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Cultura 21 de noviembre de 2016

Miradas: Luna

Por Juan Lamarche

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Las relaciones entre los humanos y los animales domésticos pequeños, también llamados animales de compañía, son muy especiales. Escuchamos a menudo historias casi increíbles de conductas de estos queridos personajes que mantienen evidentes comunicaciones y altas relaciones de pertenencia con sus dueños.

En mi caso, a pesar de una infancia que puedo calificar de paradisíaca, en una extensa quinta de varias hectáreas en Ingeniero Maschwitz, de la cual mi padre era encargado, no establecí casi relación con perros y gatos, me atraían más los equinos y vacunos. Durante mis vacaciones veraniegas en Rauch, nuestros juegos apuntaban a terneros o corderos que utilizábamos para simular las domas o jineteadas que me apasionaban. Extrañamente, recién hace unos doce años, una amiga me regaló una pequeña tortuga.

Pensé entonces que era mi animal ideal, la veía recorrer cansinamente, en absoluto silencio, pisos y pasillos, eso era todo. Claro, con una tortuga es imposible mantener una relación, creo que eso me producía bienestar y placer. La tortuga murió prontamente y un par de años después quise albergar un gato. Esa misma amiga me regaló una gatita de apenas 20 días que llamé Luna.

Entonces comienzo a admirar la independencia de este animal, su aire orgulloso, leve, su agilidad, velocidad, elasticidad. Por otra parte, me he enterado que en el antiguo Egipto los gatos eran adorados y cuidados, hasta había leyes que los resguardaban, los investigadores han encontrado miles de gatos momificados de esa época.

Aunque creo que parte de mi aprecio tiene que ver con el amor de algunos escritores a estos airosos domésticos. Son ejemplos conocidos los de Cortázar y Soriano. Éste último expresó en un texto “Soy uno de ellos, perezoso y distante”, agregando : “No es posible usar un gato para nada personal, no hay manera de privatizarlos…”. El caso es que la recién llegada recorría mis hombros en momentos en que yo preparaba un escrito para una beca universitaria que gané, seguramente con su ayuda.

Nuestra relación ha sido excelente aunque no era muy efusivo con ella aunque conocíamos todos nuestros movimientos diarios. En cuanto a su nombre, creo que los gatos y la luna tienen sus vínculos. Recuerdo un hermoso cuadro de Miró titulado “gato mirando la luna”. Ambos son bellos, inaccesibles, misteriosos, magnéticos.

Luna murió hace años. Era solo una gata pero aludía a muchas cosas más. Debajo del vidrio que cubre mi mesa tengo varias alusiones a la luna, en una de ellas, una vieja tira de Rep, el personaje Auxilio mira la luna y dice : – Si quieren que crea en algo, yo exijo pruebas, ¡un milagro, algo! – En el siguiente cuadro aparece una luna llena y a continuación dice Auxilio: – No soy ateo de luna – También hay unos versos de un gran poeta, Jacobo Fijman, Gramática de estrellas fijas, que concluye de esta manera : “La luna está dispuesta con sus tiempos de luna / y la flor de tu llanto sobre el amor del mundo”.



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