“Me gusta reflotar hechos puntuales que no han sido explorados”
Gabriela Exilart habla de Napalpí, atrapada en el viento. La última novela de la escritora marplatense se sitúa en el contexto de la masacre de Napalpí, la reducción de la comunidad Qom que, en 1924, fue arrasada por grupos policiales y militares.
Por Claudia Roldós
@clauroldosmdp
Desde la llegada a las librerías de Napalpí, atrapada en el viento, Gabriela Exilart no para. Se multiplican charlas, ferias, encuentros con círculos de lectores, presentaciones oficiales en librerías, firmas de ejemplares, notas, viajes. Una etapa muy distinta a la introspectiva de investigar y escribir, un ritual que se repite después de cada publicación, para la autora y abogada que forma parte de un grupo de escritoras argentinas que, además, autogestiona la promoción de sus producciones más allá de la agenda oficial de las editoriales.
En esa vorágine, Exilart habló con LA CAPITAL sobre esta novela que cuenta la historia de dos mujeres atravesadas por situaciones límite, en el contexto de la masacre de Napalpí. Esta reducción de la comunidad Qom en Chaco en 1924 fue arrasada por grupos policiales y militares, en el marco de una huelga en la que los trabajadores, en su mayoría pertenecientes al pueblo nativo de esa zona, luchaban por poder trabajar dignamente y en defensa de sus montes, sus ríos, sus tradiciones, frente a un sistema que les impedía movilizarse libremente por las provincias del norte y los convertía en mano de obra barata de la incipiente economía de la cosecha del algodón y la tala de bosques.
“Me gusta reflotar hechos puntuales que no han sido explorados”, reconoce la autora que en este caso se vale de este crudo contexto, del que se sabía muy poco.
Se trata de una novela con numerosos personajes y una estructura compleja, en el relato se va desenvolviendo en dos tiempos -el de Carola y el de Eva, las protagonistas- pero, a la vez, retrocede al tiempo de L’Aité -la madre de Dante, el protagonista- y avanza al momento del desenlace de las historias.
– La arquitectura del libro, es compleja, tiene varios tiempos. ¿Cómo la trabajaste?
– La gente está asombrada porque es una novela distinta, en cuanto a su estructura y sorprende. Y esa era la idea, tiene un entramado de dos historias paralelas que aparentemente no tienen nada en común hasta que llega un punto en el que se da el nexo. Son dos historias y los tiempos son cuatro en realidad porque cada una tiene sus antecedentes, voy hacia atrás para explicar como se llegó a esa situación y, después hacia adelante, porque la historia sigue.
– ¿Cómo te organizaste para darle forma? ¿Tuviste que recurrir a una línea de tiempo para ir ubicando la situación de cada personaje en los distintos momentos?
– A la historia la iba viviendo a medida que la iba escribiendo, por lo que no hice línea de tiempo, ni escaleras. Como la iba imaginando a medida que escribía fue más difícil, era escribir, desarrollar la historia, pero pensando en dejar las puntas o interrogantes abiertos para retomar y no delatar lo que no quería que se delatase. Fue un trabajo bastante complejo, con revisión, relecturas, para que en esa estructura las historias mantengan ciertos misterios y se vayan entendiendo a la vez.
“Todo lo que cuento
de la masacre es real”
– El contexto histórico es contundente, real, ¿Qué fue lo que te costó desanudar de esos hechos no muy difundidos de la historia argentina y esa masacre que fue contada de distintas formas según la fuente, tergiversada?
– Me costó desde el punto de vista de que fue muy crudo. Cuando empecé a leer, escuchar testimonios y ver videos de sobrevivientes, por ejemplo el material de Melitona Enriquez, fue tremendo. Involucraba niños, ancianos, mujeres, torturas, mutilaciones, fue espantoso y más escucharlo en primera persona. En cuanto a la búsqueda de información, además, compré libros, me mandaron un libro desde Chaco y los museos fueron de mucha utilidad porque me mandaron los diarios digitalizados de la época. Fue importante porque pude ver las distintas posturas, el diario oficialista, el de la otra campana y lo que decían era totalmente distinto. El diario oficialista lo trataba de una revuelta armada, de parte de los aborígenes y en realidad fue una huelga. Con las versiones, más los testimonios de los sobrevivientes, más los libros de historiadores, formé la propia opinión. Además hay un expediente judicial, hay testigos, así que la parte histórica estaba. Lo complejo fue contarlo desde la voz de los personajes de ficción, para que no termine siendo un libro de historia. Tenía que armar bien la historia de mis personajes y que encajara con lo que ocurrió en Napalpí, todo lo real, porque todo lo que cuento de la historia, de la masacre, es real. Por eso mantuve nombres reales de muchos de los personajes, como Pedro Maidana, los Díaz, los Machado. Son personajes de la historia que fueron asesinados, que tuvieron gran participación en la huelga, en los hechos históricos.
– ¿Fue una manera de dejar testimonio, también, en la novela?
– Sí, y de tomar conciencia de que esto ocurrió en pleno siglo XX. Es tremendo, poca gente lo sabe. Ahora hay más difusión porque está la causa judicial, pero se había invisibilizado. Y estamos hablando de 1924. Y eran obreros que usaban para el trabajo rural, con un sistema esclavizante, en pleno siglo XX, para la cosecha del algodón y les prohibían salir del Chaco, les prohibían ir a los ingenios donde ganaban un poco más. Les prohibieron salir a pescar, cazar. No tenían libertad para transitar por su propio territorio, les fueron sacando todo. Sólo les quedaban sus tradiciones, sus bailes, sus creencias. pero los fracturaron también, con la guerra, porque algunos tenían miedo a la guerra.
