Mil días de feminismo
por Macarena Soto
Poco más de mil días han necesitado las mujeres del mundo para colocar su situación en el centro de la discusión global. Tres años encendidos por los abusos del productor de cine Harvey Weinstein, los feminicidios en América Latina, la tibieza legal en España o la invisibilidad de las mujeres de Oriente Medio.
Una ola de solidaridad entre las mujeres, tan inesperada como combativa, que desde 2017 le planta cara al machismo en la vida pública y privada, en las instituciones, en el poder, en el mundo de la cultura, del deporte, de la ciencia o de la economía.
Mil días que han dado lugar a una nueva generación de mujeres. Joven, desprendida del miedo, con nuevas reivindicaciones y nuevas formas de protesta, con un intenso uso de las redes sociales y una mayor integración de personas LGBTQI.
La chispa global
El caso Weinstein, que podría pasar hasta 29 años en prisión tras haber sido declarado culpable de violación, marcó un antes y un después en la lucha por los derechos de las mujeres en Estados Unidos.
“Es absolutamente histórico que un hombre blanco y poderoso fuera declarado culpable por un jurado en el que además había seis hombres blancos”, apunta la experta en género Joanne Sandler.
Quien fuera directora ejecutiva adjunta del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer celebra el fallo, aunque advierte que aún quedan todo por hacer contra “los continuos abusos que muchísimas mujeres sufren” y “la impunidad con la que muchos hombres aún cuentan”.
El Movimiento “Me Too”, que surgió tras las acusaciones a Weinstein, fue la gran catapulta de la lucha de las mujeres en su país, así como de un cambio de cultura en la sociedad inducido por el movimiento.
“Ahora el foco está puesto en la legislación, extendiendo prohibiciones, endureciendo sentencias para criminales y prohibiendo acuerdos de confidencialidad que protegían a hombres poderosos, esto es importante porque el abuso sexual va mucho más allá de un abuso de poder”, insiste.
La ola de denuncias ha tardado en cuajar en otros países, pero que parece haber puesto una semilla en Francia.
“El Me Too llegó a Francia pero las actrices nunca se sintieron con libertad de contar sus experiencias, hasta que dos años después Adèle Haenel contó que había sido víctima de abusos” por parte del director Christophe Ruggia cuando tenía 12 años, recuerda la fotógrafa Teresa Suárez, que cubre el movimiento feminista en Francia.
El pasado 1 de marzo, Haenel se marchó de la entrega de los premios de la Academia francesa de cine cuando se anunció el César al mejor director: Roman Polanski, prófugo de la justicia estadounidenses desde hace 40 años por violación.
“Su gesto saliendo y gritando ‘La honte’ (la vergüenza) ha supuesto un antes y un después, justo antes del 8 de marzo, ha habido una pequeña fisura con este gesto, es pronto para decir qué va a pasar pero parece que puede iniciar un Me too a la francesa”, aventura.
América Latina dice basta
Dentro del hartazgo global, América Latina vivió este trienio sumido en la violencia extrema hacia las mujeres, con 14 países dentro de los 25 con mayores tasas de feminicidio en todo el mundo, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
En esta región, tan solo 2 de cada 100 agresores son enjuiciados por los asesinatos, una impunidad respondida por miles de mujeres que se han manifestado en centenares de ciudades y poblaciones latinoamericanas.
Las Tesis, un colectivo feminista chileno conocido por sus performances, colocó su canción y coreografía “Un violador en tu camino” en miles de plazas, teatros e incluso parlamentos de todo el mundo, pronunciado en español, italiano, inglés, portugués, francés o turco.
En sus pasos condensaron el sentimiento de millones de mujeres que decían basta.
“Los movimientos están dando esperanza y están permitiendo recuperar la credibilidad no en los Estados sino en nosotras mismas”, aclara la socióloga Julia Silvestre.
Esta guatemalteca avisa de que se ha acabado el tiempo en que las mujeres estaban calladas: “Hemos decidido nombrar todo lo que sucede con ese enemigo común que tenemos que se llama patriarcardo, capitalismo y colonialismo”.
