Sabemos que no siempre existieron ciertas realidades, que tecnologías como el automóvil o la electricidad son inventos bastante recientes. Del mismo modo, hay ideas y conceptos sobre las divisiones entre los seres humanos que datan de pocos siglos atrás. No siempre los seres humanos se pensaron divididos en naciones, en culturas o en razas.
Pero con el sexo todo es diferente. Sexo y sexos hubo siempre. Es simple: sin sexo y sin deseo, la humanidad habría desaparecido. De ahí emana su poder. Y el poder de ocultar una historia. La historia de cómo pensamos sobre los sexos.
Ni la sexualidad ni las relaciones entre varones y mujeres se reducen a la reproducción. Sin embargo, algunos hechos de la reproducción biológica (sólo las mujeres tienen útero y paren, sólo ellas pueden amamantar) se convierten en metáforas que ordenan buena parte de las relaciones entre los sexos: en la casa, en el trabajo y en la política.
Ahora bien: sólo las mujeres tienen partos; pero no es cierto que sólo ellas tengan hijos. Sólo las mujeres amamantan; pero no es cierto que sólo ellas puedan alimentar a sus hijos y cuidar de ellos.
Se trata de una larga y vertiginosa historia. Es posible que miles de años atrás, cuando los seres humanos vivían de la caza y la recolección, hayan considerado necesaria una división sexual del trabajo: es más sencillo que salga a cazar el que no queda embarazado, el que no debe alimentar a una prole numerosa. ¿Por qué sobre esa división se generó una creencia extendida y perdurable de superioridad masculina?
¿Por qué se urdieron leyes, industrias y sistemas
políticos que colocaron a los varones en los lugares de decisión y de valoración social y a las mujeres, en cambio, en escenarios carentes de protagonismo público? Y esto no sólo se impuso en las más diversas sociedades.
Hoy en día, ninguna división del trabajo podría justificar en ningún sentido aquella desigualdad, que sin embargo
continúa presente en hechos brutales y en gestos cotidianos. En pequeñas, pero no siempre inofensivas, humoradas machistas o simplemente en malentendidos que se reiteran una y otra vez.
Esa división fundamental del mundo entre varones y mujeres, entre lo masculino y lo femenino, se prolonga a objetos y prácticas. Jugar al fútbol es cosa de hombres, preparar la comida cosa de mujeres. ¡Hasta los colores tienen género! Los estereotipos sobre qué es de ellos
y qué es de ellas trascienden las desigualdades de cualquier tipo e impregnan nuestra visión del mundo.
Ver a una mujer hacer algo “de hombres”, y viceversa, genera incomodidad o rechazo. Hemos construido una jaula para nosotros mismos. De hierro, sólida, persiste.
Pero cabe que nos preguntemos si persiste idéntica. Claro que no.
Estamos en una época de transición. Una época en que todos los estereotipos de género tambalean, y las mitomanías sobre las mujeres y los varones pierden parte de su antigua potencia. Y no bien escribimos que una cosa “es” de ellos o de ellas, surgen contraejemplos a la velocidad del rayo: los torneos de fútbol femenino, los hombres que se volvieron grandes cocineros hogareños, las cinco gobernadoras argentinas, los papás que pasean bebés en sus cochecitos…”