por Paula Petroli
Al contrario de lo que muchos piensan, y escapando de alguna manera a mi naturaleza argentina, soy completamente incapaz de dar cátedra sobre cosas que no conozco. He aquí por qué decidí hablar de la única cosa en la que podría decirme experta: la calesita de la Plaza Colón.
Me la encuentro todos los días cuando voy y vuelvo monótonamente de inglés. Siempre igual, siempre distinta.
Es extraño lo que pasa con los carruseles estos días, y en especial con éste. Por la mañana tiene un aspecto casi fantasmagórico; la plataforma gira sin cansarse aunque no haya ningún niño pretendiendo cabalgar en un caballo de guerra. La gente camina por la plaza sin prestarle demasiada atención. Sólo una niña montada en un elefante pretende atrapar la famosa sortija, porque hasta el calesitero parece invisible, ante la mirada ilusionada de su padre.
Ahora, cuando cae la noche es otra cosa. Es ahí cuando se encienden las luces del carrusel y de la Avenida Colón, es ahí, en las noches de verano, cuando la gente parece darse cuenta tranquilamente de la belleza que se estaban perdiendo. Es ahí cuando la ciudad despierta con inocencia, para mi alivio. Entonces, al pobre carrusel le toca padecer el peso de los niños que rayan la histeria e insisten en pasar de un caballo a un elefante, a un dinosaurio, a un avestruz, a una taza de té. Y los berrinches de los que no pudieron sentarse en el auto de carreras porque otro nene llegó antes que ellos, o de los que no pudieron agarrar la sortija. Y es ahí cuando con entusiasmo los niños piden por una vuelta más y listo, y los padres ceden diciendo que esta es la última, pero saben que no, no es la última, porque ellos también se quieren subir.
Y todo lo soporta el viejo carrusel, aunque para ser honesta, no creo que le moleste tanto.
(*): Estos textos están escritos por alumnos del colegio Albert Schweitzer. Se trata de aguafuertes que surgieron a partir de la lectura de “Aguafuertes porteñas”, de Roberto Arlt, dentro de la materia Literatura que está a cargo de la profesora Marcela Brown.