Aunque es consciente de lo lejos que aún queda la igualdad, celebra que algunos países latinoamericanos estén dando pasos en esa dirección, como “el avance en la regulación del aborto en Argentina y la vinculación de las luchas feministas en la lucha por el territorio y los recursos naturales”.
Silvestre también aplaude el peso que han adquirido las más jóvenes en el movimiento. “Las que le están poniendo la alegría son las chavas. Las jóvenes de los todos sectores, negras, lesbianas, queer, indígenas, están aportando para recuperar la alegría y el amor también como forma de protesta”.
España, cabeza de la protesta
El caso de la Manada, una violación en grupo a una joven de 18 años durante la fiesta de San Fermín en Pamplona en 2016, supuso un punto de inflexión en la sociedad española y el movimiento feminista, que esta semana vivió un nuevo avance con nueva ley en la que el consentimiento de la mujer marca la definición de una posible violación. La llamada ley del ‘solo sí es sí’.
Una norma redactada en tiempo récord (el Gobierno, una coalición de izquierdas, tomó posesión hace apenas un mes y medio) que quiere responder a una demanda social que comenzó a hervir tras el fallo judicial que, en primera instancia, tipificó el delito de “la Manada” como abuso, de menor gravedad que la agresión sexual.
“Más que un despertar, fue un golpe de realidad para el feminismo y para personas que pensábamos que esto estaba superado, creíamos falsamente que la justicia tenía una cierta perspectiva de género, con esta sentencia nos dimos cuenta de que no”, lamenta la presidenta de la Federación Mujeres Jóvenes, Ada Santana.
A su juicio, esa sentencia dio lugar a una de las reivindicaciones que se ve contestada con la nueva ley: “que no haya distinción entre abuso y agresión sexual, sino que sea un mismo delito que contemple atenuantes y agravantes”.
No obstante, Santana cree que el movimiento feminista español se encuentra “un poco paralizado”.
“Quizá porque en reacción al resurgir también ha habido una respuesta mayor en contra y también estamos perdidas en las diferencias que hay en el feminismo y no tanto centradas en los objetivos que nos afectan a todas”, apunta.
Las mujeres jóvenes “no pueden tener las mismas reivindicaciones” que sus predecesoras: “No es el mismo el contexto de una mujer mayor con trabajo (…) muchas veces las feministas mayores notamos que nuestra agenda no es la misma”.
“Nosotras nos hemos criado en una sociedad supuestamente paritaria, con una Ley de Igualdad, de violencia de género, en la que se te permite abortar, con un pacto de Estado por la igualdad y nos hemos dado cuenta de que no todo era como esperábamos, ha sido un despertar de las mujeres”, remacha.
Un oriente dramático
En un momento de avance global, las mujeres árabes siguen sufriendo retrocesos en sus derechos pese a las esperanzas que despertó la Primavera Árabe de 2011.
Las mujeres viven una situación “dramática”, según define la fundadora de la organización egipcia Nazra para Estudios Feministas, Mozn Hasan, que en 2016 recibió el Right Livelihood Award, conocido como Premio Nobel Alternativo.
Hasan, víctima también de esa represión y quien tiene prohibido salir de Egipto por estar acusada en un caso contra trabajadores de varias ONG locales, asegura que “este es el peor momento para las mujeres en Oriente Medio”.
“Hay abusos y represión contra las defensoras de los derechos de las mujeres, violencia y abuso sexual contra las mujeres”, lamenta. Aunque en respuesta a ello “han nacido más movimientos feministas”.
“Estoy orgullosa de todas las mujeres que pagaron y siguen pagando el precio sólo por activar el debate sobre la situación de las mujeres en el mundo árabe”, afirma al tiempo que asegura que existe “un movimiento feminista real” en el mundo árabe, incluso en países en guerra.
Así, habla de que en Yemen son ellas las que “preguntan a otras mujeres sobre el proceso de paz” para involucrarlas y en Siria, son las mujeres las que “ponen en marcha el debate sobre el futuro del país”.
“Tengo mucha confianza en que las mujeres de la región serán capaces de cambiar la realidad en sus países”, comenta con esperanza, quizá el sentimiento más universal del feminismo del futuro y del presente.
EFE.
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