“Mi lema es: Cristo es nuestra paz”
La Diócesis de Mar del Plata tiene nuevo obispo: monseñor Gabriel Mestre, el primero nacido en la ciudad que asume esa función en los 60 años de existencia.
El flamante obispo local agradeció la presencia de todos. Foto: Mauricio Arduin.
“Mis ejes serán: la acción de gracias; la proyección pastoral, teniendo en cuenta las diversas y acuciantes realidades como un desafío pastoral de unidad y renovación, y el compromiso, como sucesor de los Apóstoles. Oren para que lo sea. Mi lema es ‘Cristo es nuestra paz'”, señaló el flamante obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Mestre, al dirigirse a los fieles minutos antes de finalizar la misa que lo consagró como guía de la Diócesis local, y que se celebró ayer en la Catedral.
En una emotiva y cálida ceremonia, el nuevo pastor de la Iglesia marplatense fue ungido ayer como el séptimo obispo de la Diócesis de Mar del Plata y el primero nacido en la ciudad que fue consagrado como tal. Fue celebrada por el obispo emérito (el primero con que cuenta la Diócesis) Antonio Marino acompañado por sus antecesores, José María Arancedo y Juan Alberto Puiggari.
La Catedral se mostró colmada de fieles que fueron a darle la bienvenida al nuevo líder espiritual que, hasta hace un mes, era el vicario general. Tal fue la densidad de feligreses que se acercaron que muchos debieron ubicarse en la explanada, sobre la peatonal San Martin, donde se había instalado una pantalla gigante para que todos pudieran seguir la ceremonia.
Ceremonia
Con la participación de 130 sacerdotes de la Diócesis de Mar del Plata, 20 obispos y el cardenal argentino Leonardo Sandri, que ingresaron al templo seguidos por el obispo saliente, Antonio Marino, y el padre Gabriel Mestre, comenzó la ceremonia.
Ya en el interior del templo la bienvenida de los fieles fue tal que el flamante obispo se mostró visiblemente emocionado a lo largo de todo el camino que lo llevó hasta el altar, donde se sentó junto a los sacerdotes Pablo Etchepareborda y Román Bustinza.
El inicio formal del ritual fue marcado por la lectura del “mandato apostólico”, es decir, es el nombramiento que el Papa hizo de monseñor Gabriel Mestre.
Luego de las lecturas correspondientes, el obispo emérito Antonio Marino señaló que ayer la diócesis vivía “una hora memorable” con la ordenación episcopal de “uno de sus presbíteros, hijo de esta ciudad, quien también dará inicio a su ministerio como séptimo obispo de Mar del Plata”.
“Hoy se muestra -añadió- como a través de diversos pastores, un mismo y único `gran Pastor de las ovejas´ es el que sigue gobernando a la Iglesia” y destacó la presencia especial de dos de los obispos que ocuparon esta sede episcopal, monseñor José María Arancedo y monseñor Juan Alberto Puiggari.
Asimismo recordó que en la plegaria de ordenación resuenan “las enseñanzas de la Sagrada Escritura y la doctrina de los Padres de la Iglesia. Sus ecos pueden oírse en la teología sobre la Iglesia enseñada por el Concilio Vaticano II. En su integridad la recita el obispo que preside la ordenación, pero en las palabras suficientes y esenciales se unen todos los obispos”.
Dirigiéndose directamente al flamante obispo, Marino aseguró que “este simbolismo se relaciona con tu historia personal de docente de Sagrada Escritura” y adelantó que “los obispos somos el centro visible y necesario de la unidad eclesial, pero no el término final al que debe dirigirse todo honor y toda gloria, que sólo se reservan para el Padre, por su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo”.
Pastores
Así le advirtió: “Querido Gabriel, dar la vida por el rebaño confiado implica la fortaleza del pastor. Nunca se descarta el martirio de la sangre, pero en su modalidad cotidiana dar la vida coincide con el heroísmo oculto y sin aplausos, sobrellevando dificultades cuya solución sólo el Cielo puede dar”.
