“Milagro en Haití”, el dolor de una mujer en un país que se descompone
La protagonista queda en coma luego de una cirugía estética. A través de su conciencia aparecen su padre, los amantes y maridos, los hijos no deseados. “El punto de partida fue bastante real porque me pasó de tener a mi madre en cama en un hospital, y también hay historias que mi madre vivió en Haití”, dijo.
En “Milagro en Haití”, el chileno Rafael Gumucio narra el conflicto de una mujer que luego de una cirugía estética fallida queda en coma, al acecho de su propia historia que como un fantasma la visitará durante la convalecencia en una sala de hospital de es país centroamericano.
Gumucio logra con maestría traer la voz de la protagonista, Carmen Prado, que en ese estado de inconsciencia expone con mordacidad los más oscuros y dolorosos momentos de su vida, evalúa su presente y especula sobre el futuro, donde no existe posibilidad de rescate.
En ese discurrir de su conciencia aparecerán el vínculo perverso con su padre, los amantes y maridos que pasaron por su cuerpo, los hijos no deseados -a los que ama y también rechaza-, momentos que marcaron su memoria y su cuerpo, como el bisturí que ahora la dejó postrada.
“Cómo era yo a los cuarenta y dos años, se pregunta Carmen Prado. Mujer aún, niña, deseante, hambrienta, sabia, bailando por el pantano… Pura lucha, pura guerra, atravesada por el miedo y las ganas, viuda de un hombre, enamorada oficialmente de otro, o simplemente caliente, desesperada”, se lee en el libro editado por Random House.
En ese padecimiento Carmen Prado estará acompañada por Elodie, una cocinera haitiana de raza negra que la asiste, luego de que su marido, un diplomático danés, al que menosprecia al igual que a su padre, la deja en soledad, para aparecer nuevamente hacia el final de la historia.
“No tengo nada más que decir. Este es el desierto, este es el fin. Debería estar muerta, no sé por qué estoy viva… Mis hijos me odian, mis hermanos no me hablan, no tengo casa, no tengo ahorros, nada mío. Soy una puta vieja, estoy lejos de todo”, le dice Carmen Prado a Elodie.
En simultáneo al proceso infeccioso que vive el cuerpo de Carmen Prado, ocurre un levantamiento popular contra el entonces presidente Jean Bertrand Aristide, un paralelismo en el que transitan el fluir delirante de la protagonista y la convulsionada Haití.
Con estas dos mujeres en una sala de hospital, el escritor logra tensionar la trama a través de las confesiones de la protagonista y del trasfondo político que como el cuerpo de la protagonista aparece en descomposición.
Gumucio, que se define como “adicto a la literatura argentina”, afirma que esta novela a la que considera “bastante latinoamericana” es muy distinta de lo que venía escribiendo hasta el momento, como “La deuda” y “Comedia nupcial”.
“Soy un escritor diurno no nocturno, no guiado por el subconsciente, sino por la racionalidad y esta novela me salió distinta”, evalúa en una entrevista con Télam el autor, nacido en Santiago de Chile, en 1970, y exiliado en Francia con su familia, luego del golpe militar de Augusto Pinochet.
-¿A partir de qué situación o recuerdo fuiste construyendo la historia?
-A la novela la fui construyendo a partir de imágenes que tenía en la cabeza, que me llamaron la atención, como las empleadas cantando y llorando cuando se produce un incendio en las montañas. Y la otra imagen es la de los pájaros que ingresan al hospital y se posan encima de la cara de los enfermos. Estas últimas, creo haberlas visto cuando mi papá estaba enfermo pero a esta altura no sé si las imaginé o las vi, pero me gustó esta imagen de que todos los enfermos tienen un pájaro encima y luego el enfermero abre la ventana y los pájaros revolotean.
-¿De dónde surgió esta mujer tan despojada de afecto y déspota? ¿Conociste a alguna mujer así?
-He conocido a muchas mujeres parecidas a Carmen Prado, en la generación de mi madre hay muchas de ellas. Aunque pensándolo bien tiene muchas cosas parecidas a mí. Si bien es mujer y tiene 60 años, hay cosas de su soledad en que me reconozco, como el ser desesperado. Ama mucho la vida pero la ama de una manera desesperada, con una gran necesidad pero sin ninguna paciencia.
-¿Cómo fuiste construyendo este personaje?
-Me fue fácil comunicarme con ella. Me ceñí al método de escuchar lo que su voz me iba diciendo. El punto de partida fue bastante real porque me pasó de tener a mi madre en cama en un hospital, y también hay historias que mi madre vivió en Haití. Lo otro lo fui adivinando, descubriendo, escuchando qué le pasaba y entonces el personaje fue inventándose a sí mismo.
-¿Las mujeres son particularmente inspiradoras de tus novelas?
-Sí, además uno escribe sobre las cosas que quiere conocer y no conoce, que quiere comprender y no comprende. Para los hombres, las mujeres son ese gran misterio, ese gran lugar desde el cual venimos. He vivido rodeado de muchas mujeres y en general he aprendido de escucharlas. Este es el segundo libro con protagonistas mujeres, el anterior era sobre mi abuela.
-¿Qué te inspira de las mujeres?
-Me atrae que la mujer pueda crear vida, crear gente, una función bastante compleja y hasta diría monstruosa: crear seres y mantenerlos dentro suyo. Leí que en la antigüedad se pensaba que era el cuerpo de las mujeres el que engendraba a los bebés, sin intervención de los hombres, porque no veían la causa-efecto entre el sexo y la procreación, eso se veía como un misterio. Pienso que el machismo viene mucho del miedo a ese poder de la mujer. En cambio, los hombres que aparecen en la historia son deseados pero son inactivos, son seres bastante lamentables.
-¿Cuál es la gran frustración de la protagonista?
-El problema de Carmen Prado es que como mujer ser madre fue su única profesión y no tenía ninguna vocación para eso. Podría haber sido médica o física nuclear, y solamente fue esposa sin tener una vocación trascendental por ello, y por eso siente una gran frustración, además de que está pasando por un momento muy malo y se culpa por todo.
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