– Y con la manipulación social para generar en la zona el miedo a los pobladores aborígenes.
– Sí, se dio una situación en la que se los presentó como violentos, pero era una población pacífica, de trabajo, que vivía con sus familias, en comunidad.
La identidad, tema recurrente
– Paralelamente volvés a tratar, de dos formas, la cuestión de la identidad. Por un lado un personaje que no conoce su real origen y otro, que debe cambiar su identidad por seguridad y cómo esas situaciones te condicionan. ¿Seguís esa línea?
– Surge naturalmente, siempre viene esto de la identidad que va marcando mis novelas, en “Renacer de los escombros” con estas niñas robadas, en “Corazón al sur”, ni hablar, en el contexto de la década del ’70. Inconscientemente lo busco, pero siempre son distintas formas de contarlo, de abordarlo.
– En este caso se explora tanto desde esa identificación con el monte, la cultura y, en otro caso por la crisis que provoca la identidad ese ¿Quién soy, la de antes o la de ahora o una mezcla de ambas?
– Sí, en el caso Dante está el llamado de la sangre, el no saber por qué se sentía tan identificado con la tierra, la comunidad. Y en el otro caso el personaje que no sabe donde ubicarse y se termina dando cuenta que los peores errores los comete una y tiene que elegir, a partir de ahí, quién va a seguir siendo.
– ¿Cometió errores o fueron decisiones impulsadas como como víctima de sus circunstancias?
– Fue una cuestión e supervivencia. No ha pecado de maldad, sino que no ha querido ver. Sumado a la propia inseguridad, la baja autoestima, las consecuencias de la relación con su madre que la pusieron en esa situación de sentir que no tenía derecho a indagar, a preguntar, a saber y eso la fue llevando a, en algún momento estar frente a una encrucijada y tomar una decisión, que en un momento puede parecer reprochable, pero hay que estar en esos zapatos a la hora de tomar esas decisiones.
Numerosos personajes
– Entre los muchos personajes de la novela, la historia de Láité también es fuerte y tiene una actualidad muy triste.
– Hay una parte de la historia de ese personaje, vinculada con la violencia de género, en la que, justamente, me inspiré en algo que me contaron. Totalmente ficcionado, en contextos totalmente distintos, pero el hecho fue real. Ha sucedido en todas las épocas, sigue sucediendo y es impactante.
– Hay personajes muy importantes para la historia, como Inés por un lado y Rosalía por otro. ¿Los creaste como pilares?
– Yo creo que todo tenemos en la vida alguien que nos sostiene, sea una pareja, una amiga, una madre, un hermano, siempre hay alguien que te alumbra el camino. Yo necesitaba a dos personas distintas, en dos lugares distintos y así surgieron Inés y Rosalía. Rosalía es un personaje muy querido, tiene el rol de ese punto de contacto entre la historia real y la ficción y en un momento tuve que tomar una decisión sobre su destino que me costó mucho.
– Entre los personajes secundarios, el de Amanda tiene muchos matices. ¿En qué te inspiraste para construirlo?
– Me encantó ese personaje, rígido, serio, adusto, pero con sus porqués, su corazón, sus heridas. Se planta, es inflexible, pero después tiene un gesto porque es noble. Me hubiera explayado más con ella, pero era un personaje secundario con un rol muy específico que cumplir. No sé si me inspiré en alguien, pero en realidad son los golpes de la vida los que la forman y esa rigidez es una caparazón de protección, para no dejar que nadie entre, no dejarse herir nuevamente. Y a la vez es muy responsable, muy ordenada, por ella y por los demás, previsora.
– En esta novela también aparecen muchos niños con un peso grande en la historia.
– Yo quería, en este caso, que las dos mujeres tengan que vivir eso de tener que hacerse cargo de niños ajenos y cómo encarar esa situación que cae en momentos de una adversidad total, pero son niños de los hombres que aman, y lo hacen por amor. Pero también explorar hasta donde pueden hacerse cargo y cuándo tienen que decir hasta acá llegué, no puedo más. Y por otro lado, tras la estampida en Napalpí y en la búsqueda frenética de su propio hijo, Dante se topa con varios niños, a los que no puede darles la espalda. Sí, en mis últimas novelas aparecen muchos niños, no sé si es porque estoy muy pendiente de los míos, pero es, también, parecido a la vida real. En la vida real hay hijos, hay separaciones, hay viudos o viudas. Eso es de todas las épocas y no estamos ajenos a todo lo demás. Me parece que la presencia de los chicos le da más verosimilitud a la historia.
– Casi todas tus novelas cuentan procesos históricos muy diferentes pero siempre del siglo XX. ¿Es adrede?
– Sí, menos Tormentas del pasado, que es de fines del siglo XIX son todas del siglo XX.
Me parece que sobre el XIX hay mucho, y me gusta buscar hechos más acá en el tiempo. Tenemos una historia muy vasta, muy rica, y me gusta reflotar esos hechos puntuales que no han sido explorados. Nos han pasado tantas cosas que es solo buscar.
– Esta historia de Napalpí, temporalmente, es muy cercana a la Patagonia Rebelde, que abordás en Por la sangre derramada.
– Sí, es la misma línea, si vamos a lo que fue el inicio del movimiento anarquista 1917, 1918, viene del sur un movimiento de huelgas hacia el norte. Es el mismo coletazo y la misma política de represión por parte del gobierno cambió el escenario, la forma, la población, pero en definitiva, se repite el hecho.
– También son procesos que tienen mucho de contacto con la actualidad, problemáticas que siguen vigentes. ¿Coincidís?
– Totalmente. Por distintos motivos, el poderío por ahí pasa por otro lado, pero sí, nuestra historia es circular y siempre con las mismas víctimas y los mismos victimarios, tristemente.
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