Miriam Lewin: “Los que sobrevivimos, no vamos a superar nunca la culpa de haber sobrevivido”
Decidida a conocer qué aviones y pilotos arrojaron al mar a detenidos-desaparecidos por la dictadura, la periodista -con el fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo- identificó a los responsables de esos vuelos, ahora procesados.
Miriam Lewin presentó "Skyvan. Aviones, pilotos y archivos secretos". Foto: Télam | Florencia Downes.
El fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo le preguntó a la periodista Miriam Lewin por el destino de los aviones que habían participado en los asesinatos conocidos como “vuelos de la muerte” durante la última dictadura cívico militar y esto disparó una investigación que llevó años, llegó a los Tribunales y quedó plasmada en “Skyvan. Aviones, pilotos y archivos secretos”.
El libro, editado por Sudamericana, recupera los archivos de esos vuelos y narra el itinerario de la documentación por la que Mario Arru, Alejandro D’Agostino, Emir Sisul Hess, Julio Poch y Rubén Ormello fueron detenidos, sin dejar de lado la construcción de un vínculo de amistad entre una sobreviviente de los centros clandestinos de detención ESMA y Virrey Ceballos, y un italiano comprometido con saber qué pasó durante la última dictadura argentina.
Entre los responsables de esos vuelos también está Enrique De Saint Georges, que murió en febrero de este año, y Gonzalo Torres de Tolosa, el “teniente Vaca”, que obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria; mientras que Adolfo Scilingo está preso en España desde 2001; y los cinco detenidos ya nombrados esperan la sentencia de la causa ESMA III que está en su etapa final.
“El libro es el relato de cómo un equipo, no necesariamente con las mismas ideas políticas en el plano coyuntural pero con un compromiso con la justicia, se unió para conseguir un objetivo: que los pilotos que dieron la orden de abrir el portalón de los aviones para arrojar cuerpos inconscientes no se vayan a la tumba sin sentir el peso de la justicia”, aseguró Lewin (Buenos Aires, 1957) durante la entrevista con Télam a días de la publicación de “Skyvan”.
– ¿Podemos decir que el encuentro con Ceraudo fue el gran disparador del libro?
– Sí, esta es la historia de una investigación que comenzó en 2007 cuando Giancarlo me vino a hacer fotos en mi calidad de ex detenida desaparecida y trató de convencerme de ir a hacer fotos a uno de los centros clandestinos de detención en los que había estado detenida (Ex ESMA o Virrey Ceballos). El estaba haciendo un trabajo sobre la dictadura y le llamaba la atención lo poco que teníamos en consideración los argentinos los objetos. Me dijo: “¿Vos te preguntaste alguna vez donde están los aviones de los vuelos de la muerte?”. Dije que no y que no entendía para qué podían servir, ante lo que me contestó: “Para llegar a los pilotos”. A partir de ese momento nos embarcarnos en la búsqueda de los aviones que habían participado, de acuerdo al relato de Scilingo, en los vuelos de la muerte.
– ¿Dónde estaban los aviones?
– Uno estaba en una empresa de resabios industriales en Camino de Cintura, otros en museos navales. Los Skyvan eran tres y dos de ellos habían caído en Malvinas. Así empezamos a adentrarnos en la localización de los aviones, le pedimos ayuda a Enrique Piñeyro. La investigación avanzó y cuando estábamos por publicarla en televisión se nos cruzó el hallazgo de las planillas del avión en el que casualmente la justicia determinó que es probable que sea de donde tiraron a las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, a Azucena Villaflor y a otros miembros del grupo fundador de Madres de Plaza de Mayo que se reunía en la iglesia de la Santa Cruz.
– ¿Cuál fue la etapa más difícil?
– El momento de acercarme a uno de estos aviones porque significaba conectarme con los vuelos de la muerte en los que se llevaron a mis compañeros y en los que yo tuve muchas posibilidades de ser una pasajera. Al Skyvan no me pude subir, lo miré de afuera. Es apabullante. Por su aspecto y su resistencia lo llaman Ford Falcon y paradójicamente no porque transportara desaparecidos sino porque tiene una apariencia fuera de lo común que es muy parecida a un ataúd. El Skyvan es un modelo de avión de fabricación irlandesa.
– ¿Cómo fue la decisión de avanzar y sostener la investigación durante tantos años?
– Durante mucho tiempo yo había creído que no estaba preparada para ocuparme de este tipo de temas porque no podía poner la debida distancia periodística y profesional hasta que fui a hacer un taller sobre ética periodística a Estados Unidos y un profesor me dijo que justamente como yo había atravesado ese tipo de situaciones estaba dotada de una sensibilidad especial para ocuparme de estos temas. Me decía que una persona que haya atravesado la experiencia del Holocausto y haya sobrevivido tiene la capacidad de acercarse a esos temas de otra manera porque se trató de un genocidio, entonces tiene que haber una sola mirada. Si se tratara de otro tema donde no es tan categórico cual es el lado del bien, sería diferente. Ahí me relajé y empecé a ocuparme de esos temas.
– No es el primer libro que escribís sobre ese momento histórico…
– No, el primero fue “Ese infierno” en el que están los encuentros que mantuvimos, durante más de dos años con compañeras sobrevivientes, para hablar de cómo era la vida adentro de la ESMA. Después “Putas y Guerrilleras”, con Olga Wornat, que tiene que ver con la violencia sexual en los centros clandestinos de detención. Es un libro que nació porque muchas compañeras tenían dificultad en ponerse en el lugar de víctimas. Por ejemplo, por haber accedido a las salidas a cenar que organizaba el tenebroso personaje “Tigre” Acosta o si habían sido abusadas sexualmente por un represor, se las miraba como que habían dado su consentimiento. Es como si en un país que era un gran campo de concentración y en uno de los principales lugares de exterminio del país, una mujer podría haber elegido qué hacer. Examinando lo que había pasado en otros centros clandestinos vimos que eso era parte de un plan sistemático y que, con distintos matices, los represores tenían la orden expresa de someter sexualmente a las prisioneras. Esto era un mensaje disciplinador no solo para las prisioneras sino también para sus compañeros o novios que tenían que soportar como los represores se aprovechaban de los cuerpos.
– ¿Qué te aportó este libro en particular?
– Me ayudó a resolver la culpa del sobreviviente, esa pregunta que te acompaña: “¿por qué sobreviví yo y no los otros?”. Esa respuesta la tienen los represores solamente. Una compañera decía: “¿Por qué me preguntan a mí por qué sobreviví y no a ellos por qué mataron tanta gente?”. No sé si pude resolver por qué sobreviví pero según Giancarlo, obteniendo la identificación de los pilotos, y muy probablemente y ojalá la condena, tal vez yo me pueda responder por qué sobreviví. Los que sobrevivimos no vamos a superar nunca la culpa de haber sobrevivido. Este libro en el plano social y personal contribuyó a paliar un poco el dolor de haber sobrevivido. También es el relato de cómo un equipo, no necesariamente con las mismas ideas políticas en el plano coyuntural pero con un compromiso con la justicia, se unió para conseguir un objetivo: que los pilotos que dieron la orden de abrir el portalón de los aviones para arrojar cuerpos inconscientes no se vayan a la tumba sin sentir el peso de la justicia.
– ¿Cómo están las causas judiciales?
– Vamos a ver que pasa con la sentencia. Se está ralentizando. Se está concediendo a los pedidos de abogados defensores una atención que antes no se les daba. La chicanas judiciales están siendo atendidas. Ahora estamos esperando que terminen de alegar los abogados defensores y después se dictará la sentencia y paralelamente está por empezar la Causa ESMA IV.
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