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Cultura 21 de julio de 2024

Mercedes Araujo: “Estamos en medio de un sismo, se impulsa el terror por el otro”

La autora ganó el premio del Fondo Nacional de las Artes en 2011. La novela se acaba de reeditar, por la editorial Lumen, en vistas de la trilogía que completan "Botánica sentimental" y una última de próxima aparición.

Por Dante Galdona

Una historia de amor en conflicto entre un fugitivo blanco y la hija de un cacique, enmarcada en la etapa virreinal, en el desierto mendocino es el vehículo por el que Mercedes Araujo transita con una prosa que se acerca a la poesía. El ritmo, un recurso cuidado por una sintaxis casi creada específicamente para el texto. “Sintaxis dislocada”, dice la autora, “para que la enunciación se vuelva extraña, más mítica o sagrada”. “Funciona como contracara de Botánica sentimental”, la segunda parte de la trilogía, agrega. “Las preguntas sobre el colapso contemporáneo, la violencia extractivista contra los pueblos originarios y los recursos naturales” son la clave actual en la que pueden enfrentarse esta novela y la actualidad política.

-Es muy difícil que se reediten libros relativamente nuevos. ¿A qué se debe que La hija de la cabra tenga esta nueva tirada?

-La hija de la Cabra vuelve porque es la primera parte de una trilogía andina en la que estoy trabajando desde hace años. Seguida de Botánica sentimental, que también tiene al territorio mendocino como protagonista y que funciona como su contracara ya que busca contar la cultura del oasis, el cielo y los terremotos, los inicios de la burguesía bodeguera, sus secretos, expectativas y terrores, y la próxima novela, que vuelve al desierto y al periodo colonial. En las tres hay un interés por el destino, las relaciones de poder, ciertos pactos de pertenencia que asumen los deseos personales como traiciones y las fronteras propias o impuestas a las que se abisman los personajes. Y la naturaleza (la sequía, los terremotos) contrariando las fantasías de dominación que nos hemos contado a lo largo de la historia.

-Hay una precisión poética en las palabras, en el registro usado, en los parlamentos. ¿Fue buscado? ¿Llevó mucho trabajo lograr ese estilo de narrativa?

-Deseado, ojalá logrado. Avanzo en la escritura con la idea de que además de tramas lo que tenemos es una materia: el lenguaje (ritmo, tonalidad, texturas, melodía) y la relación entre cada palabra. Me entusiasma la tensión del texto. En La hija de la Cabra hay, además, un interés por la sintaxis dislocada para que la enunciación se nos vuelva extraña, más mítica o sagrada. Es un mundo en el que las personas están cerca de sus dioses, el conflicto los incluye, y no solo a ellos sino también al resto de los seres vivos, la tierra, los cielos, los otros animales y el mundo vegetal, todo habla, a su manera cada quien dice lo suyo.

-Historias de amor en conflicto hay miles. ¿Por qué tu libro atrapa tanto? Es una historia más y es única al mismo tiempo ¿dónde está ese anclaje del lector?

-¡Gracias! Se me ocurre que está atravesada por la marca trágica del desencuentro. El blanco del que se enamora Juana es un fugitivo arquetípico, traiciona para sobrevivir. El amor se les vuelve una especie de gualicho, del que ambos quieren huir y al que necesitan volver. El anclaje puede estar en la contradicción de las relaciones humanas que son tan universales y únicas, lo inasible del deseo, los lazos que a veces son infierno y comunión al mismo tiempo.

-El campo simbólico del desierto, la pobreza y marginalidad en tiempos del virreinato… ¿se pueden leer con los ojos puestos en la actualidad?

-Sí, las preguntas sobre el colapso contemporáneo, la violencia extractivista contra los pueblos originarios y los recursos naturales pero también las otras formas de desaparición o sometimiento de ecosistemas, cosmogonías y hablas bajo las formas de dominación, tecnológicas y políticas contemporáneas.

-A mí me dieron ganas de tener los tres libros para leerlos de corrido, maratonear… ¿Cuál es la clave para leer la trilogía?

-Si hay una clave, sería la de pensar lo comunitario, la interdependencia entre seres y relatos, la realidad como una construcción simbólica, llena de tramas y subtramas. También que el relato funcione como el territorio que no es un fenómeno geográfico, ni un bello paisaje, sino un lugar en que todo está en conflicto.

-A propósito de la actualidad y siendo ganadora tu novela de un premio impulsado por el FNA, ¿qué opinás de este desafío y nuevo camino con el que se enfrenta la cultura?

-Es de una ignorancia violenta pensar que el Estado debe retirarse de la mediación cultural. El empobrecimiento en la comprensión de la complejidad nunca es una casualidad, es funcional a quienes ocupan el poder. Y si la extrema derecha llega a cargarse instituciones culturales de casi cien años es porque algún beneficio encuentra, y no es económico porque son áreas que se autofinancian.

-¿Y sobre la actualidad política en general?

-En línea con lo anterior, creo que estamos en el medio de un sismo, la falta de sentido acecha, la defensa de lo comunitario se quiebra, la narrativa del desarrollo personal y el progreso económico tampoco son ya un factor derivado del pacto social, se impulsa el terror por el otro, las tecnologías nos están empujando a la pesadilla de la uniformidad de sentido, las avaricias fomentan planes delirantes. La literatura nos sirve para seguir hablando de esos terrores y para no aceptar el estado cínico y opresivo de las cosas.

-¿Qué consejo le darías a escritores que aún no han publicado?

-Gustar más del “problema” del lenguaje y menos del “tema” del mercado editorial. Buscar una voz propia a través del desvío de lo previsible. El mundo de los libros puede pensarse como un ecosistema literario, en el que no vale mucho copiar o apurarse, sino que es más interesante buscar un lugar en relación, aportar temas propios. Descubrir cómo se crea un escenario, cómo se abordan la ficción del tiempo y el mito de de la historia y apuntarle al alma o el temperamento de los personajes.

-¿Cuáles son los autores en los que se apoya tu literatura y a quiénes siempre recomendás leer?

-Según el libro que esté escribiendo me abrazo a alguien pero vuelvo siempre a Sara Gallardo, Cormac McCarthy, Natalia Guinzburg, Fleur Jaeggy.

-¿Qué estás escribiendo y qué estás leyendo ahora?

-Escribiendo narrativa y algo de poesía y leyendo a Benjamin Labatut, Gabriela Cabezón Cámara, María Sonia Cristoff, Julián López, que están muy alertas a lo que está ocurriendo en el volcán de la época.