“En la la vida de un obispo -continuó- la cruz puede asumir formas específicas muy dolorosas. Pero no estarás nunca sólo, porque en la dimensión invisible de la comunión de los santos te estará sosteniendo la oración diocesana de almas sencillas y creyentes. También la mía muy sincera”.
Al recordar el sextuagésimo aniversario de la Diócesis local, Marino aseguró que “recibe un gran regalo y no podría yo recibir mejor obsequio que concluir mi gobierno pastoral ordenando obispo a uno de sus hijos”.
Luego de enumerar la entrega de los símbolos que sucedería minutos después, Marino señaló que una vez concluida la ceremonia “mi misión estará cumplida y también mi gozo por haberme permitido el Señor ejecutar el mandato del Santo Padre Francisco de constituirte como mi sucesor”.
Y le expresó su “público reconocimiento y gratitud por tu fiel servicio hacia mi persona hasta el día de hoy en que el Señor te confía una misión más comprometida”. Los consistentes aplausos marcaron el final de la homilía y el inicio del rito de ordenación.
“¡Vamos Gabriel!”
Así, Antonio Marino -acompañado por Juan Alberto Puiggari, José Maria Arancedo, Ramón Dus y Joaquín Sucunza- le impusieron las manos y el flamante obispo pronunció la plegaria correspondiente postrado boca abajo mientras se producía el canto de la letanía de los santos.
Luego se procedió a la entrega de los símbolos: el santo crisma; el libro de los Evangelios Palabra del Señor; el anillo episcopal; la mitra y, por último, el báculo pastoral que es el signo por excelencia del buen pastor.
A medida que el flamante obispo iba recibiendo los símbolos de su función, los fieles (tanto en el interior como exterior del templo) aplaudieron hasta que Mestre se sentó en la cátedra -desde donde el obispo enseña a su grey y por lo cual se llama Catedral al templo- convirtiéndose en obispo y generando un ovación entre todos los presentes.
De hecho, la algarabía fue tal que incluso algunos fieles se permitieron emitir silbidos y a uno de los sacerdotes encargados de la organización, Armando Ledesma, se le escapó “¡vamos Gabriel!”.
En tanto, el flamante obispo se abrazaba con su antecesor, que le dijo: “Con paciencia y deseo de enseñar”, mientras que el clima festivo invadía a todos los presentes. Incluso, desde el exterior los fieles saludaban directamente con las manos en alto y muchos se vieron reflejados en la pantalla gigante.
Saludos
La continuidad de la misa estuvo a cargo de Mestre, quien agradeció a todos los presentes, tanto fieles como sacerdotes y obispos, recordó al Papa Francisco, y esbozó la hoja de ruta a cumplir en su nueva función.
Las emociones seguían sumándose durante la ceremonia, ya que los encargados de trasladar las ofrendas hasta el altar fueron la familia del flamante obispo: su hermana junto a su cuñado, sus dos sobrinos y sus madres.
Luego de agradecer todas las presencias, recordar tanto al Papa Francisco como a sus antecesores -“monseñor Antonio Marino es el primer obispo emérito de Mar del Plata, resaltó-, monseñor Mestre reseñó brevemente los lineamientos que seguirá.
“Mis ejes serán: la acción de gracias; la proyección pastoral, teniendo en cuenta las diversas y acuciantes realidades como un desafío pastoral de unidad y renovación, y el compromiso, como sucesor de los Apóstoles. Oren para que lo sea. Mi lema es ‘Cristo es nuestra 30”, enumeró.
Los saludos a los fieles presentes se produjeron tanto en el interior como en el exterior, dónde el nuevo pastor de la iglesia marplatense se perdió entre la multitud que lo esperaba en la peatonal San Martín.
Una vez de regreso en el interior del templo, saludó uno a uno a los consagrados y a los fieles que se acercaron, para después participar de la celebración especialmente preparada en el colegio Santa Cecilia. Hoy, a las 10 en la Catedral, celebrará la misa de acción de gracias como séptimo obispo de la Diócesis de Mar del Plata.